República Cinéfila | Ready Player One: Comienza El Juego
Tanto en forma y como en fondo a pesar en los discursos de la cultura popular Steven Spielberg nos ha entregado por fin su gran carta de amor al medio que le ha permitido comunicarse con el mundo más allá de las palabras y el pensamiento racional.
Y es que en el mundo del cine siempre ha sido para él un gran refugio y un competente instrumento de comunicación porque ha comprendiendo al séptimo arte como pocos, se ha convertido en un autor industrial, definición que ya de entrada evidencia y explica las contradicciones en las que el tímido chico judío ha tenido que desenvolverse desde siempre.
Tenemos frente a nosotros a un director capaz, competente, con sello y estilo, con capacidad de innovar y reducir todo como de elevarlo a un lenguaje cinematográfico pulcro y poderoso, sencillo y rotundo a la vez. En esta historia de mundos cruzados y enredados, de múltiples apocalipsis, Spielberg parece decir debajo de una tormenta referencial que para los más despistados será el corazón de la historia, que el escape a otros mundos le ha servido para descubrirse o para intentarlo y puede servirle a más personas para cosas similares.
Es decir, si en lugar de meternos a un mundo dominado por la realidad virtual más grande de la historia vemos a la anécdota como el cruce del cine y las realidades reales, detectaremos a un Spielberg enamorado de su oficio y de sus múltiples posibilidades como siempre, pero como nunca. Pero primero aquí tienen la sinopsis oficial de la trama, es el año 2045 cuando el mundo está al borde del caos y la única vía de escape es OASIS, un universo de realidad virtual creado por James Halliday (Mark Rylance).
Cuando este fallece, deja su fortuna a la primera persona que descifre un enigma oculto. Wade (Tye Sheridan) irá en su búsqueda en una ciudad del estado de Ohio, Estados Unidos, en un mundo donde los sueños sólo pueden cumplirse, aparentemente, dentro de la realidad virtual del vídeo juego llamado Oasis. En ese espacio la gente entra para vivir otra vida llena de aventura.
Con sus múltiples obvias referencias son entonces un diluvio de personajes y situaciones, momentos, luces, sombras, nombres, figuras y colores; son los habitantes de ese mundo que el director aprecia, ama, construye y deconstruye, antes que metralleta informativa para trivias y aquelarres de fanboys. “Ready Player One” es ante todo la gigantesca carta de amor de Spielberg a su mundo alterno habitado por todos ellos en el cine buscando un poco en la muy compleja estructura de la película, interpretando las posibilidades de sus guionistas antes que sus logros a la fecha; dejando que la genial ejecución fotográfica de Janusz Kaminski nos agite entre dos y a veces tres dimensiones y reinvente el flashback -junto a Spielberg– en un par de jugadas maestras con el personaje principal Parzival en la biblioteca de memorias es sin duda uno de los mejores momentos de la historia cinefila; permitiendo que se pesadillice la memoria del más admirado de todos los Kubrick genial momento de antisolemnidad estilo Spielberg; dejando que el juego de los avatares le dé la vuelta a la propia película con la banda de amigos de Parzival que podría guiñar a la banda Gorillaz y su ya de por sí rebuscado juego de avatares de rockstars, permitiendo eso, trampas modernas, “Ready Player One” podría esconder un Rosebud más del “Citizen Kane”: el eterno amor de Spielberg por contar historias y su agradecimiento al arte e instrumento que le permite ser un Parzival que vive una vida “irreal” enlazada irremediablemente a otra “real”.
Es como el cineasta que filma y que aquí se ve filmado mientras filma. La cinta es delirante, tanto en su componente estético como en su enorme lista de referencias a películas, música y vídeo juegos, principalmente de los ochenta, aunque también hay algunos guiños noventeros. Así pues, el resultado es una especie de viaje en el tiempo donde conviven pasado y futuro contiene una dosis alta de aventura, acción, fantasía y ciencia-ficción, pero en esencia es una película juvenil de teen movie hollywoodense, donde dos adolescentes deberán pasar por varios obstáculos para consumar su amor.
Aunque la novela del autor Ernest Cline en la que esta basada esta producción fílmica le rinde, de manera reverencial, a su persona y a lo que ha supuesto para la cultura popular, Spielberg se ha sentido interesado por realizar en “Ready Player One” como una película a manera de poder expiar cierta mala conciencia.
Mientras el libro de Cline explora cada rincón de la cultura pop en sus más de 400 páginas, esta película tuvo que condensar todo en poco más de dos horas, pero sobre esto los fans pueden estar tranquilos, pues aunque no vean todo la primera vez como la hebilla de Thundercats de Parzival o el avatar del Doc Brown o el Ed 209 de Robocop, Spielberg declaró que se necesitaría ver la película unas cinco o seis veces para encontrar la mayor cantidad de referencias.
De forma muy inteligente, el director incluyó todos estos guiños sin estorbar la trama al final son sólo un plus dentro de una gran aventura. En la década de los años 80, esa pecoa que en la película que nos ocupa supone el hardware espiritual de un software mucho más atemporal, Spielberg se dejaba una fortuna en una subasta adquiriendo el trineo de “Ciudadano Kane” (1941) mientras daba largas a su director, Orson Welles, quien mendigaba a su puerta y a la del creador de la saga “Star Wars” George Lucas en busca de un mecenas.
Lógico es que ahora se identifique con el genio desterrado en un universo de nostalgia en el personaje de Mark Rylance y con la búsqueda artúrica y teológica de un Rosebud que se revelará el factor humano de un mundo refugiado en lo virtual. Una caza del tesoro deslumbrante, sublimación y demostración del alma lúdica del autor de “Indiana Jones y Los Cazadores del Arca Perdida” (1981), pero también de la del que se deja tentar por el lado desencantado y amargo en sus filmes de ciencia ficción como “A. I. Inteligencia Artificial” (2001) y “Minority Report” (2002), impregnado de una hermosa aunque dura tristeza.
Como la de ese amor perdido, una de las claves del relato, hallado en un lugar espectral y cinéfilo como es “El Resplandor” (1980, Stanley Kubrick), lo que da pie para que se defienda una obra a contracorriente y todavía hoy incomprendida. En ese maremágnum de arrolladoras, gozosas, referencias de su compañía cinematográfica Amblin y la cultura pop, de una aventura que se diría la multiplicada y avatar infancia de Snake Plissken, el personaje antihéroe de Kurt Russell creado por John Carpenter a quien saluda aunque la acción no suceda en sus filmes de “Escape de Nueva York” (1981) o “Escape de Los Angeles” (1996), pero sí en los suburbios de “Están Vivos” (1988), que fue otra de sus grandes películas.
En el fondo “Ready Player One” se convierte en una reflexión sobre el sentido mismo del cine fantástico, con las luces y sombras, con el santo grial oculto de la carrera de Spielberg tal como la habrían decodificado los alienígenas de “Exploradores” (1985, Joe Dante). En la forma Spielberg regresa al cine de acción y aventuras con una titánica adaptación del libro y nos entrega una obra que será revisitada una y otra vez. En su libro “Ready Player One”, Cline escribió una de las aventuras más complejas imaginables en un mundo virtual infinito llamado OASIS, donde todos los jugadores del mundo buscan una serie de easter eggs escondidos entre los acertijos, las misiones secretas y los cientos de referencias a la cultura popular de los años 80 y 90.
Como Oasis es prácticamente lo único que la humanidad tiene para divertirse –al menos eso es lo que nos hacen pensar miles y miles de personas alrededor del mundo–, están en busca del huevo de Pascua, sin mencionar a una poderosa compañía llamada IOI que desarrolla artículos virtuales dentro del juego –y que ayudan a los jugadores a ser más poderosos–. Este es gratuito de entrada, pero si se quiere usar alguna armadura, arma o aditamento especial, puede comprarlo a IOI. Si esta compañía tomará el control del juego, haría que la gente pagara por entrar, lo cual traicionaría el espíritu de Halliday el creador del juego es una figura icónica de la cultura pop llamado Halliday (Mark Rylance), quien al morir ha dejado en el vídeo juego un “huevo de Pascua”, el cual pertenecerá a quien encuentre tres llaves ocultas. Quien gane el huevo obtendrá la fortuna de Halliday y absoluto control de Oasis. Con una trama así de ambiciosa, sólo podía ser llevada a la pantalla por un director de la talla y el gran nivel de Spielberg.
Al tejer, aunque sea medianamente, historias tan revueltas como las que escribe el guionista Zak Penn le da Spielberg alguien en quien apoyar una historia más propositiva, más profunda y mejor elaborada como “Ready Player One”, en la que dos realidades se cruzan en un efecto de edicion/montaje emocional que rinde frutos gigantescos alejándose del enorme defecto de las películas de superhéroes en las que entramos a un mundo en el que su invulnerabilidad los vuelve muñecos de peluche aburridos y sosos, Spielberg y sus guionistas evitan ese lastre de hacer que los personajes virtuales sean inmunes a todo para dejar que las causas en uno tengan efectos reales y tangibles en el otro, todo de una forma coherente y tremendamente cinematográfica. Así Spielberg lanza al mundo a un nuevo elegido que viajará dentro de su psique y su intelecto cuando se encuentre en los desafíos del mundo virtual, pero que deberá librar batallas reales y físicas en el mundo real.
Nada de superhéroes Spielberg aunque procura evitar las auto referencias nos da envuelto en virtualidad a un nuevo Indiana Jones que realiza arqueología digital con miras a derrotar a un sistema que puede volverse esclavizante y poco satisfactorio. Ello ocurre, además, en el tránsito entre dos mundos, uno que recuerda mucho a filmes como “¿Quién engañó a Roger Rabbit?” (1988), a “Cool World” (1992), pero también a la pesadillesca “Jacob’s Ladder” (1990) o a los viajes del pasado al futuro en pleno presente que como maestro presentó Terry Gilliam en “12 Monos” (1995).
De alguna manera “Ready Player One” sí está inspirada en el mundo de los vídeo juegos que aparece en la obra prima de Cline así como lugares inspirados en películas, cómics, libros y hasta de populares canciones. La peculiaridad de la más reciente película de Spielberg es que el mundo de OASIS es únicamente el escenario, con todo lo que eso conlleva, pero no es lo más importante en la historia y hasta cierto es un problema que exista para los protagonistas.
Oasis oculta todo lo malo que hayen el mundo real. Tal y como Wade Watts, el protagonista de la historia, lo menciona “la gente entra a Oasis por lo que puede hacer, pero se queda por lo que puede ser”. En este mundo la realidad se vive en la ficción de los mundos coloridos y las zonas de guerra inspiradas por Halo. Mientras que la realidad nos deja ante la pobreza de un mundo al que no se le ha dedicado el mismo tiempo que al vídeo juego. Los guiños de la película son increíbles y seguramente la tienes que ver más de una vez para encontrarlos todos pero el mensaje seguramente te dará un flashback a todos los regaños que te han hecho por pasar horas jugando al Nintendo.
Mi 8.5 de calificación para el gran realizador de “E. T. “ (1982) que demostró ser uno de los pocos cineastas capaces de ver en el ocio electrónico, no ya un arte, sino algo más que un gadget o un síntoma de la decadencia de Occidente. El filme es emocionante y divertido, desgraciadamente hay tanta información y pasan tantas cosas, que no hay tiempo para desarrollar el drama de los personajes a fondo, por lo cual las relaciones interpersonales se sienten un poco artificiales. Y para colmo pero eso ya es al final.
No es lo peor que ha hecho Spielberg, pero tampoco está dentro de lo mejor. Así pues, su encuentro con el bestseller de Ernest Cline, novela fetiche de cierta cultura jugona, tentaba y espantaba a la vez. Porque más allá de opiniones sobre los méritos literarios de la fuente literaria original o sobre su presunta apología de la inmadurez juvenil, la perspectiva de un gamer de 30 años o de 20, o de 40 no es la misma que la de uno de 70 años, ni siquiera aunque este último se llame Steven Spielberg.
Así pues, lo primero que uno hace viendo “Ready Player One” es respirar totalmente tranquilo. Tal vez las escenas CGI ambientadas en el mundo virtual de OASIS no apabullen por su imaginación más bien resultan como las cinemáticas de un juego de alto presupuesto, pero también evitan la vergüenza ajena recordándonos que el formidable cineasta puede darle por su lado a todo el gremio moderno del blockbuster hollywoodense en lo que toca a encuadres y edición/montaje. Asimismo, cuando explora ese mundo ‘real’ tan feo y tan precario, el veterano director emplea la misma mirada parduzca de “Minority Report”.
Y en cuanto a la obsesión por eso que los personajes llaman “cultura popular”, y que no pasa de una retahíla de guiños ochenteros, dejémoslo en que no hará salir huyendo a quienes confundan a Mario con Pac-Man. Por mucho que cuesta imaginarse al Spielberg de 1984 escuchando a Duran Duran o Van Halen resulte difícil. Pese a ello, uno piensa que a la película le falta algo como una pieza diminuta pero imprescindible en la máquina spielbergiana. ¿De qué se tratará? Pues de la capacidad para lograr que los personajes importen.
Puede que la carencia venga de la propia novela de Cline, que firma el guion a medias con Zack Penn, o de los actores ya que para mi opinion y gusto, el único que cumple muy bien del elenco actoral es Mark Rylance, pero el caso es que la búsqueda del grial a cargo de Tye Sheridan y su pandilla acaba por dejarnos algo indiferentes desde Tye Sheridan, a Olivia Cooke y hasta el villano Ben Mendelsohn, y aunque a cada uno lo vemos muy poco tiempo a comparación del tiempo que vemos a sus avatares, casi todos logran emocionarnos y demuestran que el complejo trabajo de motion capture no estorba a la hora de hacernos empatizar con sus personajes. Mención aparte al redondo trabajo hecho por Rylance, quien demuestra que la dupla con Spielberg es única.
Más allá de los recuerdos de “Indiana Jones y La Ultima Cruzada” (1989) o de los lamentos sobre lo bien que se le daba al director ponerle carne a los arquetipos, podemos recordar cómo en la reciente “The Post: Los Archivos del Pentágono” (2017) los protagonistas acababan interesando menos que el proceso en el que se veían envueltos. Lo malo es que aquí el proceso en cuestión es una fantasía de poder adolecente con aspiraciones de sátira social y acaba resultando irrelevante pasada una hora y media.
Usando mimbres similares a los de “Ready Player One”, Edgar Wright obtuvo “Scott Pilgrim Contra El Mundo” (2009), una de sus mejores películas y su mayor fracaso de taquilla. Allí, el director inglés tuvo presente que el mérito de un video juego no depende de unos gráficos tremendos, sino de las ideas que transmita y los desafíos que plantee. Curioso que Spielberg, jugador veterano, haya olvidado precisamente eso en esta película.
En la forma con unas imágenes muy vistosas, pero en el fondo con un desarrollo de cieta manera olvidable ya que la película ‘gamer’ de Spielberg se parece demasiado a un video juego triple A donde se toma sus libertades y existen mínimos espacios argumentales con su adaptación cinematográfica, la cual adolece de una falta profundidad dentro de sus personajes secundarios. Sin embargo, en las manos de Spielberg la aventura es el viaje y el cineasta logra poner al público en los zapatos virtuales de Parzival, Artemis y Ache.
Nos llega a emocionar cuando aprieta el acelerador del DeLorean de la trilogia “Volver Al Futuro” (1985/1989/1990), cuando escuchamos el tema de “El Resplandor” y cuando “El Gigante de Hierro” (1999) defiende a los demás avatares entre los cuales están He-Man, Las Tortugas Ninja y hasta los Battletoads. Él logra hacernos sentir todo esto desde el asiento de una sala cinematográfica, con el único y verdadero OASIS de una genialidad como Spielberg que lo comparte con todos nosotros en una ceremonia orgiástica de efectos visuales, referencias gamers y de cultura pop de los ochenta y noventa; una excelente cinta de entretenimiento, pero no es una obra maestra.
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.