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El Padre (2020) | República Cinéfila

El Padre (2020). El gran actor inglés Anthony Hopkins protagoniza una de las cintas nominadas al premio Óscar 2021 para Mejor Película, luego de haberse convertido en una estrella pop con el personaje de Hannibal Lecter en la espectacular saga criminal de “El Silencio de Los Inocentes” que lo encumbró.
 
Hopkins se va al lado opuesto, para subordinarse ahora a una producción fílmica pequeña en la que todo es actuación en su sentido más puro. Con la primera incursión en el cine del dramaturgo francés Florian Zeller es un relato de ingeniería compleja que sirve como soporte a las actuaciones excepcionales de Hopkins y Olivia Colman en este retrato de un hombre mayor que enfrenta las consecuencias de la demencia senil, a contracorriente de otros filmes también nominadas al Oscar para mejor película, vale más por su concepción y ejecución que por su discurso ideológico o su agenda social. Hopkins alcanza el momento más elevado de su lustrosa trayectoria histriónica con “El Padre”, interpretación que es uno de los grandes legados que dejará a la cinematografía universal, ya que el dramaturgo Florian Zeller decide adaptar a la pantalla grande su propia puesta en escena, y recurre al maestro Christopher Hampton, que hace un guion compacto de pocos personajes y cargado de emociones desesperadas, entre personas que ya no pueden llegar a entendimientos.
 
En la sencilla pero emotiva trama de esta historia, el personaje de Anthony (Hopkins) es un anciano que enfrenta un cuadro de demencia senil, una situación que se vive en muchos hogares en todo el mundo. El escenario único es un apartamento, en el que es atendido por su hija Anne (Olivia Colman), que pacientemente vela por él y trata de imponerle una cuidadora. La situación se vuelve complicada por los desvaríos del viejo, y su reticencia a ser cuidado por una desconocida que, supone, podrá hacerle daño. Anthony con sus 80 años de edad, algo travieso, mordaz y que tercamente ha decidido vivir solo, rechaza todos y cada uno de los cuidadores que su hija Anne intenta contratar para que le ayuden en casa. Anne está desesperada porque ya no puede visitarle a diario y siente que la mente de su padre empieza a fallar y se desconecta cada vez más de la realidad. Dado el ir y venir de sus recuerdos ¿cuánto de su propia identidad podrá recordar con el paso del tiempo? Anne sufre la paulatina pérdida de su padre a medida su mente se deteriora, pero ¿no tiene ella derecho a vivir también su propia vida? Zeller, con magistral sentido del espacio, lleva a la pantalla la obra de teatro. Estos seres atribulados se mueven frente a la cámara con trazos muy precisos, como si estuvieran en el escenario, ante a un público que los mira empático desde las butacas. Por supuesto que Hopkins es el eje de la acción. Los personajes entran y salen a cuadro mientras él, angustiado, no consigue identificarlos. La memoria lo traiciona, y siente que unos son otros, en un desfile de rostros familiares a los que les da nombres equivocados, porque su noción del mundo se ha deformado irremediablemente. El veterano intérprete rinde un espléndido homenaje al oficio del actor que es, al mismo tiempo, una rúbrica de su paso por la pantalla grande, a lo largo de décadas y décadas de impecables participaciones en cintas grandes y modestas. Aquí alcanza una sorprendente profundidad sicológica, al mostrarse confundido, sabedor del deterioro mental. Desconcertado, observa a su hija y sabe que algo en él no funciona bien, pero no puede expresarlo, porque la lucidez ya no le alcanza. Si acaso, busca en sus recuerdos y encuentra uno, doloroso, de otra hija que ya no está y quien regresa a saludarlo, como la materialización de un anhelo básicamente imposible.
 
 
The Father – Gateway Film Center
 
Mi 9 de calificación a este drama familiar íntimo, donde sobresale la improvisación con un fenomenal Hopkins que se conduce solo, como si el director le hubiera dado completa libertad para moldear el papel, confiando en sus resortes internos. Se percibe que se grabó en primeras tomas, por la poderosa interpretación del anciano, que se conduce con gracia espontánea, a veces como un chaval jubiloso y otras como un viejo amargado. En un mágico desdoblamiento, Anthony Hopkins se encuentra en una edad en la que se supone que debieran fallarle los reflejos, pero el talento prevalece, y consigue imponerse a las limitaciones de la edad. Consigue un triunfo del virtuosismo, por encarnar a un hombre que tiene padecimientos que a él, en la realidad, no le han afectado. Al final, queda un profundo dejo de tristeza, porque el padecimiento ya no tiene remedio.
 
El hombre tiene que esperar su fin, en medio de la desolación en la que, abandonado, sólo le queda gemir desesperado, implorando la ilusoria protección de su mami. “El Padre” se sostiene, por entero, en la actuación deslumbrante de Hopkins en la pantalla grande, la situación es conmovedora, porque la hija, con el corazón hecho pedazos, está obligada a dejarlo encargado, porque debe emigrar para recomenzar. Según se insinúa, ella escapa de una pareja abusiva que llega, incluso, a maltratar a su padre. Se muestra en una escena estrujante cómo el octagenario es víctima de violencia física, que le provoca impotencia y un desgarrador llanto de desconsuelo por el peso de los años. “El Padre” ha dejado boquiabiertos, con lágrimas en los ojos y ensimismados a nosotros los espectadores con una dirección de actores espectacular, con un montaje de lujo, y con dos de los mejores actores del mundo, Anthony Hopkins y Olivia Colman, en estado de gracia permanente. Puro cine de la mano de un dramaturgo francés que se estrena en el séptimo arte, con un inmenso filme de sobrados méritos, en la carrera más larga de la historia de los premios Oscar. Florian Zeller, dramaturgo francés, lleva quince años conquistando los escenarios de medio mundo (‘Si murieras’, ‘La Verdad’, ‘La Mentira’, ‘El Padre’, por la que recibió el Molière en 2014, ‘Una hora de tranquilidad’, ‘Sin filtro’, ‘La Madre’, con Isabelle Huppert y Chris Noth como protagonistas en su estreno neoyorkino en 2019, y ‘El hijo’).
 
El escritor decidió trasladar su obra al cine porque deseaba verla interpretada por Anthony Hopkins. Cuando el actor recibió el guion no pudo negarse a aceptar este caramelo cinematográfico, que le puede aportar su segundo Oscar, tras el de 1991 por “El Silencio de Los Inocentes”. Muchos sufrimos en carnes ajenas el derrumbamiento de nuestros seres queridos cuando empiezan a perder la memoria y la demencia senil, o dolencias más graves, van borrándonos de su recuerdo cada minuto del día. La sensación de frustración, importancia y tristeza supera todo lo inimaginable. Florian Zeller en su obra ha adoptado el punto de vista, menos habitual y realmente portentoso, de los que sufren en carne propia este descenso a los infiernos del olvido. Anthony Hopkins, en padre que se aferra como pueda a la memoria, y Olivia Colman, en hija desesperada sobrepasada por las circunstancias, no pueden estar más perfectos, acompasados e impresionantes en sus respectivos papeles. A todo ello se añade la maestría del montaje de Yorgos Lamprinos, una verdadera lección magistral en la materia, que aporta la dosis perfecta cinematográfica a una dramaturgia teatral, que se activa perfectamente engrasada en paralelo a su maquinaria narrativa. A sus excelentes obras anteriores, ‘Cuestión de actitud. Xenia’, ‘Custodia compartida’ (César francés al mejor montaje) u ‘Obscuro Barroco’, este maestro del ‘tempo’ añade lo que puede ser su mejor trabajo hasta el momento. Sencillamente, espectacular y muy emotivo drama familiar.
 

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