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República Cinéfila | Green Book – Una Amistad sin Fronteras

Seguimos en esta época de inicios de año con los estrenos de las películas que están nominadas al premio Oscar. En esta ocasión me toca analizar el filme de “Green Book – Una Amistad sin Fronteras”, una película dirigida por el cineasta norteamericano de comedias Peter Farrelly (“Dumb and Dumber” 1994, “Loco por Mary” 1998) quien busca con ella dar el campanazo y comenzar un giro en su carrera que lo lleve a un cine más serio a pesar de conservar una línea cómica muy marcada. En esta ocasión, Farrelly se alía con dos actores de primer nivel como lo son Mahershala Ali y Viggo Mortensen, quienes por su trabajo en esta cinta fueron nominados a Mejor Actor y Mejor Actor de Reparto. Se trata de una historia basada en un caso real y en la sinopsis oficial de la trama, en el que un famoso pianista afroamericano (Ali) de la ciudad de Nueva York contrata a un chofer (Mortensen) hijo de migrantes italianos para que lo acompañe en una gira al sur profundo de los Estados Unidos.
 
En este road trip ambos personajes encuentran mucho más de lo que iban buscando y con ello ejecutan un aprendizaje ilustrados y, para muchos, completamente conmovedor. La película se convirtió en la gran triunfadora en la entrega de los pasados Globos de Oro 2019 sorprendiendo a propios y extraños, ahora llegó a la cartelera de México. La cinta de Farrelly se encuentra en el lado más predecible de las nominadas a los Oscar. Un pianista afroamericano contrata a un italoamericano para que lo cuide durante una gira por el sur de Estados Unidos en los años 60. Farrelly edita la realidad y no incomoda al espectador, reduciendo un problema complejo, como el racismo, a una fábula con final feliz que está nominada al Oscar en cinco categorías, incluyendo la importante de Mejor Película. En el fondo, es una conmovedora historia de amor fraternal entre dos hombres, provenientes de universos sociales distantes, que se encuentran en momentos complicados de sus vidas. Y es que la realidad no siempre es como nos gustaría. Ahí está el Brexit, el muro de Trump y demás separaciones forzosas para demostrar que unos son mejores que otros, seres humanos todos. Pero, como la Navidad, los Oscar llegan cada año dispuestos a devolvernos la ilusión en las causas perdidas. Por ejemplo con esta cinta, es un monumento a la feel good movie que viene a demostrarnos justo lo contrario, que todos somos iguales sin importar el color de nuestra piel, dónde hemos nacido o en qué circunstancias. ¿Está de más recordarlo? Claro que no. 
 
Green Book
 
Es el inicio de la década de los años 60 en Estados Unidos. No es un buen momento para nadie en la nación dividida por el racismo y los prejuicios. Sin embargo, singulares necesidades individuales hacen que Don (Mahershala Ali) un virtuoso y refinado pianista negro, requiera los servicios, como chofer y guardaespaldas, de Tony (Viggo Mortensen), un rudo sacaborrachos sin educación. Juntos emprenden un viaje arriesgado hacia el sur profundo del país, donde la animosidad racial es aún mayor. ¿Qué puede salir mal? Todo. Estas dos personas chocan de inmediato. El desconocimiento y la desconfianza hacen que se vean mutuamente con desprecio. Sin embargo, el camino los hace reconocerse y la convivencia los acerca, pese a que tienen ideales y formas de encarar la vida, diferentes e irrenunciables. Farrelly crea una historia de amistad improbable, con una evidente moralina sobre la comprensión y el entendimiento. Tony es un tipo formado en la calle, que busca trabajos aquí y allá. En casa rechaza a los negros. Sin embargo, como se ve, tiene un corazón de oro, y una familia que lo quiere. Pero eso no lo sabe el erudito Don, que vive entre lujos, cobijado por la cultura y el arte, pero solo. Este road trip hará que encuentren confianza y respeto, pero a través de pruebas muy duras que probarán su carácter y su valor como personas. A lo largo de este trayecto tienen que apegarse al Libro Verde, que es una guía de lugares a los que pueden llegar los conductores de raza negra, sin ser molestados. De esta forma, el músico de clase mundial debe resignarse a pernoctar en hoteles de mala muerte, para hacer presentaciones en lujosos salones.
 
El artista personifica al hombre de mundo que busca justicia y equidad en un mundo de aparente prosperidad, pero obsesionado por la pigmentación dérmica. Recorre escenarios para exponer, a través de sus manos prodigiosas, que el color no es relevante. Que él, como afroamericano, puede interpretar en el teclado a los mejores compositores, aún mejor que los blancos. Tony, en cambio es como un libro abierto, que aprende a ver el paisaje con nuevos ojos, a través de las enseñanzas que, sin querer, le revela su empleador quien, simultáneamente, es transformado en la convivencia con ese hombre sin modales al que aprende a respetar, por el solo hecho de que, dentro de su incultura, es auténtico. Se inspira en una historia real y eso, bajo capas de Hollywood, se nota. Hay que reconocerle a los artífices de la película que hayan respetado el punto de la relación que tenía el relato oral de Nick Vallelonga, ese que el actor y director independiente lleva escuchando contar a su padre desde su infancia. Tony Lip, así se llamaba, era un portero italoamericano del Copacabana, un tipo bruto, listo y gran vividor, con el carisma suficiente como para, con los años, acabar interpretando al mafioso Carmine Lupertazzi en “Los Soprano”. En los 60, fue contratado por el pianista afroamericano Dr. Don Shirley como chófer y guardaespaldas en una gira por el sur de Estados Unidos. Shirley era un hombre cultivado, sofisticado, con un don para la música clásica que las discográficas intentaban revertir al jazz, más propio de un negro como él. También fue un hombre solitario, introvertido, atrapado entre una raza y una clase social que no concordaban. Ese viaje entre Nueva York y Nueva Orleans, ese lugar para el encuentro que cabía en un Cadillac DeVille del 62, es lo que Vallelonga le entregó a Peter Farrelly, que puso a un lado lenguas pegadas a telesillas y fijadores de pelo ricos en esperma para afrontar su primera comedia dramática. Aunque, seamos justos, “Green Book – Una Amistad sin Fronteras” de drama tiene poco, sin desestimar el que le ha supuesto a todos los fans de los Farrelly su retirada de la comedia boba en estos tiempos de cateta corrección política. Farrelly opta en su primera película sin su hermano por una puesta en escena discreta, muy clásica, en la que manda la época con esos preciosos pueblos de los 60, la cara B de los hits musicales y, sobre todo, el guion inteligente, los personajes bien construidos y los actores que los interpretan.
 
Green Book
Viggo Mortensen como Tony Vallelonga y Mahershala Ali como Dr. Donald Shirley en Green Book, dirigida por Peter Farrelly.
 
Mi 8 de calificación a este filme hollywoodense bueno y correcto que parece increíble que esta historia de la vida real llena de humanidad fuera creada por el mismo director que nos presentó en su momento las ya clásicas comedias “Loco por Mary” (“There’s Something About Mary”) y “Una Pareja de Idiotas” (“Dumb and Dumber”). Por su emotivo fondo “Green Book – Una Amistad sin Fronteras” es una historia de dos hombres que, sin saberlo, aprenden a quererse y a cultivar una amistad genuina. Con lo mejor visto en esta producción en el perfecto acoplamiento entre ambos protagonistas. Aunque algo sobre actuado Viggo Mortensen con su inmensidad como actor encuentra un paralelismo simpático en el volumen de su personaje. Ese cigarrillo caído, la camisa abierta y el acento de “Buenos Muchachos” (E.U. “Goodfellas” 1990, Martin Scorsese) tienen todas las papeletas para llevarse el premio Oscar 2019 a Mejor Actor, ya que su Tony Lip puede aprender mucho de Don Shirley –una mejor dicción, lo injusto de la discriminación racial y a no tirar basura por la ventanilla– mientras que el personaje de Mahershala Ali, es más discreto, puede contagiarse de la alegría de vivir tan mediterránea de su chófer. Ese es el verdadero viaje de “Green Book – Una Amistad sin Fronteras”, el que hacen dos hombres antagónicos hasta darse cuenta de que son iguales. Por supuesto, la realidad no ha tardado en dar por saco y, después de ver la película, la familia de Shirley ha llamado para quejarse del retrato que la película hace del músico. Las cosas no siempre son como nos gustarían y por eso inventamos el cine. Olvídate del fijador de pelo de la actualmente retirada actriz Cameron Diaz en “Loco por Mary” ya que este no es el Farrelly que conocías, porque no se le puede exigir a toda obra fílmica antirracista ir cargada de dinamita para un proyecto tan espléndidamente ejecutado y de visionado tan satisfactorio en absoluto merece la desdeñosa ocurrencia de ser etiquetado como un “Paseando a Miss Daisy” (E.U. Bruce Beresford, 1989) con los roles invertidos. Este es un filme empapado de humanismo pragmático, a ras de suelo, es un todo un drama cómico canónico de derechos civiles, de manual cinematográfico incluso, con todo lo que ello implica de apariencia más bien inspiracional y de aproximación templada a los desajustes raciales. Muy entretenida.
 
Reseña: Green Book
 
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística. 

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