Mientras Japón celebra cifras récord de turismo gracias a eventos como la Exposición de Kansai, un reportaje de la revista Shukan Post destapa una creciente y lucrativa industria ilícita que opera en las sombras, aprovechando vacíos legales y la facilidad de las nuevas tecnologías.
Japón vive un momento dorado en cuanto a turismo internacional. Impulsado en parte por la Exposición de Kansai, el país ha visto un flujo de visitantes sin precedentes. Solo en 2024, los turistas extranjeros han inyectado aproximadamente 1.7 billones de yenes a la economía, con los viajeros procedentes de China liderando las cifras. La mayoría llega para disfrutar de la gastronomía, las compras y los paisajes en actividades completamente inocentes. Sin embargo, una investigación de la revista japonesa Shukan Post (edición del 17-24 de octubre) ha puesto el foco en una cara mucho más oscura y clandestina de este auge: el turismo sexual.
El caso más reciente que destapó esta red estalló el 17 de septiembre, cuando la Policía de la Prefectura de Osaka anunció el arresto del gerente y varios empleados de un negocio de «salud a domicilio». Este servicio, operado por un ciudadano chino, se especializaba en ofrecer servicios sexuales a domicilio exclusivamente para turistas y empresarios de China, empleando para ello a mujeres japonesas. Según un periodista de un diario nacional, la red se hizo popular porque ofrecía honban (el término japonés para referirse al acto sexual completo), un servicio que se coordinaba para ser entregado directamente en hoteles, residencias e incluso en minpaku (alojamientos privados).
El Rol Clave de los ‘Minpaku’ y la Tecnología
Los minpaku, apartamentos y casas de alquiler temporal, han experimentado un crecimiento explosivo para satisfacer la abrumadora demanda hotelera. Su costo, incluso en una ciudad tan cara como Tokio, puede ser tan bajo como 15,000 yenes por noche, y su reserva se facilita a través de agencias de viaje y aplicaciones chinas, con pagos realizados mediante servicios como WeChat y Alipay.
Este sistema ha creado el caldo de cultivo perfecto para operaciones ilegales. «Los chinos adinerados que han comprado condominios en Japón los alquilan a sus compatriotas por día», explica Tatsuya Kurata, un periodista especializado en la industria del sexo. «Algunos evitan las regulaciones de los minpaku tratando directamente con los inquilinos, y hemos visto casos en que operadores de la industria sexual utilizan estos alojamientos como bases para ofrecer servicios exclusivamente a hombres chinos».
La Perspectiva desde Dentro
Un reportero del Shukan Post logró contactar a una estudiante universitaria japonesa que trabaja para uno de estos servicios. Según su testimonio, la demanda es constante, llegando a atender a diez o más hombres al día, la mayoría turistas o en viajes de negocios.
«Últimamente, la demanda ha aumentado mucho entre quienes se alojan en minpaku«, relató. «Es una falta de consideración para los dueños, pero en algunos de esos lugares es común encontrar condones tirados por el suelo y la ropa de cama hecha un desastre». Además, señaló que algunos clientes chinos son conocidos por dar generosas propinas de 10,000 yenes o más sobre la tarifa. Culturalmente, la interacción es muy directa: «Muchos chinos van directo al grano, sin intentar conversar ni juegos previos. Incluso los que pagan por una segunda ronda, a menudo terminan la primera vez y me dicen: ‘Ya basta, ya puedes irte'».
Las redes sociales chinas como Xiaohongshu son foros abiertos donde se comparte información sobre cómo y dónde encontrar prostitutas en Japón. «Una chica ‘tipo Lolita’ era tan linda que me la quería llevar a China», se lee en una publicación.
Un Vacío Legal que Facilita el Negocio
Lo que incentiva este fenómeno es la abismal diferencia legal entre ambos países. Mientras que en China contratar servicios sexuales se castiga con hasta 15 días de prisión y multas de hasta 5,000 yuanes (más de 100,000 yenes), la ley japonesa es mucho más laxa con el cliente.
«Con la excepción de tener relaciones con un menor de edad, en Japón básicamente no hay sanciones por pagar por sexo», explica el abogado Shinya Moriwaki. «La aplicación de la ley se centra principalmente en quienes organizan o incitan a la prostitución, es decir, en los proxenetas y no en los clientes».
El Fenómeno del ‘Papa Katsu’ y los «Sugar Daddies» Chinos
Más allá de la prostitución directa, algunos visitantes chinos también se han sumergido en la cultura del papa katsu, el término japonés para los «sugar daddies». Mujeres japonesas, especialmente en el cosmopolita barrio de Minato en Tokio, han comenzado a buscar activamente a clientes chinos adinerados en bares de zonas exclusivas como Roppongi o Nishi Azabu.
«El precio actual por un acuerdo con un hombre chino oscila entre 150,000 y 300,000 yenes», confesó una mujer de unos 20 años a la revista. «Una amiga cercana recibe un millón de yenes de un empresario chino, y a cambio, asiste a sus fiestas cada vez que él la llama». Curiosamente, la barrera del idioma, donde la comunicación se limita a un inglés básico, es vista por algunas como una ventaja para evitar el desarrollo de vínculos emocionales. «Pero como quiero seguir viendo hombres chinos, he empezado a tomar clases de mandarín», admitió la joven.
Según el periodista Kurata, «antes, los visitantes chinos accedían a estos servicios en zonas rojas tradicionales como Yoshiwara o Kabukicho. Pero gracias a la expansión de las redes sociales, es mucho más fácil y discreto encontrar compañía femenina, incluso en ciudades rurales».
Aunque estos hombres representan solo una pequeña fracción de los millones de turistas chinos, el fenómeno evidencia cómo la globalización y la tecnología están creando nuevas y complejas dinámicas sociales. Como concluye el reportaje de Shukan Post, es inevitable que algunos busquen «experiencias profundas», pero el problema surge cuando estas experiencias cruzan la línea de la legalidad, alimentando una industria clandestina en pleno corazón de Japón.