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Black Adam | República Cinéfila

DC continúa sin salir de su propio honesto y así lo muestra esta película repleta de explicaciones, que desperdicia a Dwayne Johnson y donde la personalidad de Jaume Collet-Serra está ausente. En 1945, los autores Otto Binder y C.C. Beck crearon a Black Adam, el poderoso villano que se enfrentó una y otra vez al Capitán Marvel en los cómics de Shazam! publicados por la editorial Fawcett. Su nombre original era Teth-Adam (Humano poderoso), un hombre que vivió en el antiguo Egipto y que fue elegido por el mago Shazam, para convertirse en Mighty Adam, el héroe de su pueblo. Sin embargo, Adam sucumbe a la corrupción, asesina al faraón y asume el trono de Egipto.

El mago Shazam, decepcionado de su supuesto héroe, le cambia el nombre a Black Adam (Adán negro en español) y lo destierra a la estrella más lejana del universo. Black Adam decide volver a la Tierra y se demora cinco mil años en llegar, encontrándose con que Shazam ha imbuido de poder a un nuevo sujeto, esta vez un niño llamado Billy Batson, quien recibe el nombre de Captain Marvel. Adam intenta dominar el mundo, y de ahí el inevitable enfrentamiento con Marvel. Binder y Beck no pensaron en el impacto que iba a tener este supervillano en los lectores y lo mataron en la primera historia. Pero luego es resucitado para convertirse en el equivalente de Lex Luthor para Superman, Joker para Batman o Cheetah para la Mujer Maravilla.

La editorial National Comics (como antes se llamaba DC), demandó a Fawcett Comics, alegando que Captain Marvel era un plagio de Superman. La demanda prosperó y acabó con la editorial. Los derechos de los personajes fueron vendidos a Charlton Comics, pero DC terminaría comprando y adquiriendo los derechos de todos los personajes de Charlton y Fawcett. Luego, debido a conflictos comerciales con la editorial Marvel Comics,​ DC cambió el nombre del superhéroe por el de Shazam.

En el 2013, los estudios Warner (que son los dueños de DC desde los años setenta), decidieron competir con el Universo cinematográfico de Marvel (MCU) y crear su propio universo para el cine (DCEU). La primera película de esa saga de productos interconectados fue Hombre de acero, protagonizada por Henry Cavill como Superman y que tuvo unos resultados que pudieron ser mejores, teniendo en cuenta la envergadura del personaje. Luego vendría Batman V Superman: El amanecer de la justicia, un producto caótico, más no desastroso, que terminó siendo odiado por muchos. Pero el verdadero colapso de este megaproyecto se dio con Escuadrón Suicida, un terrible producto que bien puede considerarse como una de las peores películas de superhéroes de la historia. Desde ese momento, el DCEU ha intentado recuperarse con cintas no tan malas (Mujer Maravilla I y II), otras de una gran mediocridad (Liga de la justicia, Aquaman), otras pésimas (Aves de presa) y otras estupendas (Shazam!, Escuadrón Suicida II).

A propósito de la película de Shazam!, este fue un trabajo encantador que recuperó el tono hilarante y demencial que hizo que los cómics de Fawcett fueran tan exitosos en los años cuarenta (en algún momento llegaron a superar en ventas a los de Superman). En ella, nuestro superhéroe con cuerpo de adulto y mente de niño se enfrentó al malvado científico el Doctor Sivana (otro villano icónico de Fawcett). Pero los fanáticos estábamos esperando el enfrentamiento con Black Adam.

¿Por qué Black Adam no debutó en una segunda entrega de Shazam!? Una explicación podría ser la siguiente: La película de Joker, dirigida a un público adulto y con un tono oscuro y sociopolítico (esta cinta no pertenece al DCEU), fue todo un triunfo. Y de ahí hacer una nueva cinta protagonizada por un villano. Sin embargo, la película protagonizada por Black Adam no es oscura, no es para adultos, pertenece al DCEU y su subtexto sociopolítico es contradictorio y hasta ofensivo. Entonces nos queda otra explicación.

Dwayne Johnson, el elegido para interpretar a Black Adam, no quería ser un personaje secundario y necesitaba su propia película. Como “La Roca” es toda una superestrella (el actor mejor pagado de la historia) y garantiza casi siempre un éxito de taquilla, los artífices del DCEU decidieron sucumbir a sus deseos sin importar cómo esto afecte la coherencia y la cohesión del universo de superhéroes de DC, el cual, la verdad sea dicha, ya está afectado de una manera irreparable. DC y el cine siguen sin encontrar una conexión fluida, y Black Adam es una nueva muestra de ello. Se podía tener una tenue esperanza de que la presencia tras las cámaras de Jaume Collet-Serra -un artesano eficaz, con una personalidad que surge entre los huecos genéricos y con capacidad para manejarse en distintos registros- podía conllevar una cierta solidez narrativa.

Sin embargo, lo que vemos es una repetición de problemas que vienen desde hace rato y que este universo de superhéroes no consigue superar. Quizás eso se deba a una sumatoria de desafíos que el film se propone sin tener las herramientas apropiadas para llevarlos a cabo. Porque Black Adam quiere construir sobre lo que ya se hizo (por ejemplo, Shazam!) y apuntando hacia el futuro, mientras busca delinear una especie de submundo dentro de ese conglomerado confuso que es DC. Al fin y al cabo, ¿qué es DC?

¿Cómo conviven la franquicia de Mujer Maravilla y Aquaman con el Batman de Robert Pattinson? ¿Sigue presente el Superman de Henry Cavill? ¿Qué pasa con la Liga de la Justicia? No lo sabemos, y esta nueva película hace poco por aclararlo, a pesar de que, ya desde el arranque, se la pasa arrojando explicaciones a diestra y siniestra. Hay entonces un prólogo donde la voz over de un niño nos cuenta que hace casi 5 mil años había una civilización próspera y luego oprimida por un maligno monarca con ansias de construir un dispositivo para conectarse con seres malignos.

Pero que luego apareció un ser con poderes supremos otorgados por dioses antiguos que lo enfrentó y luego desapareció. Y después vienen más explicaciones para que entendamos cómo esa especie de dios en la Tierra es liberado de su tumba terrenal, aunque no se sepa si es un héroe o un villano, porque a cada rato nos quieren dejar en claro que es un tipo con una noción distinta sobre lo que es la justicia. Pero, tras eso, aparece Amanda Weller y ahí uno sabe que se vienen aún más explicaciones, esta vez sobre los integrantes de la Sociedad de la Justicia, que son los encargados de controlar la situación: y ahí tenemos entonces la presentación de nuevos personajes como los clásicos superhéroes Hawkman, Dr. Fate, Atom Smasher, Cyclone, que siempre se tomarán un tiempo para contarnos qué piensan, qué les pasa, qué quieren hacer. Y así con todo.

Mi 8 de calificación a Black Adam, cinta dirigida por el realizador español Jaume Collet-Serra, el competente y eficaz autor de esos divertidos homenajes al cine clase B como La huérfana, Sin identidad, Miedo profundo y Jungle Cruise (este último protagonizado por Johnson), trata de entretenernos y lo logra, pero en el camino sucumbe a los mismos errores que llevaron a que el DCEU haya obtenido unos resultados definitivamente inferiores al afinado MCU.

Primer error: El atiborramiento de personajes innecesarios y desperdiciados. Una película con Black Adam enfrentándose a Sabbac (un supervillano con poderes obtenidos luego de hacer tratos con un demonio) era todo lo que bastaba. Pero no. Había que incluir a todo un grupo de superhéroes que sobran y abruman. Las películas de Marvel son tremendamente efectivas porque primero nos presentan a personajes en solitario y luego los agrupan, haciendo que los conozcamos y nos interesen. Aquí, aparecen de la nada y así sean personajes con más de setenta años en el mundo del cómic, en el universo cinematográfico son nuevos y necesitan ser construidos.

El grupo que le resta protagonismo a Black Adam es la Sociedad de la Justicia, el primer equipo de superhéroes en la historia del cómic. Aquí, la Sociedad no está conformada por todos los miembros originales y no hace parte del contexto histórico de la Segunda Guerra Mundial, lo que genera desconcierto y confusión. Amanda Waller (Viola Davis), la perversa líder del Escuadrón Suicida, activa al equipo para que detenga a Black Adam. Los miembros encargados de la misión son El Hombre Halcón (Aldis Hodge intentando emular a Pantera Negra), Dr. Fate (Pierce Brosnan tratando de emular a Doctor Strange), Atom Smasher (Noah Centineo tratando de emular a Ant Man con todo y Henry Winkler emulando al Dr. Hank Pym) y Cyclone (Quintessa Swindell intentando emular a La Bruja Escarlata).

Lo más triste del asunto no es que estos personajes sean superficiales, cuadriculados y se desperdicien al máximo, sino que aquí se reducen a burdas copias de los personajes de Marvel, cuando en realidad fueron creados en los cómics mucho antes que sus contrapartes.

Segundo error: Un villano débil y poco interesante. Marwan Kenzari interpreta a Ishmael, el hombre que se convierte en Sabbac. Pero al igual que el Ares de La Mujer Maravilla (con un David Thewlis absolutamente desperdiciado), el Steppenwolf de Liga de la Justicia o la Enchantress de Escuadrón Suicida, todo se reduce a un derroche de malos efectos especiales, miradas de malvado y frases de cajón.

Tercer error: Un guion poco inteligente, plagado de lugares comunes y con unos personajes secundarios estereotipados e inclusive odiosos. Adrianna Tomaz (Sarah Shahi), es una profesora universitaria que vive en el país ficticio de Khandaj, colonizado por un grupo de mafiosos/mercenarios conocidos como Intergang (que en los cómics hacen parte de los enemigos jurados de Superman). Ella es viuda de un héroe de la resistencia y tiene un hijo que monta en patineta y posee un espíritu rebelde llamado Amon (Bodhi Sabongui), quien va a convertirse en un Robin para Black Adam. Junto a ellos está el tío Amir (Mohammed Amer), hermano de Adrianna, quien va a ser el comic relief en la película. Adrianna posee la poderosa corona de Sabbac. Ishmael, haciéndose pasar por aliado, se va a apoderar de ella. Intergang busca extraer de Khandaj un mineral llamado Eternium para producir armas (como el Vibranium de Wakanda). Black Adam aprenderá a ser un héroe y no simplemente un asesino vengador. Esta serie de clichés hace que la cinta se sienta extremadamente recalcitrante.

Curiosamente, el gran acierto de Black Adam es Johnson, quien parece haber nacido para el papel. Él es el alma, vida y corazón de este casi desastre y hace que no pensemos mucho en el confuso contexto sociopolítico que nunca llega a desarrollarse (la serie de cómics conocida como 52 sí llega a abordar a Black Adam de una manera profunda y lo asocia con el conflicto del Medio Oriente y la intervención militar norteamericana motivada por razones de tipo económico). Pero continúan las incógnitas.

¿Dónde está Shazam? ¿Por qué la Sociedad de la Justicia y no el Escuadrón Suicida, la Liga de la Justicia o Peacemaker? ¿Por qué esta cinta se presenta bajo el sello New Line Cinema? ¿Por qué el DCEU no puede resetearse, empezar de cero y hacer las cosas bien? Si la trama de Black Adam tiene una multitud de giros y revelaciones, no deja de llamar la atención que, en esa necesidad constante de declarar todo lo que pasa, termina generando una total indiferencia. Apenas si se puede rescatar el carisma innato que despliega Pierce Brosnan, con esa sabiduría actoral que a veces dan los años. Se puede intuir, detrás de todas las explosiones, persecuciones, peleas y diálogos expositivos un relato de tintes trágicos y a un protagonista con comportamientos y una moralidad ambiguos, que podría haber sido el foco de una gran historia. En cambio, tenemos una versión algo más prolija del Escuadrón Suicida de David Ayer combinada con una actualización algo más canchera -y al mismo tiempo lavada- de El Hombre de Acero. Y claro, con la promesa para un nuevo súper enfrentamiento en el futuro, con la intención de generar expectativas por una épica que no termina de aparecer. Mientras tanto, ese gran actor que es Dwayne Johnson, a pesar de acumular proyectos por doquier, sigue sin tener esa gran película que lo termine de consagrar como estrella. De ahí que Black Adam sea un fracaso artístico en varios frentes, que van de lo particular a lo general, un objeto gigantesco y vacuo, un engranaje más en un dispositivo llamado DC que todavía no tiene una identidad definida. P.D. La sorpresiva escena postcréditos realmente ya no es tan sorpresiva, debido a una filtración en la internet con un esperado superhéroe de DC.

Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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