Una década después, Zombieland: Double Tap continúa el inesperado clásico de la comedia de terror y aquí les comparto nuestra reseña.
Con retraso de más de un mes, llegó la secuela que ya desde sus respectivos anuncios planteaban la duda de su necesidad o utilidad “Zombieland: Tiro de Gracia” arriba con una diferencia de tiempo considerable respecto a sus predecesoras y cuando no parece haber mucha demanda de nuevas entregas. Pero si el retorno de la villana interpretada por Angelina Jolie en “Maléfica: Dueña del Mal” confirmó los peores prejuicios, a partir de una continuación carente de sentido y propósito aún en su gigantismo, las nuevas aventuras de Tallahassee (Woody Harrelson), Columbus (Jesse Eisenberg), Wichita (Emma Stone) y Little Rock (Abigail Breslin) funcionan como recordatorio de discursividades y estructuras narrativas que prevalecían hace apenas una década pero que hoy –cortesía del vértigo de estos tiempos- lucen casi imposibles de implementar.
En la sinopsis oficial de la trama, una década después de convertirse en un éxito en cines y en una película de culto el cast original se reúne junto al director Ruben Fleischer (“Venom”) y los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick (“Deadpool”) para esta secuela escrita también por Dave Callaham y mediante un cómico acercamiento que llega hasta la Casa Blanca, estos cuatro guerreros deberán enfrentarse a un nuevo tipo de zombies y de humanos que han evolucionado desde la primera película pero sobre todo enfrentarán las dificultades de ver crecer a los integrantes de su peculiar familia. Diez años después de que el mundo ha sido invadido por zombis, los sobrevivientes Columbus (Eisenberg), Wichita (Stone), Little Rock (Breslin) y Tallahassee (Harrelson) enfrentan nuevos retos y amenazas, que incluyen hippies, zombis evolucionados y monster trucks.
Mucho ha pasado en la década desde que llegó “Zombieland” (2009) para burlarse despiadada e irreverentemente de las películas de zombis mientras creaba un cuarteto central de memorables personajes y, en el caso de Bill Murray, uno de los grandes cameos fílmicos. Detrás de cámaras, Emma Stone — entonces una vibrante estrella cómica en ascenso — ha ganado un premio Oscar y se ha convertido en una de las mayores estrellas del planeta. El director Fleischer continuó su ingenioso debut con tres regulares películas, “Venom” la más reciente, lo que sugería que “Zombieland” podría haber sido la excepción a la regla. Y los guionistas Wernick y Rheese, luego de años de intentar levantar una secuela, finalmente acumularon suficiente influencia después de dos “Deadpools” para regresar al pozo de zombis.
El planteo narrativo de “Zombieland: Tiro de Gracia” se hace cargo de cierto paso del tiempo, mostrando cómo esa familia disfuncional ha terminado de ensamblarse tanto que no solo encontró un cómodo hogar que resulta ser la Casa Blanca, sino que incluso ha entrado en una rutina un tanto perjudicial. En esa cotidianeidad, Tallahassee ejerce de figura paterna de Little Rock de forma conservadora y hasta insensible, mientras que Columbus y Wichita ya son una pareja en la que el casamiento podría ser el próximo paso que sin embargo no termina de asumirse. Una serie de eventos un tanto arbitrarios pero indispensables sacuden la estantería de los protagonistas, llevándolos nuevamente al terreno de la road movie, del descubrimiento y de un pequeño aprendizaje.
En esa apuesta a la repetición de lugares conocidos y a la vez marginales, esta segunda parte parece una anomalía dentro de la actualidad de Hollywood, por más que no sea ni renovadora, ni extremadamente nostálgica. Sus chistes, ocurrencias, giros y decisiones rara vez salen de lo previsible, pero esa previsibilidad –que va de la mano con su ligereza- es de hace apenas diez años. En un punto, lo que nos proponen el director Ruben Fleischer –recuperando algo de la pericia perdida en “Venom” y “Fuerza Antigángster” – y los guionistas Reese, Wernick y Callaham, es un retorno a un pasado inmediato antes de que se convierta en pura nostalgia. Como volver a visitar el colegio donde hicimos la primaria apenas un par de años después de haber arrancado la secundaria, temiendo haber olvidado nuestra infancia.
En pantalla, las cosas han progresado apenas un poco. El mundo sigue infestado por zombis, algunos de los cuales han evolucionado a nuevas y más desafiantes formas. Columbus (Eisenberg) sigue siendo nuestro narrador y sigue enamorado de Wichita (Stone), incluso si su relación está algo estancada. El Tallahassee de Harrelson no se ha calmado nada, y está haciendo imprudentes y problemáticas afirmaciones de que tiene ascendencia nativa americana. Sólo Little Rock (Breslin) abraza el verdadero cambio: cansada de la vida como nómada y las discusiones familiares, quiere tomar la carretera. Esto trae sus propias complicaciones y una serie de nuevos personajes. Sin embargo, aunque Fleischer, Wernick y Reese trabajaron para hacer del cuarteto original interesante y agradable, estos nuevos personajes jamás se acercan a parecer remotamente personas reales.
Por ejemplo, la adición más sustancial, Madison (Zoey Deutch), es una imprudentemente alegre y nada inteligente chica del valle que no tiene nada de profundidad, quien se vuelve objeto de muy hostiles bromas por parte de quienes son los héroes del filme. Es una demostración de la chispa y compromiso en la actuación de Deutch, y de algunos de los mejores diálogos en la película, que el personaje de Madison perdure más si hay una tercera parte en una década más. Incluso hace 10 años, el género de zombis estaba sobresaturado, desde entonces, el ascenso de la popular serie de televisión “The Walking Dead” abordado y descartado en una escena temprana sólo ha impedido su progreso.
Así que es muy bueno, entonces, que lo último que le importa a “Zombieland: Double Tap” sean los zombis. Seguro, siempre los hay y en geniales nuevas presentaciones, y también hay un par de grandes secuencias de acción. Pero la película jamás está más viva que cuando sitúa a sus personajes juntos en la Casa Blanca en una secuencia extrañamente descuidada, o en una minivan, o en un suntuoso hotel y los deja ser, lejos de la muchedumbre putrefacta. Si poco de esto llega a sorprender, es por la maldición de las secuelas. Pero a menudo es muy disfrutable, ocasionalmente muy graciosa, y tiene la energía y brío tan echado de menos en las últimas películas de Fleischer. Así que, aunque simple y llanamente no es tan buena como la primera cinta original de 2009, demuestra que la ahora saga de “Zombieland” ya no es una anomalía en el currículum cinematográfico de Fleischer. A veces regresan, a veces ni deberían molestarse. Pero a veces son bastante decentes — aunque ésta es completamente sólo para los fanáticos de la película original. Una vez visto lo mejor de esta cinta son todas las escenas de los créditos finales con ese titán de la risa pasándoselo genial. Pero lo peor es que le falta la garra del primer filme y le sobran personajes algo inútiles.
Mi 8.5 de calificación a esta segunda entrega, nada como una secuela tardía para mostrarnos lo poco y lo mucho que hemos cambiado. Cierto es que “Zombieland: Tiro de Gracia” es bastante inferior a su precedente, que deja al margen a los cadáveres devora cerebros y prefiere jugar a la road movie cómica con personajes en el borde de la estulticia, gags privados como el del actor Woody Harrelson dedicado a su amigo Wesley Snipes y una sensación de viaje a ninguna parte. Sin embargo, en ese ir a ningún sitio a darle como en la colonia de la serie de televisión “The Walking Dead”, en esos nuevos compañeros de viaje episódicos que no aportan nada con el insufrible hippie con guitarra o que parecen una cachonda cinta de culto con Rosario Dawson, claro, y en una especie de asumida imposibilidad de sorprender o dar algo original en esta saturación de zombis como el monólogo de Columbus al inicio de la película, encuentra el filme su particular gracia.
Como un cómic resultón, con un inmenso Woody Harrelson merendándose al resto del reparto, Ruben Fleischer el director vuelve a dar un poco de todo sin preocuparse a la postre demasiado de nada con el humor cafre, puntual gore inofensivo, cháchara de sitcom y una previsibilidad enternecedora. Lo que tampoco está mal ¿o no? Porque nadie necesitaba realmente volver al mundo de “Zombieland”, pero a nadie le importaba tampoco un nuevo paseo por ese parque de atracciones para muertos vivientes. Ese ritmo tan personal que sus guionistas han sabido reubicar en las dos películas de “Deadpool” (2016/2018) sigue intacto, igual que el carisma de sus protagonistas, hoy más famosos que ayer, pero igual de divertidos. Superados únicamente por Madison (Zoey Deutch), una simpática adolescente sin complejos que entrega los mejores momentos de esta segunda parte, en la que también contamos con una Rosario Dawson propietaria de un museo de Elvis Presley y unos hippies alojados en una columna que rechazan la violencia.
Lo más curioso de “Zombieland: Tiro de Gracia” es cómo, al expandir su universo, renuncia a imaginar una sociedad propia y dibuja una parodia apocalíptica arraigada en los males de la nuestra. En la dicotomía Tallahasee contra los hippies del refugio pacifista hay un reflejo de esa pulsión actual entre la Generación X y los millenials, a los que se les intuye probablemente de forma acertada no servir para nada en caso de amenaza de muertos vivientes. Una batalla divertida pero no obstante llamativa, especialmente para unos personajes que jamás conocieron a Donald Trump en un inocente culto al inicio de los dosmiles, tan lejano ya ideológicamente de lo que nos depara 2020, engrandecido por un grito de guerra de Tallahasee: “¡Thank God for Rednecks! “ para cómicos viajeros de las secuelas divertidas, pero menos.
Al igual que había puesto de moda la satírica revista MAD, su humorística y consanguínea hermana dedicaba un par de páginas a parodiar las películas más populares del momento. Ese maravilloso, agudo y profundamente divertido material gráfico escrito y dibujado bien podría ser la inspiración, estructura y finalmente aspecto de esta secuela que ha tardado toda una década en ser realidad. Es una paródica doble página dibujada como esa apertura con la dama de la antorcha de la Columbia defendiéndose de muertos vivientes, llena de bocadillos las reglas de Columbus, las anotaciones sarcásticas de Tallahassee y los mandamientos de Flagstaff y de viñetas al margen de la narración lineal el chiste a costa de la Torre de Pisa que ni el cineasta Richard Lester del filme “Superman III” (1983); el regalazo de las escenas post de los créditos finales. Precisamente en ese encuentro especular en el motel Elvis Presley entre los protagonistas y sus posibles dobles se establece la condición de juego con el filme anterior, esta es simplemente una correcta segunda parte para los fans.
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.
Pingback: República Cinéfila | Zombieland: Tiro de Gracia • Radio Robotto