República Cinéfila | Rascacielos: Rescate En Las Alturas
El popular exluchador norteamericano convertido en toda una estrella de cine en Hollywood Dwayne Johnson mejor conocido como “The Rock”, se ha ganado en los últimos años a pulso el título de héroe capaz de rescatar cualquier película de acción anodina. Hablemos de populares cintas como las de “San Andrés” (2015), de “Fast & Furious 8” (2017), pero también de la nueva “Rascacielos: Rescate en Las Alturas”, que es la particular “Duro de Matar” (1988) pasada por el coloso en llamas de “Infierno En La Torre” (1973) que “The Rock” interpreta a un ex agente del F.B.I. que debe salvar a su familia de un incendio en el edificio más alto del mundo como el personaje de Will Sawyer (Dwayne Johnson), un veterano de guerra y ex líder del equipo de rescate de rehenes del F.B.I. es ahora el encargado de supervisar los sistemas de seguridad de los rascacielos de nueva construcción. Mientras hace su trabajo en el edificio más alto de Hong Kong se declara un incendio del que es acusado. Tendrá que demostrar su inocencia buscando a los culpables y rescatar a su familia atrapada dentro del edificio. El filme de Rawson Marshall Thurber funciona como puro espectáculo visual con efectos digitales de CGI, con Johnson a punto de precipitarse al vacío tras saltar de una grúa, peleando en un laberinto de espejos o estabilizando un puente con sus propios brazos. Es en estas escenas de acción inverosímiles que desafían todos los límites de la realidad, así como en los momentos en los que el actor saca a relucir su vis cómica como por ejemplo en la cinta aislante que se convierte en boca de Johnson en el mejor gag del filme, cuando el rascacielos se vuelve sorprendentemente entretenida y divertida. Lamentablemente, el carisma del intérprete y el ritmo desenfrenado de la trama se dan de bruces con un guion simplemente vacio en originalidad y muy efectista lleno de los tópicos en los cliches y lugares comunes en este genero cinematográfico. Intento desafortunado de “Duro de Matar” que Dwayne Johnson redime con acción palomera. Mientras Johnson escala una pluma de construcción para acceder al piso 98 del edificio en llamas en donde está su familia (también contado ya a detalle en el avance de la película), un grupo de asombrados ciudadanos lo observa todo desde la calle (menuda vista de lince) padeciendo un vértigo mortal. Pues bien, esos ciudadanos somos nosotros, incapaces de separar lo verosímil de la conexión sentimental con Johnson y reaccionando a cada uno de sus saltos, ante cada uno de los contratiempos y explosiones que ponen el riesgo (no mortal) a su impresionante físico y a su familia, incapaces de separar la mirada de los malabares improbables y desmesurados que ejecuta con la gracia del mejor atleta (porque atleta sí que es) y engolosinados con lo ridículo de la situación. Un fenómeno que sólo se explica dentro de una película de Dwayne Johnson, un subgénero con su propio protagonista, con los mismos defectos de siempre (Rascacielos es previsible a morir), las mismas soluciones y los mismos giros. El cine de acción de Dwayne Johnson tiene un título más a la lista y pronto seremos incapaces de compararlo con otras películas en las que no aparezca “The Rock”. No falta casi nada.
Johnson es por supuesto el héroe que saldrá airoso de todo tipo de predicamentos al mismo tiempo que es el rostro carismático que venderá las entradas a una historia que, sabemos ya los ingredientes con los que cuenta, como con un guión fuera de toda verosimilitud que lo coloca en situaciones rebuscadas y preferentemente explosivas y de las que lo veremos salir casi ileso ya que no morir no le evita un par de rasguños, incluso en la cara por una sencilla razón: porque se trata de “The Rock”. Es decir, en un ejercicio cercano a la meta realidad, alcanzado sólo por figuras de fama gigantesca, la gente que ve y disfruta las locuras en pantalla de esta estrella lo hace sólo porque se trata de “The Rock”, es prácticamente irrelevante detenerse en la imposibilidad física, tecnológica e incluso dramática de sus películas y en ellas está incluida, por supuesto, esta, que es como una oda al Tarzan ultra urbano en la que sin capa ni super poderes nuestro héroe que se ve, habla, se mueve, bromea, coquetea, corre y resopla como el Dwayne Johnson de su película anterior se enfrenta al edificio más alto del mundo en llamas para rescatar a su familia atrapada en él y en medio de un grupo de terroristas de cuello blanco que además harán parecer que el incendio fue provocado por Johnson. Pero no se preocupen, no he dicho nada que no se haya visto ya en los avances y trailers oficiales, lo cual nos indica a su vez que el verdadero interés de la película no está en la resolución del problema porque sabemos que todo llegará al final feliz y justiciero, sino en ver a Johnson lograrlo ejecutando maromas que serían la envidia de cualquier programa de resistencia física o del más exigente circo chino. Sabiendo que todo es posible y nada está fuera de lugar, este filme logra mezclar de manera elemental las premisas de “Duro de Matar” con el gran clásico del cine de desastres, “Infierno en La Torre” de la que se separa sin embargo no sólo por sus logros visibles desde ahora, sino por el enfoque del desastre. En esa gran cinta que está centrada en la corrupción de los constructores, causante del incendio que engulle al gran edificio lleno de estrellas del tamaño de Paul Newman y Steve McQueen, William Holden, Faye Dunaway, Fred Astaire, Richard Chamberlain y Robert Wagner. Aquí no es ni la ambición del constructor ni el efecto Frankenstein en la megaconstrucción, sino una especie de complot revelado demasiado pronto en la historia con unos villanos caricaturescos que se evidencian paso a paso para mantener a Johnson correteando entre el piso 98 y el 220. Inconsistencias más o menos ya que en este edificio y su seguridad son violados con una facilidad de ataque cardíaco y del lado de “Duro de Matar”, Johnson rebasa al mejor Bruce Willis que hemos visto a la fecha y se transforma en un ser inmortal e infalible que, sin embargo, conecta a la perfección con quien lo ve: sus admiradores, los devoradores de sus historias, los amantes de sus proezas.
Mi 7 de calificación a “Rascacielos: Rescate en Las Alturas”, en este vehículo fílmico a la medida de Dwayne Johnson, donde el rascacielos resulta a la postre un inconfeso remake en llamas a la serie televisiva de “MacGyver” y a la cinta de “Operación Dragón” (1973), el clásico con Bruce Lee. No solamente por citar la mítica escena de la galería de espejos asimismo con una prótesis corporal utilizada como arma letal, o por la ambientación honkonguita, sino por ser todo un torneo de artes y habilidades marciales y la apropiación hollywoodiense de maneras y estilos del cine de acción chino junto al de catástrofes a los años 70, también. E igual que Bruce Lee regresaba a Hong Kong con una major USA detrás, “The Rock” vuelve a sus orígenes, al héroe de la lucha libre, con esta aventura que es una serie de peleas, retos acrobáticos y frases lapidarias bien divertidas. Con lo mejor que fue ver esa cita directa a la magistral “Operación Dragón” y con lo peor que lo de los traumas del pasado sobra en su trama. Este filme bebe de esas influencias fílmicas, pero esa es la única virtud de su propuesta como si se tratara de disfrutar de un refresco de cola marca blanca. En ratos como una película autoparódica, de muchos efectos digitales, la cinta se siente más cómoda citando a las historias vistas tipo “Infierno de Cristal” tanto la adorablemente película trash serie B de 1996 con la finada Anna Nicole Smith de heroína ortopédica, como la de titulo homónimo directo a vídeo del pasado año 2017 con la modelo y actriz Claire Forlani, que pretendiendo reinventar el blockbuster en una producción para defensores de la pirotecnia de altura y obvio para los fanáticos de “The Rock”.
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.