República Cinéfila | Bohemian Rhapsody
Desde el año de 1991 cuando se estreno la ahora ya clásica cinta The Doors del director Oliver Stone con el actor Val Kilmer en la representación del legendario cantante Jim Morrrison, no había tanta expectación a nivel internacional de ver en el mundo del cine una buena biografía fílmica con la música de un grupo de rock y esta película que lleva por título uno de los grandes himnos de la popular banda británica Queen para muchos críticos no le hizo mucha justicia a su líder, el entrañable cantante y compositor Freddie Mercury, ya que según ellos le falta realidad en terrenos oscuros.
Aunque empieza y acaba con el concierto Live Aid de 1985 y entre medias cuenta toda la historia del grupo desde que el guitarrista Brian May y el baterista Roger Taylor conocieron a un Mercury aún inseguro con su gran dentadura hasta que dieron uno de los mejores conciertos de su carrera. En esos 15 años de trayectoria que narra de 1970 a 1985, es una sucesión de hechos inocuos, inocentes, blancos, porque le falta rock’n roll, fantasía, en la realidad de Mercury. Él nunca habló abiertamente de su bisexualidad, pero parecía necesario apuntarla más allá de unos guiños y gestos demasiado sutiles. El guionista Anthony McCarten y el director Bryan Singer quien conserva el crédito a pesar de que fue despedido antes de acabar el rodaje, se acercan con excesivo respeto a la banda que está demasiado cerca de un filme de televisión apto para todos los públicos porque no hay ni drogas, ni sexo. Aun así, la música dirige la historia y eso ya basta para que nosotros los fanáticos de Queen y todos los que conocen, aunque no quieran, las letras de cada uno de los éxitos de sus canciones, puedan pasar un buen rato que acaba en lo más alto.
Rami Malek de la serie televisiva Mr. Robot como Mercury sobre el escenario es magnético y brillante, despliega toda la seguridad sexual y el carisma que el cantante tenía. Y los últimos minutos del actor recreando el concierto Live Aid, de verdad te levantan de la butaca. Es fantásticamente real ya que Malek se transforma en Mercury gracias al magnífico trabajo de caracterización y a la entrega de un intérprete que ha sabido liderar el proyecto frente a los diversos problemas de la producción cinematográfica. En lucha constante con una obligada prótesis dental, Malek entiende los excesos del personaje y aprovecha sus virtudes para mostrarnos a una gran estrella con corazón, que es lo que todo fanático busca en un filme biográfico sobre su músico favorito. Sería injusto no señalar lo logrado por las actuaciones de Gwilym Lee, Ben Hardy y Joseph Mazzello como Brian May, Roger Taylor y John Deacon bajista del grupo pero, como ocurre con la banda, Freddie lo inunda todo. Una lástima que Peter Morgan y McCarten hayan apostado por una estructura tradicional para el libreto del mas que buen y correcto guion, incluyendo un prólogo enlazado con el clímax final que, de haber contado con un croma a la altura, habría llevado a los espectadores a aquel Live Aid que demostró que Queen no era una banda que mereciese simplemente, una película mas que sencilla y simple en la figura de Freddie Mercury que es sin duda, uno de los personajes más enigmáticos no sólo del mundo de la música, sino de la Historia en la inspiración que ha dejado en el público sigue vigente y continúa marcando a generación tras generación.
Cuando Freddie Mercury define Bohemian Rhapsody la canción de 1975 en Bohemian Rhapsody la película de este 2018, esta rola nos habla de rock, de música clásica, de ópera, de Shakespeare, de los griegos, de la tragedia y es que seguramente Bohemian Rhapsody sea el tema mas emblemático de Queen porque sintetiza en sus seis minutos de duración las obsesiones formales y artísticas de la banda inglesa, eso en cuanto a lo experimental, lo intuitivo, lo íntimo, pero también en lo épico, lo grandilocuente, lo excesivo. Y Queen fue todo eso, que es en definitiva el gran espectáculo, ese que se consume en estadios y ante grandes multitudes. Por eso es que en Bohemian Rhapsody, el filme biográfico que rodó en parte el director norteamericano Bryan Singer y en parte el cineasta británico Dexter Fletcher una vez que echaron a Singer de la producción a finales del año pasado, se extraña la pulsión y la excitación, lo pasional que era marca en el estilo musical de Mercury y que a pesar del enorme esfuerzo de mímesis que hace el actor Rami Malek, este no termina del todo por imponerse en un relato demasiado atado al dato histórico que marca la típica biografía cinematográfica estándar.
La película va del joven Freddie Mercury y era apenas un maletero en el aeropuerto a la histórica presentación de la banda en el concierto benéfico Live Aid de 1985, que marcó el regreso de Queen tras unos años tormentosos en el vínculo de sus integrantes. Pero fundamentalmente habla de Freddie, de cómo se construyó en todo un ícono de la música popular con una enorme afinidad con el público y hace las típicas relaciones del subgénero entre la vida personal y la vida artística. Ahí, en esas reflexiones un poco lineales, es donde precisamente Bohemian Rhapsody pierde algo de interés. La vida artística de Mercury es fascinante. Claro que era un showman de esos que se pueden contar con los dedos de una mano, heredero de una estirpe que sobre el escenario conoció ejemplos como el de Elvis Presley. Pero Freddie fue más relevante en otros aspectos sociales y políticos que atraviesan los años 80’s, si pensamos incluso en la enfermedad que le arrebató la vida, el SIDA, y cómo es algo representativo de un tiempo. Porque la sexualidad de Freddie no tiene que ver exclusivamente con una decisión personal, sino fundamentalmente con un espíritu que se fue apoderando de su arte, de su propia figura, incómoda para los medios y la sociedad de aquel entonces.
¿Qué era Freddie Mercury?, se preguntaban. Y un poco es lo que se pregunta y busca durante toda la película el Freddie que interpreta Malek: el buscarse a sí mismo, renegando de sus orígenes, dudando de aquello que era evidente. El Freddie Mercury de la película es un Freddie Mercury que construye sobre la constante huida. Pero hay dos elementos que salvan a la cinta Bohemian Rhapsody de la apatía que generan su liviandad y el conservadurismo con el que se registra la sexualidad en la liberación del personaje que representa para el relato su caída en desgracia, lo que deja un sabor condenatorio. Por un lado tenemos la química que se logra entre Freddie y el resto del grupo, que va cimentando el camino hacia el potente epílogo del filme, y que hace tangible el sentido de familia que se repite como leit motiv. Por el otro lado, los aspectos vinculados con la construcción de la banda, con cómo se trabajaba cada tema y cada disco, y cuál era la búsqueda estética incluso a pesar de líneas horribles como la de Freddie componiendo y diciendo algo así como “uhh esta canción está buenísima”. Inconscientemente a la película de Singer/Fletcher le pasa lo mismo que a su personaje: tanto buscar sin darse cuenta que lo importante lo tenía ahí, al alcance de los ojos.
Lo que nos lleva al potente epílogo de Bohemian Rhapsody. En el final, Bohemian Rhapsody retoma el Live Aid que había esbozado en el prólogo. Y el gesto es tan simple como honesto: una recreación casi en tiempo real de la presentación completa de Queen, siguiendo el set list de aquel concierto. La película prescinde, entonces, de cualquier resolución narrativa y se detiene en lo importante, en el escenario, en el público, y en el vínculo que se da entre los artistas, las canciones y la gente. Es un momento bien mágico y arrollador, muy potente cinematográficamente hablando en la cuestión visual, y consciente de la épica que le falta al resto del relato. Pero además justifica todo lo anterior, porque resume el sentimiento de esos tipos que construyeron una suerte de familia mientras jugaban a ser la banda de música rock más grande sobre la Tierra. Si nos importa ese momento, si incluso nos emociona, es porque nos importan el Freddie Mercury, Brian May, Roger Taylor y el John Deacon de esta ficción. Así, en esos veinticinco minutos de concierto del Live Aid , Bohemian Rhapsody se anima a ser la película que podría haber sido, si se dejaba llevar por la pasión y se sinceraba sobre lo que era realmente importante. Aunque eso también conlleva una verdad incómoda para el propio filme: con poner un viejo vídeo clip de algún recital de Queen tal vez alcanzaba, pero viendo a Rami Malek que se apodera del papel de Freddie Mercury sin imitarlo o ser una copia que carezca de personalidad, vale la pena esta película. Pero aun así Bohemian Rhapsody no termina por hilar diferentes momentos que se sienten abruptamente cortados o rápidamente editados uno detrás de otro cuando las canciones no están por ejemplo, dando la sensación de que pudieron existir escenas de transición o elementos que le habrían ayudado al desarrollo natural de la narrativa. Con lo mejor que fue ver a un histrión como Rami Malek, totalmente entregado a un personaje inabarcable y con lo peor, a percibir que no se hayan atrevido del todo a despegarse del clásico filme biográfico de televisión en su tono, pero que llega a emocionar.
Mi 8.5 de calificación bien otorgado a la cinta de Bohemian Rhapsody, que tras veintisiete años después de la muerte de Freddie Mercury a consecuencia de la enfermedad de SIDA en noviembre de 1991, ya podemos disfrutar de una versión cinematográfica mas que correcta del ascenso, conflicto y retorno a los escenarios del carismático líder de Queen. Y es que, por mucho que Brian May y Roger Taylor como productores y asesores de esta película prescindiesen de una estrella como el irreverente comediante ingles Sacha Baron Cohen que originalmente lo iba a interpretar, intentan centrar la historia en el cantante con la banda que es el lujoso contexto en el que se mueve el auténtico protagonista de Bohemian Rhapsody: Rami Malek. Es el reflejo perfecto de la banda Queen en la pantalla grande.
En la vida real, ningún integrante de Queen jamás brilló tanto como Freddie Mercury, quien, con toda justificación siempre se llevó reflectores, pero esto no significa que el resto de los miembros no aportaron a construir una de las mejores bandas de música rock de la historia. La película de Bryan Singer y terminada por Dexter Fletcher entiende esto y nos presenta una sencilla narrativa sobre la creación de Queen, que los sigue desde sus inicios como la banda Smile en 1968, hasta el concierto que aún es catalogado como el mejor de la historia moderna con los impresionantes 25 minutos de Queen en el Live Aid de 1985. Para algunos críticos de cine en Estados Unidos y sobre todo en Inglaterra, se quedaron con las ganas de ver el lado de excesos en sexo y drogas en la vida privada de Mercury, pero él nunca quiso que se le conociera por eso. Porque no existe la cinta biográfica perfecta y esta película realmente no lo es, pero lo que sí logra y mucho, es el de hacernos vibrar con cada nota de sus temas y recordarnos que lo más importante para Brian May, Roger Taylor, John Deacon y Freddie Mercury es la celebración a la música y de sus memorables canciones que a mi parecer, conducen la creación de algunas rolas que son presentados de una forma muy cinematográfica, pero que probablemente no ocurrieron así en la vida real, sin embargo esto no le resta impacto al producto final. Porque con 15 álbumes de estudio oficiales en total y 72 sencillos, era natural que no se abarcara toda su trayectoria en la película, sin embargo, ahí están las canciones más representativas de la banda, siempre apoyadas por secuencias que ayudan a avanzar la historia y llevarnos de la mano hacia diferentes capítulos en la vida de Freddie Mercury, con la selección del reparto que fue un total acierto.
A pesar de que el actor Rami Malek parece tardarse un poco en apoderarse del papel, al final de la cinta es indistinguible de Freddie Mercury, quien con su excéntrica personalidad domina todo el filme. Ahora a esperar a ver la biografía fílmica que realiza Dexter Fletcher para el año que entra al estrenarse Rocketman, la historia de otro icono mundial de la música rock y pop, como lo es el pianista y cantante inglés Elton John. Bohemian Rhapsody consigue hacernos rockear.
Por: Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.