República Cinéfila | Los Crímenes de Grindelwald
¿Mas de lo mismo? Bueno, aquí les dejo mi crítica de Animales fantásticos: los crímenes de Grindelwald, que es la segunda de las cinco películas derivadas de la saga de Harry Potter con los actores Jude Law y Johnny Depp que protagonizan esta cinta junto con el mismo y joven nuevo equipo que se nos presentó en la película anterior Animales Fantásticos y dónde encontrarlos (2016).
En la sinopsis oficial de la trama de esta historia vemos que Grindelwald (Depp) ha escapado a la custodia y se ha dedicado a reunir seguidores. En un esfuerzo por frustrar sus planes, Albus Dumbledore (Law) recluta a su antiguo alumno Newt Scamander (Eddie Redmayne), que accede a ayudar pero desconoce los peligros que le esperan. La cinta, busca dejar más que tranquilos a los fans de los mundos creados por la escritora y guionista de las cintas J. K. Rowling, pero quiere dejarlos tan tranquilos que termina por casi no proponer nada. Y es que después de este filme Rowling debe evaluar el camino que seguirá su mundo mágico y analizar qué voces deben contar lo que viene. Si sigue repitiendo la fórmula de esta cinta y la anterior, es posible que la paciencia del público se vaya agotando. “No son las habilidades lo que demuestra lo que somos, son nuestras decisiones”, le dice el director Albus Dumbledore a un niño Harry Potter al final de la película La cámara secreta (2002).
Previo al estreno de la adaptación fílmica de Animales fantásticos y dónde encontrarlos, se anunció que Rowling escribiría en solitario los cinco guiones de esta nueva etapa en su mundo mágico. El talento y la visión de esta destacada escritora británica que le ha permitido conquistar al mundo de la literatura y del cine les daba esperanza a sus millones de seguidores de que lo que venía sería por demás emocionante. Tras conocer Animales fantásticos 2: Los crímenes de Grindelwald, parece que fue ese mismo talento el peor enemigo de esta expansión de la saga. Por años hemos visto el problema que significa que una sola persona esté a cargo de todo un universo fílmico; especialmente de uno tan querido y admirado como el de Harry Potter. George Lucas y su saga de precuelas de Star Wars; Peter Jackson y el control absoluto de la trilogía de El Hobbit; incluso la figura intocable de Kathleen Kennedy a cargo de Lucasfilm bajo el régimen de The Walt Disney Studios, son algunos ejemplos de lo que el poder supremo de una visión, una pluma o una billetera pueden hacer en una saga, sea cual sea. Con esta nueva cinta, parece que Rowling cayó en los mismos excesos. Concebida casi en exclusiva para la legión de fans de los magos y de las criaturas mágicas surgidas de la imaginación, la pluma y la máquina de hacer dinero de Rowling, esta nueva y ya anunciada pentalogía protagonizada por Newt Scamander, y situada más de setenta años antes de que Harry Potter llegara a la escuela de magia Hogwarts, está resultando bastante menos interesante que algunas de las películas anteriores, aunque posteriores en la línea argumental. No solo por la ambientación fuera de Inglaterra aunque la película que ahora se estrena vuelve a ella y a la academia para niños con poderes, o porque parece pensada para llenar los huecos argumentales de los devotos de la franquicia jugando con el gran movimiento fanfic, sino porque estilísticamente parece abrazar sin ningún tipo de problema al folletín decimonónico.
En la producción de Animales fantásticos y dónde encontrarlos se nos presentó como la primera incursión a una expansión de su mundo mágico iniciado en 1997 con la novela de La piedra filosofal y la cinta de 2001. Esta vez en su papel de productora y única guionista de esta nueva serie fílmica, J.K. por primera vez decidió qué camino transitar, qué personajes presentar y qué elementos mostrar al público en la pantalla grande. El primer filme de 2016 no fue una adaptación de ese pequeño y fascinante libro enciclopédico escrito por Newt Scamander, sino el pretexto perfecto para explorar caminos que sólo se habían mencionado o que ni siquiera figuraban en los libros oficiales de Harry Potter.
Si bien el resultado no fue decepcionante, sí quedó a deber a los espectadores que no pudieron conectar a profundidad con el elenco ni con la historia presentada. La cinta, con todo y sus fallas, fue la oportunidad de Rowling de cimentar las bases, con sus propias reglas, de una nueva aventura dentro de su mundo mágico. Era lógico que esta secuela aprovechara el camino ya iniciado y se diera la libertad de continuar su rumbo, mientras se acompañaba de los elementos y personajes más icónicos. Si bien el filme deja la sensación de que ésa fue la intención que guió esta nueva producción, Animales fantásticos 2: Los crímenes de Grindelwald se pierde en su propia ambición. Porque Rowling como guionista trata de contar distintas historias sin lograr consolidar ninguna y llega, incluso, a traicionar en algunos momentos las reglas establecidas por ella misma dentro de su propio universo literario.
Nada ayuda la presencia de un David Yates que sigue sin brillar como director de cine, a pesar de haber realizado las ultimas entregas de Harry Potter. Quizás ahogado en su propia ambición de ser el único cineasta de la saga ya que lo ha hecho desde la película La orden del Fénix (2007), con esta cinta, el cineasta británico demuestra lo necesitada que está la serie de visiones distintas en la silla de dirección; de voces que se atrevan a explorar los caminos trazados pero añadiendo su estilo, quizá como lo hizo el realizador mexicano Alfonso Cuarón con El prisionero de Azkabán (2004). Ahora, más que nunca, Yates figura como el simple ejecutor de una serie de órdenes que, al parecer, no tiene intenciones de atreverse a levantar la mano y proponer nuevas ideas. Es posible que ahora más que nunca incluso peor que en la infame adaptación de El misterio del príncipe (2009), Animales fantásticos 2: Los crímenes de Grindelwald trate con menos respeto que otras cintas al universo al cual pertenece. De nueva cuenta tenemos a un Newt interpretado por el ganador del premio Oscar Eddie Redmayne que tiene muy pocas oportunidades de brillar y de mostrarse como ese poderoso mago amante de las criaturas mágicas. La relación entre Grindelwald y Dumbledore polémica y emocionante, muy esperada por la audiencia lamentablemente aquí es muy poco explorada y hasta injusta si pensamos que se trata del que es posiblemente el personaje más importante de toda la saga, sólo después de Harry Potter. Dumbledore que, como alguna vez nos dejó ver la amarillista Rita Skeeter, posee una historia apasionante que no requiere de tanta paja como de la que se está llenando esta saga. Ahí mismo entra lo ocurrido con Credence Barebone interpretado por un decepcionante Ezra Miller o las relaciones de amor complicadas entre varios personajes protagónicos que convierten a toda la trama en una auténtica telaraña de conflictos y subtramas que enredan a la audiencia y dejan muchas más incógnitas que respuestas. Si bien la competente actriz Katherine Waterston, como en el papel de Tina Goldstein, logra imprimirle un poco más de carisma y emoción a su personaje, su interpretación se sigue sintiendo plana, sin un arco dramático claro y provocando que se vuelva invisible dentro de un mar de historias que terminan por ahogar a casi todos sus personajes.
Hay algo cierto dentro de toda la controversia, la polémica, las críticas del público y los medios especializados hacia una estrella hollywoodense como lo es Johnny Depp. Con una carrera artística en el séptimo arte que no ha destacado en los últimos años, el actor no logra elevar su papel del antagonista villano Gellert Grindelwald al nivel de lo hecho por Ralph Fiennes con Voldemort, por ejemplo. Pero no todo es su culpa. Es ahí cuando volvemos al guion de Rowling, que no permite que ninguna de las historias presentadas terminen de consolidar su camino en la pantalla; que, si bien al principio muestra a Grindelwald como un ser sumamente poderoso y hábil, poco a poco va olvidando eso y va llenando a su antagonista de un discurso de doble moral y bastante político, a ratos confuso y hasta incongruente con este universo. Con visto lo mejor que fue la imagen en la ciudad de París cubierta por velos negros y lo peor que solo está pensada, y hecha, únicamente para los muy fanáticos de la saga cinematográfica. Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald parece en su tono a una película de espías, ya que la nueva entrega del universo de J.K. Rowling juega esa baza en su estilo y muchas otras.
Mi 8 de calificación a este filme, que aunque no es perfecto, desde luego se agradece mucho la oportunidad de ver otros rincones de este interesante y llamativo mundo mágico en distintas eras y situaciones. Ahí está, por ejemplo, el regreso al castillo de la escuela de magia Hogwarts; la posibilidad de ver a un joven Dumbledore como el profesor de Defensa contra las artes oscuras algo de lo que Snape estaría orgulloso; la aparición de ciertos personajes claves, esta vez más jóvenes como poderosos y que desearíamos tuvieran un papel mucho más importante que duraran más que unos cuantos segundos en las próximas entregas. Vale la pena repetir esa frase de Dumbledore que escribí en este texto: “No son las habilidades lo que demuestra lo que somos, son nuestras decisiones”. Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald quizá nos lleva a ese momento en que la autora J.K. Rowling así como el director David Yates, deban analizar y evaluar bien el camino que debe seguir su mundo mágico y analizar qué voces deben contar lo que viene.
Al seguir repitiendo la fórmula de esta cinta y la anterior, es posible que la paciencia del público se vaya agotando y llegue muy lastimada al desenlace de esta nueva era en su saga demágica. Tanto los libros como las películas de Harry Potter son en el fondo, en esencia, el arquetipo del viaje del héroe; una historia que se basa en las aventuras de un personaje principal de llegar de un punto a otro y de superar todas las adversidades para triunfar. Con Animales fantásticos 2: Los crímenes de Grindelwald todavía no queda claro si eso eso es lo que busca J.K. Rowling, ya que ni todo el talento y carisma de un actor como Eddie Redmayne ha sido suficiente para entender hacia dónde va esta pentalogía. Esta segunda entrega de las precuelas del universo mágico Harry Potter, acontece en su mayor parte en la capital francesa, esa ciudad de la luz y sombra comparable con la de los folletines de escritores como Eugène Sue o Victor Hugo. Bebés intercambiados, búsqueda de madres y pasiones extremas hacen de Animales fantásticos: Los crímenes de Grindelwald un pequeño goce, mucho menor del que encontrarán en el filme los fans de la obra de Rowling, a quienes se dirige en primera y entregada persona. En una escena que parece concebida para el júbilo cómplice del seguidor de estas sagas, Leta Lestrange se pasea por el aula donde sufrió como alumna de Hogwarts. No es, entonces, un momento de nostalgia, ni siquiera para el fan: en ese momento descubrimos que tal vez Hogwarts, Albus Dumbledore y esa luminosa academia de los hechizos y encantamientos no eran más que una prisión infinitamente más terrible que la de Azkabán. Lo desvalida que se muestra Leta como desvalido es Credence o Nagini, incluso el mismo Newt Scamander, y esa rabia, ese resentimiento donde en una escena siempre has comprendido y querido al monstruo, le dice más o menos Lestrange a Newt en un momento clave de la acción, hacen de la película un título más estimable de lo que su énfasis en lo discursivo y en dejar de lado a quienes son incapaces de descifrar lo que pasa y por qué pasa, parece. Más oscura de lo habitual ya que matan a niños, con un villano de verdad interpretado por Johnny Depp, contenido y excelente, con alguna tierna secuencia romántica especialmente lograda de Tina y Newt abriendo sus corazones, no abusa de las criaturas aunque eso sí: le da un momento estelar al escarbato, termina además con un posicionamiento ideológico nada complaciente.
Por: Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.