República Cinéfila | El Depredador
La nostalgia es parte importante del actual cine de Hollywood y al ver esta más que correcta producción cinematográfica, recordé que la primera persona que vimos asesinada por la gran cinta “Depredador” (1987) regresa 31 años después para escribir y dirigir su propio capítulo de esta serie aparentemente inmortal. Shane Black quien fue el desafortunado personaje de Hawkins en el mítico filme de culto, ha sido abierto respecto a que tomó el trabajo de escribir y dirigir “The Predator” para recobrar algo de su juventud perdida, lo cual significa que esta cuarta entrega oficial en la serie es todo un ejercicio de verdadera nostalgia. Mucho se ha dicho sobre la dosis de humor negro que ayuda a esta película pero a decir de la mayoría de la crítica especializada a “El Depredador”, eso no es suficiente para sacarla a flote. ¿Reunirá todos los millones que la distribuidora espera recoger de la taquilla? Sin duda. Pero en mi personal opinión, el regreso de “El Depredador” nunca se define entre ser una cinta del director Black o una película mas sobre el llamativo cazador monstruo alienígena.
Mientras menos se sepa de un monstruo, probablemente sea mejor. Esta es quizás una de las reglas más importantes que una película en el genero de la ciencia ficción y terror como son las sagas de “El Depredador” o “Alien” debe respetar. Lo curioso de aquellos dos monstruos mencionados es que no sólo compartieron una buena y correcta mezcla en el filme “Alien vs Depredador” (2004), sino que continuaron sus películas en solitario ofreciéndonos aún más respuestas aunque quizás hacerlo no era tan necesario. Mientras que Alien siguió desarrollándose en un futuro lejano en el año de 2089 para “Prometeo” (2012) y 2104 en “Alien: Covenant” (2017), la franquicia de Depredador prefirió el presente aunque en la cinta “Depredadores” (2010) cambió de planeta, pero básicamente seguía en el presente, y ahora la historia escrita por Black no es la excepción. En la sinopsis oficial de la trama, después de los eventos de “Depredador” (1987) y “Depredador 2” (1990), la humanidad sigue siendo cazada, pero una organización gubernamental secreta llamada Project Stargazer está atenta a las visitas del coleccionista extraterrestre.
Después de capturar a una de las criaturas, les sorprende descubrir que tiene ADN humano y está siendo cazado por otro depredador más grande y terrible. Esos cazadores son más letales en el universo y que son más fuertes, más inteligentes y más mortales que nunca, y se han mejorado genéticamente con ADN de otras especies. Cuando un niño accidentalmente desencadena su regreso a la Tierra, solo un grupo de ex soldados y una profesora de ciencias podrán evitar, quizá el fatal fin de la raza humana. Aquí vemos puro cine de acción que se disfruta con sus elementos de género en la ciencia-ficción de la década de los años 50 del pasado siglo, o sus lecturas asimismo ochenteras como “Los Invasores de Marte” (1985) cinta de Tobe Hooper; con el terror más gore, “Depredador” de 1987 no es únicamente la película que todos soñamos y tuvimos hace más de treinta años, sino la película que jamás debería haberse dejado de rodar en un Hollywood que en sí es ya una especie en peligro de extinción. Con lo mejor, que fue ver ese momento de camaradería viril sin palabras pero con disparos. Y con lo peor, que haya desaparecido una escena de sexo y la referencia navideña habitual en un filme de Black.
Esta historia inicia en una jungla como en la estupenda primera película con un equipo de tipos rudos, unos ex soldados conocidos como “Los Locos”, y como los filmes previos, es brutalmente violenta y extremadamente sangrienta. Como alguien que alguna vez se encontró en el otro lado de la navaja, Black aprecia la necesidad visceral de volar que es algo que hacen libremente y con frecuencia, en una narrativa de persecución que comienza con fuerza cuando “Los Locos” se hacen amigos del tirador rebelde Quinn McKenna (Boyd Holbrook) y del cabeza de huevo Munn para atacar al alienígena del espacio del título y al megadepredador que va tras él y que desafortunadamente depende de efectos digitales CGI. Y es que considerar la nueva versión de “El Depredador” estrenada en las salas de los cines a nivel mundial como un producto bien acabado es cuestión de fe, siendo patentes las sufridas concesiones que se han realizado en la sala de edición y montaje para articular secuencias seccionadas mientras confiaban en el aguante del frágil pegamento que mantiene el tercer acto unido al resto de la película.
Pero las piezas de ese descontrol son demasiado buenas por sí mismas para pasarlas por alto. Cuando no tienen que enfangarse en exposición argumental, los diálogos de Black exhiben el filo marca de la casa y cada uno de los integrantes de un magnético reparto sabe sacarles el mejor partido posible con el tono exacto. Puede que Boyd Holbrook no pase de protagonista instrumental como líder de un pelotón chiflado de militares inestables, pero Trevante Rhodes, Olivia Munn, Thomas Jane o Keegan-Michael Key le sacan oro a la comicidad y al cinismo de sus personajes. Aclamación aparte merece el agente encarnado por Sterling K. Brown, con una energía interpretativa digna de su propio spin-off cazando Depredadores, Aliens y lo que le echen.
Por ejemplo, en la ultima versión de “La Isla del Dr. Moreau” (1996), el escritor H. G. Wells presentó a un científico que experimentaba con animales y humanos creando híbridos genéticos de aspecto abominable, pero grandes posibilidades evolutivas. Algo de esa búsqueda hay en las pesquisas de los Depredadores por la galaxia; a la vez que cazan otras especies por deporte, también recolectan el ADN de los mejores ejemplares para mezclarlo con el suyo, según se esfuerza por transmitir el guion de Shane Black y Fred Dekker como forma de cohesionar los anteriores intentos de construir una saga decente de películas a partir de la redonda cinta de “Depredador” (1987) de John McTiernan. Por desgracia, en su Depredador también hay mucho de la última adaptación de “La Isla del Dr. Moreau” al cine, filmada por John Frankenheimer en 1996 como un descomunal desastre narrativo fruto de problemas de producción y cambios de rumbo catastróficos.
El resultado está más cerca de uno de los engendros del Dr. Moreau que de ningún espécimen digno de ser cazado por un Yautja. El guion de Black y Fred Dekker está lleno de cosas de la primera película de 1987 por ejemplo, en una escena, la bella actriz Olivia Munn interpretando el personaje de la bióloga evolutiva Casey Bracket invierte la exclamación de Arnold Schwarzenegger cuando ve al cazador extraterrestre sin máscara “Eres un hermoso hijo de puta”; en otra, Nebraska (Trevante Rhodes) apunta a una hilera de Harley-Davidsons convenientemente ubicadas y grita: “¡Corran a las Choppers!”. Hay también una discontinuidad descuidada en la acción que hace que secuencias posteriores carezcan prácticamente de sentido. Black zigzaguea tan frenéticamente que los detalles finos son borrosos y las partes potencialmente buenas, incluyendo a la que involucra al personaje que carga el cañón de hombro de un Depredador pasen casi desapercibidas. Black se está divirtiendo tanto como adolescente ochentero fanático del gore que se olvida que la audiencia necesita conocer y seguir su juego. Pero hay una alegría maliciosa en la violencia que Black plaga esta su historia, mientras se desata la carnicería. En varias escenas es una cosa que los Depredadores fileteen y evisceren a la gente por doquier, pero mostrar al personaje de McKenna asesinando a un hombre a sangre fría con un dardo tranquilizador disparado a su globo ocular a quemarropa frente a su hijo pequeño (Jacob Tremblay), para colmo y después bromear al respecto, muestra una sospechosa falta de empatía.
Mi 8 de calificación a esta producción fílmica que en comparación esta más letal que la anterior cinta “Depredadores”, pero las alteraciones del estudio cinematográfico 20th Century Fox dejaron sin espina dorsal a la película del cineasta y guionista Shane Black. La facilidad de Black para dar un barniz de patetismo a tipos duros que se comunican mediante frases lapidarias con ingenio viril y testosterona, demostrada tanto en sus filmes “Kiss Kiss Bang Bang” (2005) y “Dos Buenos Tipos” (2016) como en esa especie de catedral del blockbuster de autor “Iron Man 3” (2013), lo convertían junto a su vinculación emocional a la saga en el candidato ideal para comandar una nueva entrega de Depredador que, por fin, estuviera a la altura del potencial de estos cazadores del espacio exterior.
Lástima que desde los despachos de los ejecutivos, se hayan potenciado los efectos visuales solo justos y las ansias económicas en taquilla internacional de anticipar más secuelas por encima del talento presente. Alguien decidió convertir en una pobre barraca de feria lo que podría haber sido un fiero safari. Black logra un híbrido como término clave en el argumento tan radical, desvergonzado y pulp como era la producción ochentera en 1987. La nueva visita del cazador, que no depredador, con la esencia memorable al respecto a nuestro planeta y pantallas, saca del pabellón de los damnificados de la corrección política a los personaje de una pieza de la época, formando con ellos una insólita patrulla de camaradas, un grupo salvaje de intensa amistad y virilidad como la de antes con un apunte acaso gay entre dos de sus miembros. Sin embargo, “El Depredador” se beneficia de un intercambio sardónico y sórdido en la interacción de los personajes aunque un tanto retrógrada en su actitud frente a cuestiones mentales, con un elenco de reparto sólido que incluye a Sterling K. Brown como cazador de Depredadores que no tiene el tiempo en pantalla que merece. Black y Dekker se basan en la tradición de una manera tan intrigante, que los fanáticos podrán apreciar el respeto de los guionistas respecto a la cinta original. Se trata como los fanáticos como ya lo saben, de una mezcla ya probada de cine de acción con ciencia ficción salpicada de una pequeñísima dosis de gore y que ha hecho las delicias de esos mismos admiradores desde hace ya algunas décadas.
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.