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República Cinéfila | CATS (2019) de Tom Hopper

La adaptación cinematográfica de Cats uno de los musicales más longevos en los teatros de Broadway de la mano del director de Los Miserables (2012) Tom Hooper sonaba como un proyecto perfectamente ganador, pero sin embargo, conforme avanzó la filmación nadie se atrevió a detener el casi desastre de producción fílmica que ha terminado siendo.
 
La sinopsis en su trama aunque sea confusa nos presenta a los gatos Jellicle, una clase de felinos inventada por T.S. Eliot quien es el autor del poema en que se basa el musical que cada año tienen una ceremonia para escoger a un gato que ascenderá y reencarnará en una nueva vida en ese contexto, la tribu de los gatos Jélicos debe decidir cuál de ellos renacerá en una nueva existencia como cada año para quién de esos felinos ascenderá a Heaviside Layer y así poder renacer y volver en una nueva vida. Básicamente cantan hasta que el mejor de ellos se muere. Los únicos elementos rescatables de la nueva The Rocky Horror Picture Show como ha sido llamada por algunos críticos, son el formidable diseño de arte y las canciones, aunque éstas provienen del material original, así que ése no es mérito precisamente de la fallida película. Por otra parte, la nueva canción que compuso Andrew Lloyd Webber junto a la estrella de música pop Taylor Swift, “Beautiful Ghosts”, cumple solo a secas con el único propósito de obtener una obvia y lógica nominación al premio Oscar 2020, aunque a como están las cosas parece que ni eso lograron. 
 
La atractiva producción teatral de Londres estuvo 21 años en el West End, mientras que la de Broadway estuvo 18 años en cartel en la ciudad de Nueva York. Cats terminó ahogándose con una enorme bola de pelos y ninguna de las nueve vidas que tendría pudo revivirla con gatos antropomorfos como protagonistas. Aún así, lo cierto es que a diferencia de fracasos en taquilla y crítica como lo serían otras superproducciones como Liga de La Justicia (2017), Máquinas Mortales (2019) o Jupiter Ascending (2015), el musical de Hooper lejos está de ser un producto aburrido o mediocre. Estamos ante un evento visual de proporciones catastróficas, como lo sería un accidente automovilístico en el que sabemos que está mal mirar, pero todos necesitamos verlo con nuestros ojos para creerlo. Y eso pocas películas fallidas lo logran. Si el musical en teatro ha logrado tanto éxito internacional desde su estreno en 1982. 
 
¿En qué falla Cats la película? Pues en primera, que la experiencia teatral es muy diferente a la cinematográfica. En las tablas al público se le pide usar su imaginación y entrar en la convención de que el escenario que tienen al frente es un mundo felino y los actores disfrazados con maquillaje excéntrico son, en realidad, gatos. No obstante, en esta adaptación cinematográfica, la recreación de aquellos clásicos vestuarios se realizó con una mezcla de maquillaje, performance capture y efectos CGI que nunca se deciden si deben ser realistas o mostrarnos un mundo de fantasía. Porque lejos de ser innovadores, los efectos visuales son un gran distractor especialmente en los actores Rebel Wilson, James Corden, Judi Dench e Idris Elba. Si Cats tiene alguna posibilidad de tener un efecto positivo sobre Hollywood, quizás éste sea el servir de ejemplo para aquellas ideas que en papel en el guion parecían bien, pero que desde su ejecución ya se notaban problemáticas. Hay películas que pasan a la historia colectiva y personal como eventos cinematográficos de proporciones épicas con Cats, sin duda, es una de ellas. Y es que algo ha fallado en el camino de convertir Cats en la gran fantasía musical para todos los públicos de la temporada navideña, porque el resultado queda más cerca de una fantasía furry del doctor Moreau.
 
La condición de engendros digitales entre lo humano y lo bestial de los personajes viene subrayada por su irregular forma de sexualizarlos: de la gracilidad de Victoria (Francesca Hayward) al desparpajo de Jennyanydots (Rebel Wilson), a la que se presenta despatarrada rascándose el bajo vientre, pasando por la sensualidad gatuna de Bombalurina (Taylor Swift), el filme explota el potencial erótico de los cuerpos femeninos al tiempo que hace lo posible para disimular la anatomía masculina de los personajes de Rum Tum Tugger (Jason Derulo) o el malvado Macavity (Idris Elba). El desencaje continuo entre aquello que probablemente querían conseguir los responsables de Cats y lo que hemos visto finalmente en pantalla producto de la concepción escenográfica y la postproducción digital al menos en la primera versión proyectada, también se traslada a la recreación del universo de los mininos. Hooper y sus colaboradores no pretenden reproducir un Londres realista sino unos escenarios con una idiosincrasia propia. Pero aquí surge un inesperado problema con la escala: la desproporción entre el tamaño de los gatos interpretados por humanos y los decorados no se adecua ni a la realidad ni a lo verosímil, acentuando la sensación de desbarajuste que se extiende por toda la película.
 
Cats
 
No le busques tres pies al gato ni excelencia a Cats. Más allá de la cuestión camp, del pelaje CGI y del extraño bestiario protagonista, entre lo humano y lo felino, ideado por el mismo cerebro que nos regaló este 2019 la tecnología FaceApp, Cats, la adaptación a manos del cineasta ingles Tom Hooper del famoso musical de Andrew Lloyd Weber, frustarará tanto a los fetichistas de la obra original como a los interesados en las aventuras del cine digital y por los mismos motivos: su condición de oxímoron absoluto, que roza lo intolerable.
 
¿Es Cats, por tanto, una monstruosidad, una aberración estética? Quizá, aunque no tanto por la inintencionada fealdad de la propuesta, que dará para divertidos debates en las sobremesas navideñas, sino por su condición de incoherente pastiche que aúna lo teatral, lo cinematográfico y lo digital con poca o cero pericia. Es más que probable que el fracaso de Cats se deba a esa suma de elementos mal conjugados y a la falta de ambición de la propuesta, aunque suene paradójico porque lo que ha hecho Hooper es de un temeridad brutal. Pero hay decisiones de puesta en escena que no funcionan y que señalan confusión a la hora de orquestar el experimento. Si la estética camp de la obra queda fuera de la discusión porque venía de serie con el sello Lloyd Weber, en la versión de Hooper está mitigada por una pulidez digital inquietante, que elimina todo rastro del aspecto peluche característico de este musical gatuno.
 
¿Y qué ofrece a cambio? Una serie de rostros del stardom hollywoodense como Idris Elba, Judi Dench, Taylor Swift metamorfoseados en formas digitales, pero que reconocemos en esa extraña interfaz que es el escenario de la película. Tal vez por ello, Hooper explota los primeros planos, estropeando, como consecuencia, las coreografías y los números grupales. Todas padecen un exceso de montaje, aunque, a la vista está que no es lo único que sufre. Para amantes de lo inesperadamente bizarro y aficionados a prueba de bombas del musical admitámoslo. Que un musical donde intérpretes de carne y hueso encarnan a un grupo de gatos callejeros que compiten para ganarse una vida en los cielos con canciones de rebuscadas letras extraídas de un libro de poemas de T. S. Eliot haya sido un fenómeno en el West End y en Broadway durante décadas no deja de causar una mezcla de admiración y pasmo. Sobre todo, si tu primer contacto íntegro con Cats es a través de la adaptación cinematográfica llevada a cabo por Hooper.
 
El principal conflicto con la película que ahora se estrenó en fin de año 2019 no deriva de sus pequeñas infidelidades al original, sino más bien de lo contrario, de su afán de dotar de un hiperrealismo digital esa naturaleza híbrida ya presente en la obra de teatro: estamos ante una ficción con humanos metidos en la piel de felinos. Pero aquello que en su representación sobre las tablas no llega a cruzar el umbral de lo perturbador, en el filme adquiere una naturaleza involuntariamente cercana a lo siniestro. Los placeres extraños que dispensa la cinta de Hooper también surgen en buena parte de un descontrol respecto a los resultados del trabajo infográfico en una obra que quería generar una dimensión de pura fantasía gatuna partiendo de seres humanos. Pero Cats presenta un problema todavía mas de fondo: su director Tom Hooper fue encumbrado a partir del éxito de la sobrevalorada El Discurso del Rey (2010), ejemplo paradigmático de cine de regusto académico en el peor sentido de la palabra. Después firmó la adaptación de gran presupuesto de otro musical de renombre, Los Miserables (2012), y también pergeñó La Chica Danesa (2015), que en su aproximación a una persona trans implicaba un retroceso respecto a las políticas contemporáneas de representación queer.
 
En Cats se pone en evidencia hasta qué punto el realizador británico no sabe qué hacer con el material del que dispone, no solo en el plano de la (re)creación digital. En lugar de desarrollar una puesta en escena que eleve los números musicales, Hooper lleva a cabo lo contrario y espera que sean las canciones las que le levanten un filme sin un criterio sólido de dirección. La estructura del musical de Lloyd Webber se distancia de las convenciones narrativas al uso, y Hooper no consigue solventar esta peculiaridad de manera que Cats parece que no acabe de arrancar nunca. Su solución consiste en convertir a Victoria en una especie de conductora del relato, el personaje que guía al espectador por este territorio en el que ella también se siente extraña. Así el filme acaba trufado de innecesarios encuadres de Victoria contemplando o reaccionando al resto de escenas. Desde Bohemian Rhapsody (2018) que no asistíamos a una película musical con un montaje tan espantoso. A falta de una satisfacción cinematográfica, Cats al menos ofrece múltiples elementos para amenizar las conversaciones en estas fiestas navideñas y de fin de año 2019. Aunque le rescatamos a la película lo mejor que fue ver en algunos momentos de gestualidad típicamente gatuna, como los movimientos de las orejas con que se expresan los personajes que están ahogados por una bola de pelos recreados digitalmente.
 
Cats
NEW YORK, NEW YORK – DECEMBER 16: The cast of ‘Cats’ attends The World Premiere of Cats, presented by Universal Pictures on December 16, 2019 in New York City. (Photo by Kevin Mazur/Getty Images for Universal Pictures)
 
Mi 7 de calificación a este filme ya que puede extraerse cierto goce en lo que tiene Cats de gran mala película de la era digital, entendiendo el concepto tal y como lo desarrolló el crítico J. Hoberman en su reivindicación pionera del cine de Ed Wood. Si la gracia de los filmes del rey de la serie Z radicaba en su subversión inintencionada de las normas básicas de narrativa y dramaturgia clásicas, los placeres extraños que dispensa el film de Hooper también surgen en buena parte de un descontrol respecto a los resultados del trabajo infográfico en una obra que quería generar una dimensión de pura fantasía gatuna partiendo de seres humanos.
 
Lo mejor: fue ver algunos momentos de gestualidad típicamente gatuna, como los movimientos de las orejas con que se expresan los personajes pero ahogado por una bola de pelos. Con lo peor que el recuerdo grotesco que dejan las caracterizaciones de Judi Dench o Idris Elba. No hay mejor forma de ver el nuevo musical de Tom Hopper que acompañado. Y es que son tantas la veces que uno se siente confundido por lo que ven sus ojos, que es necesario compartir ese aturdimiento cuasi etílico con alguien. Sin duda así será el futuro de Cats: la gente se reunirá para verla y no parar de reír. Por supuesto, ésta no era la forma en que Hooper y compañía querían que su adaptación del musical de Andrew Lloyd Webber fuera visto. Pero para su desgracia, una vez que habían comenzado, era ya muy tarde de arrepentirse. Y lo mismo va para la empresa fílmica Universal Pictures, quienes seguramente sintieron lo mismo al momento de darle luz verde al arriesgado y fallido proyecto cinematográfico.
 
Reseña Cats
 
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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