El Departamento de la Policía Metropolitana de Tokio ha marcado un hito en la lucha contra los delitos emergentes de la era digital con el arresto de cuatro individuos, de entre 20 y 50 años, acusados de vender imágenes explícitas de mujeres ficticias generadas por Inteligencia Artificial (IA) a través de internet. Este caso representa la primera acción penal en Japón dirigida específicamente contra la comercialización de este tipo de material, sentando un precedente significativo en la regulación de la IA.
Los sospechosos, entre los que se encuentran el comerciante Tomohiro Mizutani, de 44 años, y el oficinista Takashi Suganuma, de 53, enfrentan cargos por la distribución de material obsceno. Según las autoridades, el grupo utilizaba herramientas de IA generativa, muchas de ellas de acceso gratuito, para crear imágenes de gran realismo de mujeres adultas desnudas que no existen en la realidad.
El método era relativamente sencillo pero altamente efectivo. Entrenaban a los modelos de IA utilizando un vasto archivo de imágenes obtenidas de internet. Posteriormente, introducían comandos de texto específicos, conocidos como prompts, tales como «piernas abiertas» o «uniforme escolar», para que el software produjera las imágenes deseadas. Estas creaciones eran luego impresas en formato de póster, comercializadas bajo el atractivo título de «bellezas de IA» (AI gravure) y vendidas en línea por varios miles de yenes cada una.
El negocio demostró ser extremadamente lucrativo. Las investigaciones revelaron que solo Mizutani había logrado amasar más de 10 millones de yenes (aproximadamente 64,000 dólares) en tan solo un año gracias a estas ventas. Los cuatro sospechosos han admitido los cargos. Mizutani justificó sus acciones señalando los altos márgenes de ganancia, mientras que Suganuma describió la operación como una iniciativa empresarial autodidacta.
Este caso surge en un momento de auge global del contenido explícito generado por IA, incluyendo los conocidos «deepfakes» que superponen rostros de personas reales en material pornográfico. Si bien estas tecnologías han planteado complejos dilemas éticos y legales en todo el mundo, la acción de la policía japonesa es una de las primeras en enfocarse directamente en el comercio de imágenes obscenas de personas completamente ficticias.
La legislación japonesa sobre obscenidad, que prohíbe la distribución de material considerado «excesivamente estimulante para el deseo sexual y ofensivo para el sentido común de la vergüenza sexual», no distingue si el sujeto representado es real o ficticio, lo que ha permitido a las autoridades actuar en este caso.
Expertos legales y activistas han advertido durante mucho tiempo sobre el potencial de la IA para generar contenido dañino y no consentido. Si bien las imágenes en este caso no involucraban a personas reales, subrayan la facilidad con la que se puede producir y monetizar material obsceno, lo que podría sentar las bases para crímenes más graves.
Las autoridades japonesas han emitido una clara advertencia, declarando que intensificarán sus esfuerzos para combatir los delitos impulsados por la inteligencia artificial a medida que la tecnología continúe avanzando y volviéndose más accesible. Este caso pionero en Japón podría servir de modelo para que otras naciones aborden la creciente marea de contenido sintético y sus implicaciones para la seguridad y la sociedad.