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República Cinéfila | Atrapados: Una Historia Verdadera

Después de un verano 2019 lleno de blockbusters hollywoodenses es muy agradable para un servidor como cinefilo y crítico de cine ver en salas comerciales un gran filme de Europa que está bien escrito, filmado y realizado por su interesante verosimilitud.
 
Porque da gusto ver a caras del viejo continente en un bien ensamblado elenco y reparto encabezado por el competente actor Matthias Schoenaerts (“La Chica Danesa”) que protagoniza “Kursk”, que es la película oficial estrenada el año pasado basada en el desastre del submarino K-141 Kursk, donde fallecieron 118 rusos en el año 2000. La compañía del cineasta, productor y guionista francés Luc Besson, EuropaCorp contrató a uno de los pioneros del movimiento Dogma al realizador danés Thomas Vinterberg (“La Cacería”, “La Celebración”, “Los Idiotas”) para dirigir a partir de un buen guión de Robert Rodat (“Rescatando al Soldado Ryan”), basado en el libro de Robert Moore “A time to Die”. De esta manera, Schoenaerts vuelve a trabajar con Vinterberg, quien ya lo dirigió en la adaptación de la novela de Thomas Hardy “Lejos del Mundanal Ruido”, protagonizada por la actriz inglesa Carey Mulligan.
 
El Kursk se hundió luego de la explosiones dentro del submarino durante un ejercicio naval en el Mar de Barents. El gobierno ruso rehusó la ayuda de gobiernos extranjeros durante cinco días antes de aceptar la asistencia de los gobiernos británico y noruego. La Armada rusa aseveró inicialmente que el hundimiento había sido causado por una colisión con otro navío, para luego terminar admitiendo que la causa había sido la explosión de un torpedo dentro del submarino. En la sinopsis oficial de la trama, una explosión hunde el submarino nuclear ruso Kursk con toda su tripulación. Su rescate se topará con una cruel barrera de burocracia, medios obsoletos y secretismo político. La historia está basado en hechos reales con el hundimiento en agosto de 2000 en el mar de Barents, del Kursk que dejó en entredicho al Gobierno ruso.
 
Mientras su nave de rescate se reveló incompetente, denegó hasta que ya fue tarde la ayuda internacional. 44 oficiales y 68 marineros murieron en su interior. El veterano histrión sueco Max von Sydow, a sus 90 años de edad, vuelve a dar cátedra frente a la cámara porque interpreta con tremenda elocuencia, al insensible y soberbio almirante Petrenko, de quien depende la decisión de permitir que la ayuda extranjera llegue. Es tan odioso, en su papel, que al final termina generando desprecio y repulsión. Bajo el agua, los marinos luchan por sus vidas, y en tierra firma sus mujeres y demás familiares agonizan en la desesperación de observar la lentitud con la que se mueven las autoridades y la forma tan cínica con la que pretenden engañarlos y convencerlos de que los muchachos pronto serán regresados sus hogares. “Atrapados: Una Historia Verdadera” deja una dura lección sobre los nefastos resultados de la combinación de la política en los esfuerzos humanitarios. Los valerosos marinos hicieron su mayor esfuerzo, pero los tontos funcionarios bloquearon la generosidad de los países de occidente, que tenía una tecnología mejor y más efectiva y que pudo haber dado más esperanza a los sobrevivientes. Los sobrevivientes pudieron haber sido rescatados, aunque, como se ve, la fatalidad y un poco de mala suerte los persiguieron hasta el final.
 
Atrapados: Una Historia Verdadera
 
Es ahí y así como Vinterberg usa la historia para acusar la impertinencia de las cúpulas, pero también su casi inutilidad, su fragilidad y con ello el poder que todos nosotros podemos tener o recuperar al saber y confirmar con historias como esta cómo y por qué actúan como lo hacen. “Kursk” es, con todo y su atípico uso de los instrumentos del cine de acción, con todo y su final inamovible, con todo y lo que se le señalará como “la película más comercial de Vinterberg”, una reflexión sobre lo humano, sobre los humanos en situaciones límite en una constante en su cine y sobre la necesidad de devolver a la gente el poder, de eliminar las cúpulas, de cuestionarlas y sacudirlas cuando sea necesario.
 
Es por ello que, una vez narrada la tragedia, una vez mostrada la necedad de esa lógica militar rebasada, una vez que sin escándalos demuestra que el poder cuida su imagen antes que la vida de sus gobernados, una vez que hemos ampliado el encuadre para permitirnos especular porque sabemos lo que ocurrió en la superficie, jamás sabremos lo que ocurrió en el submarino hundido, Vinterberg regresa al aspecto de pantalla 4:3 para decirnos que su discurso ha terminado, que hemos vuelto al estado opresivo para responder las preguntas. Jugada inteligente, brillante pero inquietante. Y es que esta cinta, en el fondo y nunca en la superficie, es inquietante. Vinterberg comienza “Kursk”, la historia sobre el hundimiento del submarino ruso en el año 2000, con una boda en un frío pueblo de Rusia.
 
Uno de esos festines y reuniones que tanto le gustan, un momento de felicidad cargado de la tragedia posterior. Al día siguiente los hombres de esa boda se embarcan en el submarino nuclear, Kursk, el gran orgullo soviético. Dos días después, se produce la primera explosión, matando a parte de la tripulación; el resto lucha por sobrevivir a la espera del rescate que llegó muy tarde. Una tensión que Vinterberg rueda a pulso, con luz justa, traspasando el frío y la humedad de tantas horas bajo el agua esperando los golpes desde el exterior. En tierra firme, la lucha de las mujeres, padres e hijos también es tensa e intensa. Vinterberg pasa de una a otra, intentando darles el mismo peso. Todos fueron víctimas de la burocracia, de ese orgullo ruso arrastrado de la Guerra Fría; y todos, fuera y dentro del submarino, querían lo mismo: que no les olvidaran. La insignificancia del individuo frente a la maquinaria del estado que el director danés intenta humanizar con nombres e historias ficticias siendo los actores europeos Matthias Schoenaerts y Léa Seydoux los protagonistas porque, aunque no se sabe qué pasó realmente, el objetivo de la película es contar la verdad de esos melodramas personales en un tenso y frío melodrama bajo el agua, una historia de amor y memoria. 
 
Vinterberg sabe que sabemos el final de esta trágica aventura que es la muerte de los marinos atrapados en un submarino perdido en el mar de Barents, noticia mundial, tragedia universal. En manos del cine de Hollywood, propenso siempre y sobre todo a películas que no incomoden a nadie pero que les remuevan los sentimientos que el humano de estos tiempos conserva, habría elaborado alrededor de esta tragedia algo más escandaloso, con secuencias de acción y de rescate abusivas en efectos digitales y en despliegues visuales innecesarios pero que sirven de anzuelo fantasmal en películas que no procuran nada más que eso. Vinterberg afortunadamente conoce muy bien su trabajo y, parece, está consciente de que ésta será su película más próxima al estilo de Hollywood.
 
¿Cómo lo logra? Expandiendo el aspecto de la pantalla a un alucinante 16:9 una vez que el submarino se hace a la mar. Ahí los marinos encuentran el espacio que necesitan y ahí encuentra Vinterberg la cancha para decirnos estos son los detalles que la gente desconoce y que quiero que enfrenten. Al entrar al mar, Vinterberg juega visualmente con nosotros con esa fascinante secuencia submarina en el corazón de la desgracia para enlistar sin saña pero con un ojo punzante a más no poder las fallas de un rescate, todas ajenas a la tecnología, a la técnica, a la estrategia. Es decir, Vinterberg sabe que los errores en el rescate de este grupo de marinos, compañeros, colegas, camaradas, humanos, no fueron errores mecánicos sino signos de un mundo atrapado en imbéciles tácticas políticas, sociales. Y esto no es nuevo en su cine al reconstruir la tragedia del submarino Kursk porque reconstruye con eficacia el accidente y los esfuerzos de rescate, pero guarda un silencio voluntario al abordar el contexto político en el que se tomaron las malas decisiones causantes de la tragedia. Aun así esta producción fílmica es muy válida.
 
Atrapados: Una Historia Verdadera
 
Mi 9 de calificación a esta cinta que condensa las horas terribles de angustia que pasaron los marinos rusos encapsulados en un compartimento de la nave, en espera de ser rescatados. La misión para recuperarlos con vida fracasó, principalmente, por motivos políticos y por negligencia burocrática de los más altos funcionarios de Rusia. Este filme apadrinado por Luc Besson como productor, el director Thomas Vinterberg hace su propia lectura de la catástrofe en las frías aguas del mar de Barents, con una muy bien informada descripción de los procedimientos, usos y costumbres de los ocupantes de una nave con capacidad nuclear, que se prepara a hacer ensayos balísticos.
 
La precisión del relato y su excelente documentación la verdad crean un universo que gana en verosimilitud y credibilidad. Las descripciones del guión de Robert Rodat, que muestra la estremecedora indefensión de los damnificados, hacen suponer que así ocurrió la tragedia monumental. Porque es realmente asfixiante el ambiente en el que viven los hombres que viajan en los estrechos aparatos bélicos que patrullan, sin ventanas, las aguas del mundo. La tecnología con la que son desarrollados los letales armatostes, es la más avanzada del mundo. Rusia es líder en esa industria. Por eso, luego del accidente, el gobierno se niega a recibir ayuda del extranjero. La vida de los hombres atrapados en el Kursk depende de la rapidez con la que sean rescatados. Allá abajo, entre todos, hacen esfuerzos denodados por superar la desesperación, el cansancio y el frío terrible que se vive sin calefacción. Mientras, en la superficie, sus tontos superiores deliberan y se niegan a aceptar ayuda del extranjero. No pueden someter a semejante humillación al pueblo ruso.
 
No pueden dejar que los aliados del Atlántico Norte intervengan para solucionar lo que el poderoso oso soviético no puede hacer. Los marinos sufrirán. Los marinos morirán. El rescate será un fracaso. Pero Vinterberg, entusiasmado con la idea que lo rodea todo, quiere mostrarnos primero que un caso como este no es pequeño sino todo lo contrario. Para ello, casi elegantemente, juega con el aspecto de su pantalla para plasmar una contradicción brutal. Al comenzar “Kursk” la pantalla explica todo en un angustiante y casi desesperante aspecto 4:3, limitando la información y oprimiendo a los personajes. Ello cumple con dos objetivos. El primero decirnos, mostrarnos, sensibilizarnos con la idea y el alma de los marinos, que se sienten oprimidos en tierra, sin el espacio del mar, no importa si ese espacio se experimenta en el encierro de un submarino. Para el marino es lo de afuera, la eternidad del mar lo que importa y en tierra se saben atrapados. Por el otro lado Vinterberg deja ahí ver su filo con el aspecto opresor que le sirve también para elaborar un símbolo visual crítico y hasta cierto punto potente, como si nos dijera “lo que se sabe de este caso es poco pero quiero mostrar mucho más”. Y lo logra con creces en uno de los mejores filmes europeos vistos en este año 2019.
 
Atrapados: Una Historia Verdadera
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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