Sonic La Película | República Cinéfila
De la clásica cinta “ET” (1982) a la fecha, la idea del extraterrestre que llega no para hacer la guerra sino para hacer amigos ha sido explotada una y mil veces y Sonic: La Película lo vuelve a hacer con un aire de levedad que se agradece.
Sonic, el puercoespín corredor, fue un personaje muy popular de los videojuegos en los años 90’s, la epoca en que la lucha estaba dada entre las compañías de Sega con Nintendo, y los videojuegos eran un poco más simples que ahora: de hecho este personaje era una suerte de respuesta de Sega al exitoso Mario Bros de Nintendo.
La película que busca revivirlo un poco tardíamente, hay que decirlo tiene mucho del cine -y del entretenimiento- de aquellas épocas, donde las cosas no eran ni tan gigantes, ni tan ambiciosas, ni tan bigger than life como en el cine mainstream de estos tiempos. Idea que se traduce, incluso, a la presencia de una estrella en el rol del villano para montar su show personal. Digamos que Jim Carrey, como el villano Dr. Robotnik, tiene todas las condiciones para hacerlo y, cuando lo sueltan un poco, aporta ese grado de locura que películas tan de fórmula y tan familiares como estas necesitan para respirar. En la sinopsis oficial, esta cinta basada en la serie de videojuegos de Sega, es una de las más famosas y más vendidas en todo el mundo, “Sonic: La película” narra cómo el erizo más rápido del mundo encuentra un nuevo hogar en la Tierra.
En esta comedia de aventuras de imagen real, Sonic y Tom (James Marsden), su nuevo amigo íntimo, unen sus fuerzas para defender al planeta frente al malvado Dr. Robotnik (Jim Carrey), y sus planes para apoderarse del mundo. Según la sabiduría popular, las adaptaciones de videojuegos al cine no funcionan. Nunca. Salvo afortunadas y discutidas excepciones como en el filme de “Pokémon: Detective Pikachu” (2019), los intentos de convertir píxeles en fotogramas se han saldado, bien con tropezones entrañables, bien con desastres sin paliativos. Y, aunque las razones de esto son múltiples, la más evidente está en el hecho de que un juego se define, ante todo, por sus mecánicas, algo imposible de trasplantar a pantallas de otro tipo. Bien es cierto que el formato lleva ya mucho tiempo desarrollando sus propias formas de narrativa, pero los intentos de convertir estas en lenguaje cinematográfico han dado lugar a cosas como “Assassin’s Creed” (2017). Lo cual, según se mire, es aún peor. Aquí, gracias al regreso a la comedia de un formidable Jim Carrey es muy disfrutable, porque busca entretener lógicamente al público de los más pequeños y que le dará a los fanáticos de hueso colorado una obvia razón para desconectarse durante hora y media.
Así pues, el hecho de que “Sonic: La Película” parta de un original esquemático con ganas es a la vez una maldición y una bendición. Si bien las aventuras del erizo de Sega siguen un desarrollo esquemático con ganas en el cual la trama es lo de menos, esto hace que el filme se vea libre de grandes cánones o líneas argumentales ineludibles, más allá de unos cuantos guiños y referencias al original. Gracias a esto, Sonic puede permitirse ser ella misma porque es una comedia de fantasía destinada al público infantil que se salva de la vergüenza ajena. Y, si recordamos las risotadas que despertó la promoción del filme, ese es el mejor resultado posible. Los mejores momentos de Sonic aparecen cuando su guión se atiene al libro de estilo a lo Steven Spielberg, fijándose en los sentimientos de su protagonista CGI (tan aficionado a dialogar consigo mismo como Will Smith en Soy Leyenda) y en los de su partenaire humano, el siempre chispeante James Marsden (vale, eso era una broma).
La película también cobra viveza cuando Jim Carrey le hace trastadas al resto del reparto: lástima que el actor de El Show de Truman pase la mayoría del tiempo encerrado en el mismo set. Por otra parte, dado que Sonic surgió como una mascota malota en los 90, no podemos quejarnos si su gracejo resulta forzado: hace 30 años, el erizo habría hecho chistes de skateboard, y si ahora los hace de youtubers, pues qué vamos a hacerle. La mascota de Sega no rompe barreras, pero escapa del bochorno. Donde la película patina, eso sí, es en las escenas de acción por la edición de un montaje con poco fuste, conceptos manidos ¿recuerdas la escena en tiempo bala de “X-Men: Días del Futuro Pasado” (2016)? Pues aquí tendrás lo mismo, no una, sino dos veces y esos drones tan poco carismáticos son problemas de mucha envergadura. Debido a ellos, momentos que deberían haber quedado como surtidores de adrenalina terminan pareciendo tiempos muertos entre gag y gag. Y, aunque probablemente los peques disfrutarán con sus chispazos azul eléctrico, es difícil olvidar que estas efusiones de CGI se deben a un estudio (MPC Vancouver) que exprimió a sus trabajadores antes de ponerlos en la calle. En este último aspecto, parece ser, la industria del cine y la de los videojuegos sí que se parecen. Demasiado.
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