Sonic 2 (2022) | República Cinéfila
Sonic 2 es la secuela del exitoso filme de 2020 es una película que apuesta por inflar todo lo que había hecho bien en la primera entrega pero está vez más es menos porque hace dos años celebraba en la reseña de Sonic: La película las moderadas intenciones de una producción que no se autocelebraba desde la grandilocuencia.
Era claramente un relato más cercano al de aquellas pequeñas películas de fantasía de los años 80’s, mezclado con algo del humor pop que campea hoy en el cine mainstream. Pero en esta secuela, que repite parte de su elenco, director y algún guionista, todas las enseñanzas de aquella película moderada se dejan de lado y se apuesta decididamente por un gigantismo agotador: Jim Carrey luce más suelto e incontenible, no se agrega un personaje animado sino a dos, y si a la primera parte le alcanzaban 99 minutos para presentar un personaje y un mundo, esta precisa de 122 para avanzar sobre una trama que se enreda innecesariamente.
El alerta sobre las posibilidades de convertir a Sonic en una saga estaba presenta ya en la misma película: si sobresalía no era precisamente por su ingenio y creatividad, sino porque sabía hacer más o menos bien un par de cosas que al resto del mainstream hollywoodense le cuesta. En lo concreto, ser práctico narrativamente y conciso en lo expositivo. Pero no había mucho más, destacaba por contexto no tanto por un valor propio. Al calor del éxito de aquella película, claramente sus creadores tuvieron luz verde para expandirse en una producción que luce tan grande como fofa, con subtramas mal desarrolladas y unidas con pegamento con la trama central, secuencias que solo están ahí para acumular ruido y pericia técnica (todo ese pasaje con Sonic solo en la casa) y un humor infantil en el peor de los sentidos (hay toda una subtrama en Hawai que es bochornosa y está filmada con un nivel de pereza descomunal).
Pero claro que hasta un reloj roto acierta la hora exacta dos veces al día y ahí tenemos la inclusión de Knuckles, un personaje animado al que Idris Elba le aporta su voz grave y una personalidad tan candorosa como tosca. Knuckles puede ser bestial, pero también una criatura de una lógica algo confusa y muy humorística. Es en esa construcción donde queda en evidencia cómo se desarrollan estos productos, más como ideas sueltas, como conceptos que sirven para fascinar al público cautivo que pagará la entrada para ver finalmente la representación del personaje que conocen desde hace tiempo.
Sonic 2: La película es la concreción de una mediocridad solo tapada por la pompa del CGI, la prepotencia de la tecnología y el ruido de las agotadoras secuencias de acción. Lo curioso aquí es que si Sonic, el personaje, es una celebración de la velocidad, esta secuela se toma demasiado tiempo para contar algo a lo que le sobra fácil media hora. Sonic 2, sin embargo, cae en inercias que la anterior película esquivaba, y también son las propias de ese modelo canónico de secuela al que se ajusta militantemente.
El recital de Carrey, salvo hallazgos puntuales como el prólogo y unas referencias pop de juguetona virulencia, es más autocomplaciente en esta ocasión, propio de quien cree que con abrir la boca y soltar lo primero que se le ocurra tendrá gracia. Y sí, es de Carrey de quien hablamos y desde luego que la tiene, pero el margen para la sorpresa está más diluido y complementa la notoria pérdida de frescura del conjunto. Conscientes de ese peligro, los guionistas han dejado la presencia de seres humanos al mínimo —salvo Carrey, en el caso de que cuente como ser humano—, y aún así basta para someter a Sonic 2 a valles de considerable desinterés, con ese James Marsden insistiendo en un sobado discurso paternofilial o su familia por entero.
Aun asi el erizo azul más rápido del mundo regresa a tope de revoluciones en una movidísima aventura fílmica tan simple como digna. Ante una obra como “Sonic 2: La película”, el crítico debe adoptar la pose del Hombre Pálido de “El laberinto del fauno” (Guillermo del Toro, 2006), taparse la vista con las manos, las palmas hacia fuera y en ellas los ojos del niño que un día fue. Con los ojos de la infancia y la larga experiencia en las salas oscuras del adulto se puede ser justo en la apreciación, constatar que “Sonic 2” es un espectáculo razonablemente digno para la parroquia menor de edad y, dato importante, un espectáculo, a diferencia de tantos otros orientados a la chiquillería, para nada idiotizante, aunque tampoco sea, ni mucho menos, “Babe, el cerdito valiente” (Chris Noonan, 1995) o “Un ratoncito duro de roer” (Gore Verbinski, 1997), por poner dos ejemplos de cine infantil inteligente, creativo, magistral. Tiene, eso sí, un fastidioso y melifluo mensaje a favor de la familia, al parecer la moda de esta temporada: “CODA”, “El Rey Williams”, etc.
Esta es una cinta apta para que los más pequeños gocen de una movidísima aventura tan simple como digna. Para aquellos que se encuentran alejados de la cultura de los videojuegos y las películas infantiles, aquí va una rápida contextualización. Sonic es un erizo antropomórfico velocista, creado en 1991 por Naoto Oshima, Yuji Naka e Hirokazu Yasuhara para una serie de juegos de la compañía Sega. La enorme popularidad del personaje lo convirtió en la mascota de la compañía, del mismo modo que Mario es la mascota de Nintendo. Y así como la primera película basada en un videojuego de todos los tiempos fue la esperpéntica Super Mario Bros., Sonic obtuvo su propia película de acción real en el 2020, la cual no es tan horrible como la cinta del plomero come hongos de 1993. Ahora viene otra rápida contextualización de lo que ha pasado en el universo cinematográfico de Sonic hasta ahora.
El joven erizo (con la voz de Ben Schwartz) vive en un planeta diferente al nuestro y es protegido por una búho llamada Garra Larga (con la voz de Donna Jay Fulks). El ataque de una horda de equidnas salvajes, hace que Garra Larga caiga en acción. Antes de morir, ella envía a Sonic a la Tierra con un paquete de anillos interdimensionales. Sonic llega a Green Hills en Montana, vive en secreto por casi una década y luego es adoptado por los Wachowski, una pareja de esposos conformada por el alguacil Tom (James Mardsen) y por la veterinaria Maddie (Tika Sumpter). El Departamento de Defensa de los Estados Unidos se entera de la existencia del ser extraterrestre y recluta al siniestro y excéntrico genio científico Ivo Robotnik (Jim Carrey) para rastrearlo. Robotnik y Sonic se enfrentan. El villano es derrotado y enviado al Mundo Hongo (clara alusión a Mario) y los Wachowski viven felices para siempre. ¿O no es así? La típica escena postcréditos nos muestra a un zorrito amarillo de dos colas, que también está buscando a Sonic.
Mi 8 de calificación a la secuela de Sonic que combate el déficit de atención desde la avalancha de tontunas y la acumulación de set pièces de colorido CGI, pero por momentos también corre el peligro de que esta sobredosis de estímulos cause distanciamiento. Sea por el barullo, sea porque Tails —el nuevo sidekick de Sonic— ni tiene carisma ni está demasiado bien diseñado, o sea porque las apuestas frívolas han de seguir lógicas distintas a las exponenciales para seguir rindiendo satisfactoriamente.
Estas últimas tienen de todas formas una coartada desde el guion como es la necesidad del erizo de buscarse amigos no-humanos, así que tampoco hay que contemplarlas con excesiva dureza: el material se mantiene lo bastante funcional para que una tercera entrega siga teniendo su gracia, y proclame otra vez que en este nuevo mundo necesitamos a Sonic.
En que necesitamos los 90. Quién podría quitarle la razón. Por mucho que el apresurado rediseño de su erizo pugnara por acaparar su imagen en un episodio histórico para el prosumo mainstream, nada era capaz de echar a perder la espléndida decisión que vertebraba Sonic, la película. Esta es: hacer caso omiso de la trayectoria reciente del erizo de SEGA para devolver la mirada a la década en la que nació, y de la cual se convirtió en enérgico estandarte. Más allá de aquella guerra de consolas que la compañía mantuvo con Nintendo y su Super Mario, Sonic simbolizaba una serie de inquietudes y humores típicamente noventeros, donde cada producto con intención de arrasar debía venir apadrinado por una mascota “juvenil” y “gamberra”.
Gafas de sol, gorras hacia atrás, adolescencia cosméticamente desafiante ante su absorción por el capital, que rodeaban a aquel erizo rápido y furioso. El acierto de Sonic, la película no fue solo recuperar este retrato, sino envolverlo en otros motivos reconocibles de la década. Ser una típica peli de los 90 para echarse unas risas. Con Jim Carrey de anfitrión. Sonic, la película despidió la vieja normalidad con un disfrutón festival de la intrascendencia, congelado en rictus de horror cuando semanas después del estreno sobrevino la crisis del coronavirus. En cierto sentido, a Sonic 2: La película le corresponde despedir la consecutiva era pandémica dentro de un mundo mucho peor, donde siempre será de agradecer un pasatiempo para abstraerse sin formular un solo pensamiento. La secuela vuelve a estar dirigida por Jeff Fowler —ha repetido buena parte del mismo personal de la primera—, y por fortuna es exactamente ese pasatiempo que necesitábamos.
Como secuela se ajusta a la habitual lógica inflacionista, en torno a un ritmo más espídico y a un número mayor de criaturitas, y se le ha vuelto a dejar manga ancha a Carrey como el Dr. Robotnik. Esa trama de tras establecerse definitivamente en Green Hills, Sonic quiere demostrar que es un héroe, en oposición a su nueva familia humana. El Dr. Robotnik, entretanto, planea su venganza, y cuando se cruza en el camino del temible Knuckles el Equidna encuentra el modo de poner al erizo en graves apuros. Por suerte, paralelamente a Knuckles llegará a la Tierra Tails, el nuevo aliado de Sonic. Porque “Sonic 2” es más fresca y menos vulgar que “Sonic” (2020), del mismo director.
Su virtud principal es de índole narrativa: la aventura nunca se detiene, avanza a la velocidad del rayo, encadena situaciones con solvencia (por muy tontas que sean casi siempre) y, en feliz equilibrio entre la acción y la comedia, salta de escenarios con notable dinamismo: de un planeta a otro, de una persecución frenética en la alta montaña nevada a una playa con boda sobeteada y de allí a una isla desierta y a un templo indianajonsiano con cientos de trampas letales. Jim Carrey, cuyo mostacho hace que Hércules Poirot parezca imberbe, es un puro “cartoon”, que en el desenlace se eleva hacia los cielos como un personaje de “X-Men” y libra su batalla en el interior de un gigante de hierro, como Kenneth Branagh en “Wild Wild West” (Barry Sonnenfeld, 1999) o los soldados de “Pacific Rim” (Guillermo del Toro, 2013).
Es un clímax típico de “blockbuster” sorprendentemente eficaz. Todo funciona como tiene que funcionar y se une a la mezcla un sentido de la mamarrachada de cierta audacia, volcado en duelos de baile al ritmo de Mark Ronson y segmentos enteros donde la trama se bifurca para dar pie a gags inesperados con lo mejor: la escena de la frustrada boda en la playa hawaiana y con lo peor: el carisma del azulado héroe sigue siendo discreto. Sonic 2 mantiene su espíritu de comedia familiar, pero también es todo un festín de referencias para complacer a los máximos conocedores de la famosa mascota en los populares videojuegos de SEGA.
Las primeras imágenes promocionales de Sonic causaron revuelo cuando Yuji Naka, uno de los creadores, mostró un gran desagrado por el diseño inicial de personaje. Los fanáticos apoyaron a Naka y la cinta tuvo que demorar su estreno para mejorar la imagen del erizo azul. Jim Carrey quien hace poco anunció su inminente retiro confesó haber aceptado el papel de Robotnik porque su hija es una gran admiradora del personaje. Y al igual que sucedió con su icónico personaje de Ace Ventura, Carrey hizo caso omiso de los diálogos escritos para él, para dedicarse a una delirante improvisación que fue lo que salvó a la cinta infantil de la perdición. En esta nueva entrega, inspirada en gran parte en las dos películas animadas de los años noventa conocidas como Sonic Adventure, veremos como Robotnik también conocido como el Dr. Eggman, es rescatado del Mundo Hongo por Knuckles, el equidna rojo y rival en los videojuegos de Sonic y quien aquí goza de tener la voz de Idris Elba. Knuckles (con un gran parecido al personaje de Vegetta, el irascible compañero del noble Goku en Dragon Ball), está buscando una esmeralda superpoderosa y considera a Sonic su enemigo.
Mientras tanto, Sonic es dejado en casa solo por los Wachowski, quienes van a viajar a Hawái para asistir a la boda de Rachel (Natasha Rotwell), la hermana de Maddie, quien contraerá matrimonio con el apuesto Randall (Shemar Moore de las series Criminal Minds y SWAT). Sobra decir que el zorrito amarillo encuentra a Sonic y se presenta como Tails otro personaje popular del videojuego y con la voz de Colleen O’Shaughnessey, veterana del mundo de los dibujos animados. Ambos intentarán detener a Robotnik y a Knuckles para impedir que se apoderen del peligroso talismán.
Pese a que Sonic 2 está colmada de referencias dirigidas a un “público adulto”, si se le puede decir así (guiños a la película ochentera Risky Business, al libro El secreto, a Limp Bizkit y a Pantera, así como al videojuego original que debutó para las consolas de Sega hace treinta años), lo cierto es que esta es una cinta frenética, ruidosa y en extremo ridícula, que apela más a un público infantil, pese a su extensa duración de más de dos horas. Pero al igual que en la cinta anterior, este no es un show de efectos especiales y captura de movimiento, sino la gran oportunidad de ser testigos del enorme talento de Jim Carrey, quien nunca ha tenido miedo de lucir ridículo y extravagante, y quien gracias a la libertad otorgada sabiamente por Jeff Fowler (director de ambas entregas y de la próxima película basada en La Pantera Rosa), logra convertir una película infantil mediocre en todo un placer culposo dando rienda suelta a su lengua hiperveloz y a su expresión corporal sobrehumana.
P.D. La escena postcréditos anuncia una obvia tercera entrega asociada al misterio del Proyecto Sombra. Los fanáticos deberán unirse al clamor del Agente Stone (Lee Majdoub), fiel secuaz del Dr. Eggman, quien en la cinta dice una y otra vez “Robotnik ¿Dónde estás?” Nosotros también lo necesitamos.
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.