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Cruella (2021) | República Cinéfila

Cruella es una verdadera rareza que resulta en esta producción fílmica de Disney dirigida por el cineasta Craig Gillespie. Es una película extraña, llena de apuestas visuales y narrativas, aunque un poco confusa y atolondrada.
 
La actriz ganadora del premio Oscar® Emma Stone (La La Land) protagoniza Cruella de Disney, un nuevo largometraje de acción real que retrata los primeros días rebeldes de una de las villanas más notorias del cine y de la moda, la legendaria Cruella de Vil. Ambientada en los años 70 en la ciudad de Londres y en medio de la revolución del punk rock, Cruella sigue a una joven estafadora llamada Estella, una chica inteligente y creativa decidida a hacerse un lugar en la moda con sus diseños de ropa. Cuando se hace amiga de un par de jóvenes ladrones que aprecian su apetito por las travesuras, juntos logran construir una vida en las calles de Londres. Un día, el talento de Estella llama la atención de la Baronesa von Hellman, la aterradoramente elegante y sofisticada leyenda de la moda interpretada por la dos veces ganadora del Oscar® Emma Thompson (La Mansión Howard, Sensatez y Sentimiento).
 
Pero su relación pone en marcha un curso de eventos y revelaciones que harán que Estella abrace su lado perverso y se convierta en la disonante, vanguardista y ávida de venganza Cruella. Ya no se trata tanto de remake en el universo Disney, si no de reescritura. Y si no de reescritura, sí al menos de agregar un apéndice a algún personaje conocido -especialmente villano- como para adosarle un drama psicológico que justifique la maldad. En el cine del presente, y muy particularmente en el que va destinado a niños y adolescentes, la maldad por la maldad misma ya no tiene mucho lugar y los villanos suelen redimirse. Si bien el movimiento parece anterior, Disney entendió que esta generación extremadamente sensible, que igualmente no tiene problemas en cancelar y censurar más cosas que el stalinismo, no acepta que haya personajes decididamente malos. Y para ellos creó Maléfica, película que resulta más central en el debate actual de lo que parece y que fue la punta de lanza de este revisionismo en el que no solo se rehacen viejas historias sino que además hasta se busca intervenir obras del pasado, como ocurrió con Dumbo o Blancanieves (¿se acuerdan de Spielberg interviniendo ET? ¡Ay Steven!).
 
Cruella -entonces- retoma a Cruella de Vil, aquella emblemática villana de La noche de las narices frías que ya tuvo su versión de carne y hueso con Glenn Close en los 90’s. Y si bien se podría decir que esta película encaja en la lógica de Maléfica, lo cierto es que resulta mucho más coherente con el personaje y con la tradición de los cuentos de hadas. El filme de Graig Gillespie (Yo, Tonya) posee esa actitud guerrera, de espíritu punk, en todas sus dimensiones. Empezando por su banda sonora que reúne temas tan eléctricos como She’s a Rainbow, de los Rolling Stones, Time of the Season, de The Zombies, o Hush, de Deep Purple, por citar solo algunas de las canciones que uno escucha entre meneando las caderas y calculando el número de ceros del presupuesto que se fue en ese departamento.
 

 
Gillespie echa mano de esos temazos para empacar sus secuencias (a veces, resulta demasiado repetitivo, todo hay que decirlo), partiendo de la infancia de su protagonista, Estella, una niña que pierde a su madre en extrañas circunstancias palaciegas y debe buscarse la vida en Londres con dos niños tan huérfanos como ella, Jasper y Horace, quienes con el tiempo se convertirán en sus secuaces, mucho más carismáticos que sus homólogos en 101 dálmatas. En parte, porque lo interpretan los cómicos Joel Fry y Paul Walter Hauser, pero también porque sus personajes esquivan el carácter cartoonesco de la película de animación y se defienden frente a los famosos mangoneos de Cruella.
 

Si en Joker el relato de origen del villano era “ricos contra pobres”, como el de tantas películas de 2020, el filme de Gillespie concentra más el tiro en el discurso obrero, “currantes versus jefas que se llevan el crédito”, contraponiendo el deseo de Estella de convertirse en diseñadora de moda al despotismo de La Baronesa, una suerte de Anna Wintour desatada que solo pretende aprovecharse del talento de su empleada como Cruella quería a los perritos para sus fines poco éticos. En ese sentido, el filme puede entenderse como una excusa genial para que se enfrenten sus dos actrices protagonistas, Emma Stone y Emma Thompson, las dos divinas, pero esta última probablemente en la mejor interpretación de su carrera. Sus caras de cabreo ante las fechorías de Estella, ya convertida en Cruella por la evidente explotación laboral de su jefa y por otras cuestiones que es mejor no revelar por los temidos spoilers, son piezas de museo.

 
Mi 9 de calificación a esta cinta que en definitiva que no termine de encajar en esa lógica también es coherente con la película misma, que de tan ambiciosa se reproduce y muta constantemente con un espíritu medio punk, propio del personaje, cayendo en algunas instancias de un barroquismo demasiado confuso en el que no se termina de adivinar el tono. Pero la película de Craig Gillespie no tiene miedo de avanzar sobre múltiples ideas narrativas y visuales, que se amontonan y atragantan pero que no dejan de ser un estímulo para el espectador y una demostración de que hay algo que vibra ahí dentro, que es básicamente lo que la distingue entre tanto tanque planificado y soporífero.
 
Tal vez para Gillespie la historia de Estella/Cruella (porque la película nos cuenta que antes de la villana hubo una niña que quedó huérfana cuando a su madre la atacaron unos dálmatas malvados -psicologismo de manual- y eso la llevó a luchar contra su demonio interior, que estaba y al que solo le faltaba representarse) resulta bastante personal, porque él mismo es un director con múltiples personalidades, algunos dirán hasta ecléctico: puede ser parte de la Nueva Comedia Americana (Enemigo en casa), un director indie (Lars y la chica real), uno furiosamente clásico (Horas contadas) y hasta uno medio scorseseano (Yo soy Tonya), aunque en esta última también había algo de los Coen.
 
De hecho la primera hora de Cruella es un cuento scorseseano superficial, como scorseseana era en su superficie Joker: en el uso de la música, en el montaje, en la construcción de personajes algo rotos que buscan recomponerse mientras luchan con sus demonios interiores. Si los directores de los 80’s miraban los 50’s con nostalgia, pareciera que los directores actuales están revisitando los 70’s pero aplicando esa estética a historias ambientadas tal vez en otros tiempos. De ahí que todo luzca como un pastiche extraño, acompañado en este caso por una banda sonora atravesada por temas que son de la época, pero también otros que son totalmente anacrónicos, pasando por The Clash, The Rolling Stones, Connie Francis, Blondie o Ike & Tina reversionando Come together de The Beatles. Hay que decir que este espíritu caótico le funciona a la película durante un buen rato, cuando es bastante cómica y la actitud de los personajes no tiene un plan definido y son pura experiencia.
 
Cruella
 
Ya cuando Estella/Cruella pone en marcha su venganza contra la Baronesa (una Emma Thompson jugando de taquito su villana villanísima) la película se enreda en una serie de giros incómodos que alargan el último acto de una forma anticlimática. Es entonces en esa primera hora donde Cruella luce más libre y apuesta por repensarse como una historia Disney, poniendo en crisis no tanto el discurso histórico de las películas de la compañía sino más bien su actualidad de corrección política: los personajes pueden ser detestables, incluso emborracharse, ser explícitamente violentos y la película puede acompañarlos en ese camino sin juzgarlos demasiado. Ahora bien, era clave observar de qué manera la película construía el camino de reivindicación de Cruella de Vil, que es en definitiva lo que la podía hacer trastabillar.
 
Digamos que hay una apuesta por darle motivaciones a esa maldad, incluso se limpia bastante el vínculo del personaje con los perros (tal vez es el mayor grado de corrección que maneja el film), pero por un lado el viraje de la protagonista (una Emma Stone moviéndose a sus anchas entre lo angelical y la maldad irredimible) ingresa en los códigos de los cuentos de hada tradicionales y luce lógico y poco culpógeno y, por otro, sutilmente se dice que la maldad en Estella era una posibilidad, un camino a tomar, y solo faltaba la chispa que la encendiera. Más allá de los lazos forzados que la película pretende tirar hacia La noche de las narices frías, Cruella es una película mucho más interesante por lo que propone que por cómo lo ejecuta, y aunque parezca mentira eso es algo poco habitual en un cine actual donde las apuestas son a lo seguro y la distinción se da en la habilidad del narrador. La pregunta final es cuánto podrá interesarle a un niño esta película, aunque eso sería dar por hecho que ese es su público potencial y, sinceramente, no estoy demasiado seguro; lo que le agrega otro plus de interés a esta película decididamente extraña.
 
Roger supo ver antes que nadie que ahí había buen material dramático. Fue un pionero allá por los 101 dálmatas poniéndole letra y melodía a aquella mujer demonio, todo un espanto, Cruella de Vil. ¡La carne de gallina te pondrá! Sin embargo, Disney ha tardado más de 60 años en dedicarle un primer plano a aquella villana inolvidable salida de una de las películas menos infantiles de la casa, quizás por su incómoda afición a las pieles, cada vez más demodé. El filme, de hecho, brilla en esas secuencias a las que llamaremos “terrorismo fashionista” a golpe de Blondie, Ramones, The Doors o The Stooges en las que Estella pone todo su talento en la costura al servicio de su consagración como villana, de la Cruella del título, esa que juguetea con la idea de hacerse un buen abrigo y que tiene talento natural para hacer el mal pero que, sin embargo, ya no fuma largos cigarrillos. Resulta curioso, de hecho, como Cruella, la precuela de origen de Mrs. De Vil, juega con el embrollo de la peletería dando a entender, en un momento dado, que la protagonista se ha hecho una capa moteada con los perros de su jefa. Solo por ese gesto contestatario antiwoke ya me gusta Cruella. Hay todo un duelo de Emmas: a los pies de Stone y Thompson.
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.
 

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