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Mortal Kombat | República Cinéfila

La película de Mortal Kombat dirigida por el cineasta estadounidense Paul W.S. Anderson en la década de los años noventa es una de las pocas adaptaciones cinematográficas de un videojuego que ha resistido el paso del tiempo. Pero lo hizo como una especie de objeto de culto cinematográfico, que se reivindica como una especie de placer entre culpable e infantil, ambas expresiones bastante feas. Incluso se recuerda más su tema musical que las peleas y ni hablar de los personajes y la historia, que apenas si se sostenían. Lo que sí tenía ese filme era una tenue pero saludable autoconsciencia del disparate que contaba, aunque ni les llegaba a los talones a la bella locura desatada que era Street Fighter: La Ultima Batalla (1994). Esta actual nueva versión se suponía que venía a ajustar algunas tuercas en relación con su predecesora, aunque se queda mayormente en insinuaciones. Mortal Kombat es una película estadounidense de artes marciales de este año 2021 dirigida por el cineasta debutante Simon McQuoid a partir de un guion de Greg Russo y Dave Callaham, y está basada en la franquicia de videojuegos del mismo nombre creada por Ed Boon y John Tobias.
 

La cinta sirve como un reinicio de la serie de películas que sigue a Mortal Kombat: Annihilation. La compañía fílmica Warner Bros. Pictures la estrenó en salas de cines y en la plataforma de HBO Max el pasado 23 de abril de este año 2021. En la sinopsis de la trama con el filme del debutante McQuoid toma como protagonista principal a Cole Young (Lewis Tan), un luchador que tuvo su momento de gloria pero que actualmente está caratulado como un perdedor nato. Sin embargo, descubre que es una especie de elegido del destino para luchar en un torneo en el que se decide el destino de la Tierra: si los luchadores de nuestro planeta pierden una vez más, otro universo llamado Outworld nos invadirá con sus fuerzas siniestras. O sea, básicamente la misma historia que la antecesora, con apenas ligeras variantes que están dadas, principalmente por el lado de la violencia: allí se detecta la mayor fidelidad a la franquicia de videojuegos, con un despliegue de sangre y tripas -además de insultos varios- que no le teme a lo paró. Pero hay otra lucha en Mortal Kombat, que está dada por el tono que manejan los personajes y que a su vez le imprimen a la película. Dirigida por un desconocido McQuoid, mas curtido en el mundo de la publicidad, al que un equipo de productores parece haber colocado, conscientes del riesgo que implicaría el ego de un autor que no fuese al grano.
 

El viaje es ligero, el recuerdo efímero, las tortas se las llevan otros. Los fans saldrán, intuyo, felices. Los profanos, entretenidos. Qué más quieren. Porque la idea tras Mortal Kombat es tan elemental que parece discípula del mismísimo Pong, esas dos barritas que jugaban, por llamarlo de alguna manera, un partido de tenis virtual en el primer videojuego jamás creado. Pensado para las salas de recreativas, esta actual cinta hollywoodense de Mortal Kombat heredaba ese reconocible esquema. Un planteamiento horizontal, en dos dimensiones, enfrentaba a dos jugadores a izquierda y derecha, que simplemente debían atacarse hasta que solo quedase uno. Pero los populares videojuegos de propuesta sencilla han existido cientos y pocos han alcanzado realmente la trascendencia cultural de Mortal Kombat, que añadía relevancia a su experiencia gracias a un colorido universo de personajes, historias, decorados o movimientos de combate, capaces de crecer y desarrollarse a lo largo de los años.                                                              
Mortal Kombat
 
Mi 7.5 de calificación a esta cinta que en su sencilla trama un luchador de la MMA Cole Young, acostumbrado a recibir una paliza por dinero, desconoce su herencia, o por qué el hechicero Shang Tsung de Outworld ha enviado a su mejor guerrero, Sub-Zero, un Cryomancer de otro mundo, para cazar a Cole. Temiendo por la seguridad de su familia, Cole va en busca de Sonya Blade en dirección a Jax, un comandante de las Fuerzas Especiales que lleva el mismo dragón extraño con el que nació Cole. Pronto, se encuentra en el templo de Lord Raiden, un dios anciano y el protector de Earthrealm, que otorga refugio a aquellos que llevan la marca. Aquí, Cole entrena con los experimentados guerreros Liu Kang, Kung Lao y el mercenario rebelde Kano, mientras se prepara para enfrentarse a los mayores campeones.
 
Si, por un lado, el personaje de Kano (Josh Lawson) es una máquina de tirar chistes -varios de ellos dan en el blanco-, el de Liu Kang (Ludi Lin) es una máquina de explicar con tono ceremonioso todo lo que pasa. Del mismo modo, si el personaje de Sonya Blade (Jessica McNamee) se va armando desde sus acciones, aunque en varios pasajes quede casi fuera de la narración; el de Lord Raiden (Tadanobu Asano) es una especie de maestro ciruela sin el menor carisma. En el medio, el guion pretende construir un relato de aprendizaje y descubrimiento de los poderes interiores que rara vez se aparta de los lugares comunes ya vistos, mientras suma distintas subtramas que no llegan a desarrollarse de forma potente. Es que en Mortal Kombat no hay realmente personajes, sino una acumulación de estereotipos que funcionan apropiadamente solo cuando la narración le imprime movimiento a lo que está contando. De hecho, el guion de Greg Russo y Dave Callaham tiene una llamativa cantidad de cabos sueltos para la cantidad de explicaciones que despliega. Por eso el refugio para el filme terminan siendo las escenas de pelea, donde muestra bastante inventiva en algunas coreografías y una fisicidad ciertamente efectiva en su diálogo con la estética de los videojuegos. Sin embargo, no hay mucho más y nunca llega a ser relevante lo que les sucede a los protagonistas, por más que cada una de sus historias incluyan tragedias, venganzas y autosuperación. Esta nueva adaptación al cine es directa en sus intenciones, consciente de sus limitaciones y rinde tributo a ambas vertientes de la saga, la emblemática y la práctica.
 
La historia, por mucho eco cutre de El Último Samurái (2003) que aparezca al comienzo, es prácticamente irrelevante. Hay que luchar. Contra los malos. Rápido, o se acaba el mundo. El protagonista, Cole Young (Lewis Tan) es el único guerrero no nacido directamente del videojuego, y quizás por ello le cuesta generar empatía o no resultar aburrido. El resto de personajes son un diverso y divertidísimo grupo de ninjas, soldados y animales, repartiendo palos en combates cortos, suficientemente violentos y contados con ritmo. Mortal Kombat deja las puertas abiertas a una obvia secuela con un guiño explícito para los fans, porque más recursos no tiene y lo que ofrece es apenas simplemente discreto.
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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