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La Casa Gucci | República Cinéfila

Desde hace muchos años, la obra de un buen director como el veterano cineasta británico Ridley Scott resulta imprevisible, y rara vez en el buen sentido. Si, entre su abismal producción cinematográfica de la pasada década, el realizador ingles supo ofrecernos una joya delirante como El Consejero (2013), este año hace doblete con un filme de época muy aprovechable como lo fue El Ultimo Duelo (2020) cuyo estreno mundial se atrasó por la pandemia global de coronavirus y que lamentablemente fue poco apreciado por el gran público siendo un desastre en taquillas internacionales, ahora Scott nos trae La Casa Gucci, este drama que aspira a ser una obra magna en duración, reparto y ambiciones, pero que acaba haciendo equilibrios en las fronteras del tostón. Scott, siempre fastuoso y meticuloso, hace una perfecta recreación de las décadas en los años 70, 80 y 90 para seguir esta relación tóxica, marcada por la ambición de ella quien, desde un inicio, hizo un plan para atrapar al heredero millonario y convertirlo en su esposo.

En la sinopsis de la trama, esta cinta esta ambientada en la década de los años 90, sigue el caso del asesinato de Maurizio Gucci, en el cual se vio implicada al ser acusada de haber contratado un sicario para acabar con la vida de su marido. Tal y como se nos plantea esta película, La Casa Gucci podría haber sido la historia de un asesinato cocido a fuego lento durante décadas, una saga familiar a la Corleone llena de rencores y codicia o la deconstrucción de esa endogamia consustancial al pijerío merced a la cual una mujer como Patrizia Reggiani (Lady Gaga, efectivamente oscarizable) figuraría siempre como cuerpo extraño dentro de un clan enfermizo y linajudo. A partir del encuentro de Maurizio con Patrizia Reggiani (Lady Gaga) y su subsecuente relación de pareja, el mundo de los Gucci será sacudido en todo sentido. Desde hecatombes financieras, hasta letales consecuencias. Tratando de ser todas esas cosas a la vez, la cinta acaba por no destacar en ninguna, aburriéndose y aburriéndonos.

Para colmo, los impostadísimos acentos italianos del reparto hacen que el visionado en VO evoque la frase “¡ahí va, qué chorrazo!” más de una vez, estropeando interpretaciones interesantes como la de Jared Leto, para mi gusto y criterio personal los únicos que salen indemnes de esta decisión son la propia Gaga y, sobre todo, un Al Pacino cuyo truhán con jeta de cemento traicionado por su propio hijo evoca a Alberto Sordi.

Este largometraje en realidad no nos vende drama de lujo, pero si nos entrega una especie de culebrón televisivo de mercadillo. Basada en eventos reales, La Casa Gucci explica cómo se urdió la trama para que la despechada Patrizia Reggiani (Lady Gaga) eliminara fríamente a Maurizio Gucci (Adam Driver) quien, al abandonarla, destruyó sus sueños palaciegos. El imperio Gucci, creado por visionarios italianos, han impuesto durante décadas moda y estilo con la marca que fue cimbrada por el asesinato del heredero Maurizio Gucci, en manos de quien era su exesposa, Patrizia Reggiani, que pasa a la historia como la arribista que destruyó el legado, e hizo que todos los integrantes de la familia quedaran fuera del negocio millonario, que hasta ahora subsiste con prósperas finanzas.

El contexto, ambientado por el auge de la música disco en los 70, es la explicación didáctica de cómo se formó la legendaria firma, que hicieron crecer los hijos del fundador, los astutos y enérgicos, Aldo (Al Pacino) y Rodolfo (Jeremy Irons), y que tuvieron que heredar a sus propios vástagos, el tonto Paolo (Jared Leto) y el pusilánime Mauri. Pero sorpresivamente, Scott, de ordinario fino en sus grandes ensambles actorales, ahora parece que se resbala al convertir esta trama criminal en un largo culebrón italiano, que tiene muchos momentos de humor involuntario, como si fuera una comedia negra sobre un hecho deplorable, en el que no queda espacio para la risa. En medio de la lamentable decadencia de esta generación de creadores, todos los personajes se ven en marcha forzada, al hablar en inglés, pero con acento italiano, como si hubiera una incómoda confusión de idiomas.

Y es que con un reparto tan notable como el que nos presenta, donde además de los ya citados participan Jared Leto como Paolo Gucci y Salma Hayek como Giuseppina «Pina» Auriemma, opta por que sus personajes italianos en la película hablen en inglés con acento italiano. Dependiendo de cada histrión resulta la forma de aproximarse a este estilo. En el centro de la acción se encuentra un show espectacular de Lady Gaga, convertida ya en una actriz protagónica, muy segura en su interpretación de la superhembra histérica que enloquece de ambición, al subir, en un parpadeo, a la cumbre de la pirámide social. Ella es muy bella, provocativa e inescrupulosa, luce en el papel de la inculta consorte que demuestra una intuición natural para la intriga. Porque pacientemente opera para que los familiares se confronten y se desprendan de sus fortunas para favorecerla a ella, con el pretexto de buscar la seguridad para el hogar que ha creado con su manipulable marido. Hasta que la traición es demasiado evidente y el karma se le revierte con desprecio y relego, que no puede soportar. Vaya, que esto es todo una telenovela.

Lo que viene sucediendo con Ridley Scott es cuando menos llamativo: indudablemente es un tipo al que le gusta filmar y por eso trabaja sin parar, recordemos este año 2021 también estrenó el estupendo filme El Ultimo Duelo y se está preparando para rodar un biopic sobre Napoleón, pero no logra en lo más mínimo que eso se traslade a su más reciente filmografía. Sus películas existen y transcurren, pero no persisten, son incapaces de mantenerse en la memoria del espectador. De vez en cuando exhibe energía y vocación narrativa, como en Misión Rescate (2015), pero la mayoría de su cine es efímero, incluso sin un propósito definido más allá de la mera existencia. Y esto aplica más que nunca a ese larguísimo desfile de modas que es La Casa Gucci. Esa sensación de vacío constante que atraviesa la película es un tanto sorprendente, teniendo en cuenta que había mucho para contar. Quizás eso sea parte del problema, porque estamos ante un relato basado en hechos reales que aborda múltiples procesos, figuras históricas y temáticas. La primera parte, centrada en el romance entre Maurizio Gucci (Adam Driver), heredero de la dinastía familiar de la moda, y Patrizia Reggiani (Lady Gaga), de orígenes bastante más humildes, es por lejos la más llevadera. No tanto por la puesta en escena de Scott, sino por la empatía que generan Driver y Gaga, a partir de cómo fusionan introversión y extroversión desde sus respectivos personajes. Ese tramo, para nada innovador pero efectivo, delinea algunas de las tensiones por venir, ya que estamos ante una pareja de outsiders que, eventualmente, se van a ver metidos de lleno en el negocio familiar, donde jugarán roles decisivos.

La Casa Gucci
Lady Gaga estelariza como Patrizia Reggiani en la cinta de Ridley Scott
HOUSE OF GUCCI
A Metro Goldwyn Mayer Pictures film
Crédito de Foto: Fabio Lovino
© 2021 Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc. All Rights Reserved.

Mi 8 de calificación a esta más que buena cinta La Casa Gucci que a diferencia del libro, omite la historia de Guccio Gucci (1881-1953) y la fundación de su imperio de la moda porque se centra en la debacle de sus descendientes. El nombre completo del libro en el que está basada la más reciente entrega fílmica de Ridley Scott es La Casa Gucci: Una sensacional historia de asesinato, locura, glamour y avaricia que fue escrito por Sara Gay Forden y publicado en el año 2001. Está basado en una investigación en la que invirtió un par de años. Con el respaldo de tres lustros de experiencia como periodista de moda en Italia. De sus hijos Aldo (Al Pacino) y Rodolfo (Jeremy Irons) y muy en particular de su nieto Maurizio (Adam Driver) con el crimen y decadencia en la moda , que parece más un drama de película de televisión porque llama la atención que el director haya dejado que Pacino y Leto se salieran de control.

Al, siempre seductor, aquí luce como El Padrino en su etapa de decrepitud, aunque obeso y cascabelero. No se entiende como es que Jared desarrollara su papel en forma de caricatura, con improvisaciones que parecen de comedieta, al convertir a Paolo no sólo en un tipo repulsivo, si no detestable, en una especie de Fredo diluido, sin el carisma de John Cazale. Salma Hayek, como exótica latina, es convertida en una vidente que asesora, con supercherías y lectura de cartas, a la lastimada Patrizia, a la que incluso le ayuda a concretar sus planes malévolos. Debajo del glamour de la moda, dice Scott, hay una lucha salvaje de intereses corporativos, en el que los mafiosos, elegantes y estrellas de la sociedad, se apuñalan y se tiran zarpazos para quedarse con el gran botín de una industria que produce riqueza interminable a quien sabe capitalizar las oportunidades que ofrece.

El jet-set ochentero queda muy bien retratado. Parece que La Casa Gucci es una película hecha para los viejos, que siguieron en el milenio pasado las desventuras de los ricachones que vivían a todo lujo y quienes, eventualmente, eran exhibidos en sus traiciones y ridículos públicos. Será interesante saber si interesa el público juvenil, que puede ser indiferente a esos temas de escándalos remotos. La Casa Gucci es una farsa vitriólica donde adivinas a Giannina Facio, esposa de Ridley Scott y productora, susurrando al oído de este anécdotas sangrantes. Donde el director hace un ajuste de cuentas a costa de las galas y desfiles de moda a los que tuvo que asistir y donde parece revisar su propia trayectoria: un Studio 54 puro Blade Runner; las criaturas gigantescas fosilizadas de Alien, el octavo pasajero que son las que no aceptan a Patrizia Reggiani en su planeta, o los personajes descastados, antipáticos, que en la violencia hallan su lugar en el mundo (Russell Crowe en Gladiator o Matt Damon en El último duelo).

Aquí es una desbordante y genial Lady Gaga, capaz de ir del chic 60’s más Blake Edwards como la estación de esquí de la clasica cinta La Pantera Rosa (1962) a la más racial italiana ambiciosa y celosa digna de cualquier comedia de Pietro Germi, pasando por la maldad fashion de una Lady Macbeth interpretada por la Joan Collins de Dinastía y nacida de un best seller de Jackie Collins, que es lo mejor de Lady Gaga merecedora del Oscar; o del Razzie, da lo mismo. Ni todo el dinero del mundo, ni toda la hemofilia socialite de los dioses de la moda te salvan de alimentar, como el millonario Mason Verger de Hannibal, a los cerdos de la ambición. Sumada a la magnífica Todo el dinero del mundo (2017), La Casa Gucci parece estar construyendo en la filmografía de Ridley Scott una réplica en pantalla grande de la televisiva American Crime Story.

Gucci
Adam Driver como Maurizio Gucci, Jared Leto como Paolo Gucci y Lady Gaga como Patrizia Reggiani en la película de Ridley Scott
HOUSE OF GUCCI
A Metro Goldwyn Mayer Pictures film
Crédito Foto: Fabio Lovino
© 2021 Metro-Goldwyn-Mayer Pictures Inc. All Rights Reserved.

La crónica negra de ricos y famosos narrada como si fuera una mozartiana ópera bufa llena de oropel, exceso, mal gusto y sátira. Eso o acaso una muy personal, y por completar, Trilogía de la vida pasoliniana donde los cuentos populares son los chismorreos de los tabloides. Si en la reconstrucción del secuestro del heredero Getty la presión obligó a Scott a sustituir, con la película ya rodada, a un Kevin Spacey mutado en una gárgola por un señorial Christopher Plummer, en este esperpéntico cuento de hadas alrededor del asesinato del nieto del heredero del imperio Gucci se ha resarcido con una galería de personajes directamente grotescos, hipermaquillados, caracterizados como en la comedia del arte.

Una parada de los monstruos absoluta donde toda la belleza y elegancia que se diseña para ser expuesta es en realidad deformidad y patética decadencia. La Casa Gucci como La Casa Usher de Edgar Allan Poe. Sin embargo, ya entrada la segunda hora, todo se empieza a complejizar y La Casa Gucci pasa a ser muchas películas a la vez. Por un lado, un retrato de una etapa de transición entre los ochenta y los noventa, con el ascenso de figuras como Gianni Versace y Tom Ford, pero también el final de las empresas familiares y el surgimiento de las grandes corporaciones dentro del ámbito de la moda. Por otro, la historia de la decadencia de la estructura y el sello familiar de los Gucci, con todas sus intrigas cuasi palaciegas. Y, además, el proceso de disolución matrimonial entre Maurizio y Patrizia, que termina derivando en un homicidio por encargo.

A Scott parece importarle más lo segundo, aunque se vea arrastrado y comprometido a focalizarse en lo tercero, mientras que lo primero lo deja casi de adorno. Sin embargo, no puede amoldar las tres vertientes, con lo que se dedica a administrarlas más que narrarlas. De ahí que La casa Gucci se limite a contar todo casi como un mero trámite burocrático, sin ninguna pasión y confiando en lo que puedan dar los rubros técnicos. Eso hasta le hace perder la chance de explotar a fondo el tono paródico y paroxístico de las actuaciones de Gaga, Driver, Jared Leto, Salma Hayek, Al Pacino y Jeremy Irons, que quizás entendieron mejor que Scott el artificio y el grotesco que poblaban los eventos narrados. El tono plano e indefinido, donde importa más el lujo exhibido que los conflictos, o la banda sonora más que el diseño de los personajes, convierten a la película en un objeto desapasionado, carente de vigor, que solo puede explicar lo que sucede desde la palabra y no desde las acciones.

La incapacidad -o la pereza- de Scott para desplegar los distintos elementos de la trama es tal, que, al pasar la duración de sus dos horas y media, La Casa Gucci termina resolviendo todo a las apuradas, sin claridad y consistencia. En el medio, los protagonistas están condenados a ser casi unas meras caricaturas, en una película algo insulsa y si en verdad, muy entretenida/divertida en su forma pero que en su fondo desaprovecha del todo a una historia que tenía mucho más potencial.

Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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