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Glass Onion: Un Misterio de Knives Out | República Cinéfila

Glass Onion: Un Misterio de Knives Out

En esta formidable secuela, el director Rian Johnson redobla la apuesta y construye un dispositivo gigantesco, que, a pesar de sus logros, pierde algo del norte en su constante voluntad ostentosa. Una de las primeras cosas que saltan a la vista en Glass Onion: Un Misterio de Knives Out es la inmensa cantidad de dinero que se gastó en el proyecto cinematografico.

Es cierto que el filme está situado en una isla privada de un millonario caracterizado por la ostentación constante, pero hay también en la puesta en escena de Johnson una voluntad permanente por dejarle en claro al espectador que hay un presupuesto altísimo, incluso cuando no es necesario. Todo es gigantesco, brilloso y lujoso, en un juego de interacción con la trama un tanto peligroso, en el que el diseño de arte se impone junto con el artificio a los aspectos narrativos más relevantes.

Convengamos que la primera parte de la saga del detective Benoit Blanc (Daniel Craig) también indagaba en el poder del dinero y sus repercusiones afectivas en las personas en un único espacio cargado de simbolismos. Pero si ahí la cuestión de fondo eran las conductas familiares en la primera cinta del 2019, acá es el clásico círculo de amigos: el millonario en cuestión (Edward Norton explotando su lado más jodido), uno de esos tipos que tiene a cada rato ideas tan alocadas como potencialmente exitosas, invita a su pandilla a un fin de semana de fiestas y diversión en un lugar aislado del resto del mundo.

Allí llegan una actriz (Kate Hudson) y su secretaria (Jessica Henwick); un influencer (Dave Bautista) y su novia (Madelyn Cline); una gobernadora (Kathryn Hahn); y un científico encargado de llevar a la concreción sus invenciones (Leslie Odom Jr.). Y, también una ex socia y ahora enemiga (Janelle Monáe), además de, claro, Blanc, que arriba a la reunión por error, sin haber sido invitado. Cuando el anfitrión plantea un juego de misterio en el que hay que resolver su propio asesinato, los acontecimientos se descontrolarán, habrá muertes y empezarán a surgir una enormidad de trapitos sucios que estaban esperando a salir al sol. Irá quedando claro, entonces, que a ese grupito de amigotes no los une tanto la amistad, sino la conveniencia, el temor y otras emociones violentas.

Como señalába previamente, a Johnson le interesa ahondar en las implicancias de la riqueza, en cómo es usada como instrumento de opresión o liberación, en cómo define las relaciones afectivas y profesionales para bien o para mal. El gran mérito del filme original Entre Navajas y Secretos consistía en cómo, para explorar esta temática, utilizaba las herramientas genéricas del policial tradicional, pero también de la comedia, para unirlas y combinarlas de forma fluida y así extraer conclusiones que tenían mucho de sociológicas, pero que estaban lejos de un subrayado solemne. Lo que se imponía era el tono chispeante, un humor sarcástico que aún así no les quitaba humanidad a personajes clave.

Este factor solo aparece de a ratos en Glass Onion, donde prevalece un imaginario visual brilloso y la comicidad luce mucho más apagada, o más relegada por la necesidad de bajar línea por parte de Johnson. Esa escasez de diversión hace a la película un dispositivo gigantesco y a la vez un poco ombliguista, explosivo incluso literalmente pero también efímero, que dice muchas cosas y al mismo tiempo pocas realmente sustanciales. Y que también repite estructuras narrativas de fondo, sin innovar, solo inflando su premisa en una operación de retroalimentación con los artificios que bordea y hasta cae en el cancherismo.

Se le podrá agradecer a Johnson su devoción por los relatos al estilo de la escritora Agatha Christie y sus ganas de construir un universo similar, pero afincado en el cine a partir de una interacción entre lo clásico y lo contemporáneo. También su voluntad por romper todo, aunque sea de forma calculada, y su habilidad para conducir al espectador por su cuento policial, incluso cuando ya ha mostrado todas las cartas.

Sin embargo, ese cálculo convierte a Glass Onion en una película algo fría y demasiado preocupada por mostrar cuán ambiciosa es, hasta el punto de relegar a sus personajes al rol de meros objetos para enunciar puntos de vista. A veces, la acumulación no necesariamente suma, sino que resta potencia y complejidad. Porque luego de realizar Looper, toda una obra maestra de la ciencia ficción y los viajes en el tiempo, el director Rian Johnson fue vapuleado por revitalizar la franquicia de La Guerra de Las Galaxias con Star Wars: El Ultimo Jedi, una cinta emocionante, entretenida y colmada de sorpresas, así los amargados digan lo contrario.

Ahora con esta producción original de la plataforma Netflix, con un elenco de lujo, un detective muy particular y algo de sátira social hacen de esta cinta de misterio toda una delicia para los amantes del género con la secuela, porque Blanc deberá resolver el misterio de un asesinato ocurrido en una isla privada en Grecia, propiedad de Miles Bron, un multimillonario de la tecnología interpretado por Norton. El guionista y director de la película, Rian Johnson, hace de esta entrega donde se ve más protagonismo por parte de Blanc. ya que en la primera producción, debido a la estructura del guion, Marta, el personaje de Ana de Armas, fue la protagonista.

De cierto modo, Blanc era la amenaza”, ahora en cambio, en esta, Blanc recibe una invitación para unirse a este misterio de asesinato en la isla. Conocemos al llamativo e interesante grupo de estas personas y nos adentramos en este mundo a través de sus ojos. El elenco y reparto de estrellas de cine hollywoodense de la cinta es complementado con brillantes cameos de actores en diversas escenas como Ethan Hawke, Jessica Henwick, Dave Bautista, Madelyn Cline y la recientemente desaparecida Reportera del Crimen, la veterana actriz Angela Lansbury, a quien esta dedicado el largometraje.

Mi 8.5 de calificación personal a este largometraje, porque de una manera ambiciosa e inteligente, Johnson decidió crear su propia franquicia, inspirado en el juego de Clue y en las novelas de misterio de Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie, G.K. Chesterton y Georges Simenon. Es así que Johnson creó a Benoit Blanc, un personaje en la tradición de Sherlock Holmes, Hercules Poirot, Mrs. Marple, el Padre Brown y Jules Maigret. Que Daniel Craig, nada menos que James Bond, interpretara a este detective privado, fue la cereza del pastel.

Entre Navajas y Secretos fue una grata sorpresa para los amantes de los libros y las películas de misterio, y le dio un nuevo respiro a la cansada estructura narrativa del whodunit, término utilizado en los dramas policíacos para referirse a las historias en las que un detective excéntrico y erudito, intenta resolver un crimen y descubrir al culpable entre un grupo de sospechosos variopintos.

Ahora, gracias a Netflix, el detective con acento y vestimenta particulares, regresa para resolver un nuevo misterio en una secuela titulada Glass Onion (cristal de cebolla) que hace referencia a una canción de los Beatles y que, como su predecesora, está conformada por un elenco de lujo. Blanc es invitado a una isla privada, propiedad de Miles Bron (Edward Norton), un magnate de la tecnología inspirado en Steve Jobs, Bill Gates, Jeff Beezos, Richard Branson y Elon Musk, todos en uno. Bron invitó a sus amigos y socios para resolver el misterio de su asesinato. Lo curioso es que él sigue vivito y coleando. El grupo de amigos llamado por Bron “los disruptores” (aunque un nombre más apropiado pudo haber sido “los cancelados”), está conformado por la fashionista Birdie Jay (Kate Hudson), el hombre de ciencia Lionel Toussaint (Leslie Odom Jr.), el musculoso y tatuado influencer Duke Cody (Dave Bautista), y la congresista Claire Debella (Kathryn Hahn). Los acompañan Peg (Jessica Henwick), la asistente de Birdie; Whiskey (Madelyn Cline), la sexy novia de Duke; y Andi Brand (Janelle Monáe), la ex socia de Bron con quien tuvo una separación más que amarga. Lo curioso es que Andi haya respondido a la invitación, ya que lo odia a muerte.

Más curioso aún es que Bron no haya invitado a Blanc a la reunión. Pero ¡qué importa! Hay un misterio por resolver y uno de los más grandes detectives está a cargo de ello. Como la película de Clue o la comedia Murder by Death, el whoduunit de Johnson se acerca más a la parodia que al canon. La extravagante Glass Onion está colmada de buenas actuaciones especialmente Craig y Hudson, un guion astuto y bien armado como todo lo que hace Johnson, una serie de apariciones sorpresivas, giros inesperados y un punzante comentario social sobre los tiempos oscuros que vivimos. Puede que peque de excesiva y grandilocuente, pero nunca llega a ser un insulto a la inteligencia. Benoit Blanc nos recibe en la bañera.

El misterio de Glass Onion arranca con el excéntrico detective de Daniel Craig en la intimidad de su aseo, fez en la cabeza y algo aturullado por una partida del Among Us. Ni siquiera hace falta desvelar la identidad de sus ilustres contrincantes y, creeanme, los cameos de esta película son una absoluta delicia para confirmarlo como uno de los mejores comienzos de un whodunnit, un inicio jocoso que avanza el tono descacharrante del filme a la vez que nos conecta con ese Benoit hastiado del confinamiento por la covid, ansioso por volver a su normalidad, pero obligado a entretenerse con una actividad tan pandémica y ordinaria como cazar ‘impostores’ en un juego. Puñales por la espalda llegó en 2019 como un título menor, casi anecdótico.

Pese a su reparto de estrellas, pocos confiaban en el buen hacer del ‘director de Los últimos Jedi’ dentro del manido murder mystery. Sin embargo, la vis cómica de Craig, la expresión de asombro de Ana de Armas y la ingeniosa escritura de Johnson revitalizaron el género en una sugerente, subversiva y divertidísima apuesta que, mediante su disección de la familia, retrataba el clasismo o el racismo en la sociedad norteamericana. Ese es el don de su director: cuando uno rasca la superficie de sus películas una superficie perfectamente armada, cabe decir, encuentra el más crudo reflejo de la condición humana y sus múltiples capas. Su esperada secuela es, como vaticina esa cebolla que se cuela en su título beatlemaníaco, otro ejercicio de retirar capas, ya sea para desentrañar un crimen o la verdadera naturaleza de un sospechoso.

El encapotado cielo bostoniano da paso a una soleada isla privada en Grecia, los jerséis de Chris Evans son destronados por el horterismo mediterráneo, la clásica puesta en escena con mansión de Cluedo cede su lugar al despilfarro acristalado y el escritor de novelas de misterio es suplantado por un gurú tecnológico (Edward Norton), mezcla de Elon Musk y Elizabeth Holmes, e incondicional de la cultura popular, el coleccionismo, los chacras y la teatralización de asesinatos.

El cineasta vuelve a desmenuzar las relaciones humanas a través de un grupo de amigos llevados a la caricatura del protagonista pretencioso, la política interesada, el influencer pro-armas, la socia traicionada, todos ellos movidos por el ego y la codicia, tan pintorescos, ridículos y odiosos que resultan irresistibles. Merece una mención especial Kate Hudson, desatada en la piel de una exmodelo cancelada y desterrada por la ‘vejez’. Pese a su ambición formal y narrativa, la secuela carece inevitablemente del factor sorpresa de su predecesora y su trama se estanca por momentos, en parte debido a un elenco no tan bien engrasado y con menos momentos de lucimiento.

Sin embargo, la saga se confirma como un estimulante disfrute de giros, acertijos y cine meta, una exploración hilarante sobre lo peor del ser humano con diálogos punzantes, lenguaje disruptivo, referencias pop de estrellas como Jared Leto a Jeremy Renner y juguetes rotos bajo la analítica mirada de un Daniel Craig que se lo pasa pipa abrazando la faceta más disparatada de su personaje. Larga vida al detective Benoit Blanc y sus misterios, desde Boston o Grecia hasta su bañera.

Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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