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República Cinéfila | Jumanji – El Siguiente Nivel.

¿Una secuela innecesaria? Cuando uno piensa en Jumanji la formidable cinta original de 1995, la imagen mental que se nos viene a la cabeza es la de una estampida de animales.
 
El gran problema de esta tercera parte del sorprendente éxito de 2017 con “Jumanji: En La Selva” es que es hay una estampida de ideas repetidas. Hace dos años, el reboot del popular filme partía de una premisa brillante de que si en la primera película el juego de mesa entraba en la vida real, en la segunda cinta la vida real entraba en el vídeo juego que ya sabemos que el papel está en las últimas y, si no eres digital, no existes. Una vez allí, se desarrollaba un perverso intercambio de identidades, más efectivo si cabe porque el guión se tomaba su tiempo en presentarnos a los diferentes personajes, una especie de “El Club de Los Cinco” (1985) con el personaje friqui, la acomplejada, el deportista, y la animadora con los que realmente podías empatizar. En este “El Siguiente Nivel” se repite la historia lo que tal vez no ha sido la mejor de las decisiones. En vez de innovar, amplifica todo lo que funcionó en la anterior entrega. La Jumanji original, dirigida por Joe Johnston y estrenada en 1995, era una aventura mucho más oscura de lo que podía aparentar en la superficie. Detrás del diálogo con lo lúdico y cómo la aventura cobraba vida a partir de poner en escena la narrativa de un juego de mesa, el andamiaje que sostenía la trama era un drama familiar focalizado en el impacto de la pérdida y la conflictividad paterno-filial. La presencia del entrañable actor Robin Williams era apenas un aliciente, una especie de puerta amable para que el público familiar pudiera asimilar de forma más eficaz los elementos siniestros del relato. El filme de “Jumanji: En La Selva” fue algo distinto, que usa a la iconicidad de su predecesora como trampolín para otros propósitos. Aquí en esta tercera parte repiten los mismos esquemas pero sin la brillantez del filme anterior.
 
Jumanji - El Siguiente Nive
 
¿Que congeniaba con la amistad interracial? Pues añadimos un nuevo miembro oriental (Awkwafina) ¿Que lo que más gracia hacia del filme es que Bethany, la simpática rubia del grupo, tuviera como avatar al barbudo Jack Black? Pues convertimos todo el filme en un alegre y continuo intercambio de identidades tanto humanas y hasta animales, en un sueño ideal de las teóricas del “género fluido” y de algún zoofílico. ¿Que parte de su encanto pasaba porque los adolescentes con las hormonas alteradas se convirtieran en avatares de adultos talluditos? Allá que te van dos abuelos como Danny DeVito y Danny Glover, con lo que hay tantos protagonistas que a casi ninguno le llega su momento en el filme, apretujados como están por conseguir su chiste y su momento épico. Tal vez quien mejor encarne esta sensación de estirar la fórmula hasta sus últimas consecuencias sea su estrella, Dwayne Johnson ya que estira sus músculos y los chistes de su mirada super ardiente, y estira su mil veces repetido personaje de héroe bruto de buen corazón. Así las cosas, los únicos añadidos son lo bien que se lo pasan los actores intentado imitar los andares cheposos de un DeVito y la historia de amistad octogenaria y crepuscular del pequeño gran actor con Glover. Eso, y la pullita edípica de un cineasta como Jake Kasdan a su padre Lawrence, quien fuera el gran guionista de la saga Indiana Jones pero no del filme “El Templo Maldito” (1984), cuyo argumento y alguna de sus escenas más icónicas está prácticamente calcado sin ningún atisbo de pudor. Tal vez, el gran problema de esta tercera parte de Jumanji sea en realidad el del blockbuster hollywoodiense contemporáneo, una estampida no de avestruces y mandriles sino de reboots, remakes y secuelas que cree que el espectador actual, atónito, desconcertado y más adicto a la nostalgia que un millennial a Instagram, nunca va a dejar de comprar entradas y darle al “insert coin”. Y vista la taquilla de los últimos tiempos, qué quieren que les diga, tal vez tengan razón. Discreta a nivel de guión ya que cuesta creer que Scott Rosenberg ande por su escritura y sin ninguna frescura, esta nueva partida en el universo Jumanji se deja ver no solo por Kevin Hart, Awkwafina y Danny DeVito. Danny Glover, el otro veterano del reparto, aporta en su trama un punto de ternura que se agradece, más en el ambiente navideño que impregna a la película y las fechas de su estreno comercial. O la propina final de Bebe Neuwith, en lo que se adivina además de la secuencia entre títulos de créditos. Otros simpáticos hallazgos de “Jumanji: Siguiente Nivel” son su ambientación helada, muy a la “El Chico de Oro”, el clásico con Eddie Murphy; la excelente y trepidante secuencia con los furiosos mandriles en unos puentes colgantes que parecen las escaleras de la escuela Hogwarts en la saga de Harry Potter; el rescate en la fortaleza que no es más que una cómplice fusilada del inicio de “Los Ángeles de Charlie: Al Límite” (2003), no por casualidad, porque también una producción Sony Pictures, y un aire de fábula a lo “El ladrón de Bagdad” que, desafortunadamente, se difumina a lo largo de un monótono metraje. Visto lo mejor con la vida que le da a su personaje Danny DeVito. Pero con lo peor que el aburrimiento es el punto débil de las habilidades del filme. Atascado en la misma pantalla que resultara una grata y refrescante sorpresa hace un par de años, “Jumanji: Siguiente Nivel” no pasa de nivel y repite el mismo esquema, las mismas situaciones y los mismos chistes que hicieron de “Jumanji: En La Selva” una digna continuadora del clásico de 1995 protagonizado por Robin Williams. Esa iteración podría verse como una mera actitud de cumplir con el expediente de tener lista una secuela lo más rápido posible porque el éxito no esperado del filme dio luz verde a la continuación con precipitación y lo más parecida posible. No obstante, quizás sea en realidad una forma de supervivencia. En un momento de la película, cuando no solamente los espectadores sino algunos de los actores se dan cuenta de que no están funcionando ciertos intercambios de avatares, de repente se vuelve esta vez ya literalmente a lo de la cinta del 2017. Me refiero a la incomodidad o desgana de un Jack Black incapaz de poder hacer el tonto hasta que vuelve a “ser” una chica. O la incapacidad absoluta de Dwayne Johnson para tratar de emular a Danny DeVito dentro de su musculoso y fibrado cuerpo. Desde ese punto, esta tercera historia sigue siendo la misma de siempre ya conocida; ya sin aquella brillante chispa que nos ganó en la segunda cinta para la causa, pero al menos “The Rock” y Black recuperan la confianza trabajando sobre seguro, en especial el segundo, agradecido por poder tener de nuevo en las réplicas a un estrepitoso Kevin Hart como con lo de la conversación sobre un testículo que está a punto de ser antológica. Y hablando del cómico afroamericano él sí que salva los muebles de “Jumanji: El Siguiente Nivel”. Su reencarnación, en retaco cuerpecito de zoólogo negro, de Danny Glover es espléndida al menos en el doblaje al español, como lo es cuando le toca afrontar la de DeVito a Awkwafina, joven actriz que se incorpora a la taquillera franquicia y saga que también es uno de sus escasos buenos alicientes.
 
Jumanji - El Siguiente Nive
 
Mi 7 de calificación porque esta nueva “Jumanji” es esencialmente una comedia sin originalidad que utiliza a la típica aventura como hilo conductor. Eso ya estaba implícito en los nombres involucrados: desde el director Jake Kasdan realizador de “Malas Enseñanzas” (2010) y la notable “Camino Duro – La Historia de Dewey Cox” (2008) hasta Dwayne Johnson un tipo que siempre se sintió cómodo dentro de esquemas humorísticos, pasando por Jack Black, Kevin Hart y Karen Gillan, todo apuntaba al terreno de la comedia. Y hacia ahí va el filme, casi desde el primer minuto, incluso mientras va presentando su premisa, donde el juego de mesa es reconvertido en un vídeo juego que los absorbe y verán convertidos en los avatares que habían elegido para jugar y que deberán terminar la misión encomendada para salir del universo lúdico. Entonces “Jumanji: Siguiente Nivel” incorpora el lenguaje de los vídeo juegos y la puesta en escena aventurera para montar una comedia autoconsciente, que siempre está reflexionando sobre sus propios dispositivos. Y cuando hablo de dispositivos, no me refiero sólo a los distintos elementos que van componiendo a los vídeo juegos o los nudos narrativos que cimentan el relato aventurero. Porque lo central termina siendo la reflexión sobre los estereotipos, los prejuicios y cómo éstos condicionan las conductas. En esa operación discursiva, es clave la distribución de personajes interactuando con el joven nerd que se transforma en el musculoso Johnson; el muchacho atlético convertido en el diminuto Hart; la chica linda y popular que pasa a estar en el cuerpo del gordo Black; y la joven tímida que debe acostumbrarse a ser la bella y atlética Gillan. Esa vía para la comedia puede parecer extremadamente lógica y simple, elemental incluso, y en parte lo es, pero no deja de requerir de una ejecución fluida, de una interacción equilibrada donde nadie quede desdibujado pero tampoco monte un show propio que opaque a los demás. En ese desafío que implica desplegar personajes, ponerlos a desarrollar sus propios conflictos individuales en función del conflicto mayor -que es de aprendizaje sobre uno mismo y los demás-, Kasdan demuestra tener cintura, conocimiento del ritmo cómico y a la vez cariño por la aventura, sin descuidar ninguna de las variables. Pero no está solo: es patente la nobleza de los actores, que pueden ser conscientes de sus respectivos estatus de estrellas pero no quitan el foco del tono apropiado para componer sus respectivas dobles personalidades y lo que requiere la trama central. Jumanji: en la selva es fundamentalmente una película grupal, donde puede haber liderazgos específicos pero el héroe va adquiriendo características corales y matices variados. De paso, esta secuela/reversión consigue una pequeña hazaña extra, que es la de funcionar no sólo como una comedia de diversas tonalidades, sino también como un espectáculo potente. Hay una estética indudablemente artesanal, un coqueteo con la nostalgia y reminiscencias de los ochenta y noventa, pero también piezas de espectacularidad como esa gran secuencia en helicóptero con un preciso componente humano. Eso compensa un villano desdibujado, que es apenas una mera excusa, porque el foco no pasa por el enfrentamiento con un Mal antagónico sino por la evolución del cuarteto protagonista. En el medio, Johnson hace gala de un carisma indestructible; Black vuelve a ser un anarquista en el mejor sentido posible porque hay una escena que gira alrededor de su pene que es gloriosa; Hart demuestra desde su cuerpo que no le teme al ridículo; y Gillan seduce, patea traseros, entretiene y se divierte. La película de Kasdan respeta al filme original pero no le tiene miedo y emprende su propio trayecto que es divertido y atrapante. Cuando quiere, cuando tiene claro qué contar y dispone los elementos de la manera adecuada, Hollywood construye piezas de entretenimiento nobles, felices. Esta tercera parte de Jumanji es una de ellas. Para quienes gustan de jugar una y otra vez el mismo juego, pero sin la originalidad de las cintas anteriores, es solo una buena película palomera hollywoodense que entretiene pero que se olvida.
 
Jumanji
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la columna y sección periodística.

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