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República Cinéfila | Museo de Alonso Ruizpalacios.

Sin lugar a dudas el cine nacional actual vive uno de sus mejores momentos a pesar de la enorme cantidad de comedias románticas que se siguen proyectando acaparando las carteleras en las salas de los cines comerciales, pero aun hay interesantes opciones con llamativos filmes mexicanos que tanto en forma y fondo nos entregan premisas que critican a la sociedad, al gobierno y a la manera de ser del mexicano, todo esto y mas se da en un logrado thriller de comedia como lo es “Museo”, la película que es una réplica del evento original.
 
Es algo que debes saber antes de verla, porque antes de sus primeras proyecciones en el pasado Festival Internacional de Cine de Toronto y posterior a ellas en otros eventos fílmicos destacados que le dieron al joven cineasta mexicano Alonso Ruizpalaciosel premio Oso de Plata en la categoría a Mejor Guion en el Festival Internacional de Cine de Berlín 2018, ademas de que en nuestro país destacó incluyendo el pasado Festival Internacional de Cine de Morelia 2018 en donde formo parte de la Sección de Largometraje Mexicano, pudimos ya ver la nueva cinta de Ruizpalacios después de su exitosa opera prima “Güeros” (2014).
 
La trama de la película está basada en un hecho real ocurrido en la Noche Buena de 1985 cuando el Museo Nacional de Antropología fue robado, saqueando varias piezas de la cultura maya y mesoamericana que fueron extraídas con una facilidad insultante de sus impresionantes instalaciones. Al comienzo de todo las autoridades sospecharon de una bien organizada banda criminal, pero al final se descubrió que el asalto, uno de los más grandes en la historia de México, había sido ejecutado por dos estudiantes de la Universidad, un par de treinteañeros que no habían siquiera terminado la carrera de Veterinaria. Estelarizando el filme Gael García Bernal como Juan Núñez, uno de estos estudiantes, aún viviendo con sus padres y oprimido por una figura paterna a veces enfermiza como dominante. Es en parte para demostrarle a ese padre que él mismo puede ser alguien, que Juan decide concretar el robo, acompañado de su colega Benjamín Wilson (Leonardo Ortizgris). Las cosas, sin embargo, nunca salen como Juan planea y el thriller que él se cuenta en la cabeza muy pronto se convierte en una farsa de altos vuelos. En “Museo” no comprendemos -ni queremos comprender- los porqués del robo, más bien nos enfocamos en el cómo y  eso es lo que nos brinda Ruizpalacios que termina concretando un ejercicio fílmico que tiene su nombre estampado en cada secuencia musicalizada, en cada viaje en carretera, en cada uno de los maravillosos intentos de romper la cuarta pared –motivo recurrente en su obra cinematográfica-. Al mirar “Museo” nos topamos con un ejemplo de un cine con alma, que a muchos les puede resultar chocante o impostado, pero la sensación de ver a un cineasta haciendo suyo el lenguaje cinematográfico, retorciéndolo sin romper paradigmas, pero tampoco siendo uno más en el montón, es una bocanada de aire fresco en el cine mexicano contemporáneo.
 
República Cinéfila: Museo (2018)
 
 
En mi personal percepción, desde el inicio de la cinta, Ruizpalacios pone sobre la mesa las que serán sus cartas más fuertes en la forma con un diseño sonoro envolvente y multidimensional, con el fondo en un relato reinventado y sobre interpretado, en un bien logrado dinamismo narrativo donde las acciones parecen fluir en una mezcolanza sinsentido, pero que se encauzan conforme se desdobla la complejidad de los protagonistas. “Museo” es una disección del pasado, reinterpretada bajo la óptica de un competente joven director de cine que cuenta con una trayectoria muy singular en su paso por la pantalla chica que está enmarcado por las series en televisión abierta como lo fueron “Fonda Susilla” (2005) y “XY” (2009); sus peculiares piezas de cortometrajes: “Café paraíso” (2008), “El último canto del pájaro Cú” (2010) -ambas ganadoras del premio Ariel a Mejor Cortometraje- y “Verde” (2017), ganador del mismo premio en el Festival de Cine Latino de San Diego, al último está su cinta debut “Güeros” (2014), su excelente ópera prima, una anomalía en el cine mexicano, acreedora a cinco Arieles, entre ellos a Mejor Película. La hazaña era impensable, casi ridículamente imposible. ¿Robar los tesoros nacionales de la sala maya en la velada de Nochebuena?¿Corromper la máscara de jade de Monte Albán?¿Codiciar aquellas piezas incunables por su valor monetario y no por su memoria histórica y arqueológica?
 
Una verdadera locura que sin embargo, pasó en la vida real y no sólo en la pantalla grande. La anécdota ya la conocíamos, sucedió hace treinta y tres años: Carlos Perches Treviño y Ramón Sardina García son los nombres de los verdaderos autores del robo milenario. En la versión de esta historia que nos atañe, la de Ruizpalacios, los jóvenes bandidos son Juan (Gael García Bernal) y Benjamín (Leonardo Ortizgris), dos veterinarios rezagados en el encierro en ciudad Satelite, en ese aprisionamiento mental impostado voluntariamente es, aparentemente, el móvil que impulsa al par de amigos a cometer un crimen prácticamente imperdonable para toda la nación mexicana. Dentro del metraje, la secuencia en donde Juan y Benjamín invaden el Museo Nacional de Antropología se coloca como la mejor lograda con un hurto coreografiado al compás de “La noche de los mayas” del gran compositor musical Silvestre Revueltas, con un motivo sonoro que se manifiesta desde los créditos de inicio de la cinta con una secuencia de architextualidad en donde Ruizpalacios se burla de las imágenes de catálogo de los museos, las cuales también son parte de un suceso central en el relato. De manera discursiva, resulta interesante la breve disección que hace Ruizpalacios a ese arquetipo de persona como la inestable, incomprensible, impulsiva. Al final, el acto que pone en marcha el relato de “Museo” termina siendo algo sinsentido, pero ello hace de la película algo más allá de los porqués. Es un acto no de rebelión, ni de manifiesto o simbólico, es un acto que se comete por el simple gusto de hacerlo y esa insolecia es la que brilla en la gran película. 
 
Con movimientos ensayados, materiales probados, tiempos cronometrados, el par de ladrones consiguen despojar a la sala maya de sus más grandes tesoros. Pérdida que, al día siguiente, provoca que toda la nación mexicana se ponga de luto; en una corrosión de la patria que indigna hasta a los más ajenos a la riqueza cultural del país. Pero esto no inquieta a Juan –quien fabricó el plan de asalto-, más bien lo inyecta de adrenalina y emoción con el oro y el jade que compone a los tesoros antropológicos serán su boleto de escape de esa vida tediosa e insufrible en Ciudad Satélite. Como una «voz de Dios», Benjamín es el narrador de esta travesía clandestina. En el séptimo arte, el uso de la voz en off es un recurso bastante peligroso y delicado, en la obra de Ruizpalacios es un elemento que en ocasiones pesa como un lastre, no amplía el espectro narrativo del relato en la mayor parte del metraje; sin embargo, a pesar de no ser el mejor acierto del director, profundiza en una arista significativa –poco explorada narrativamente- dentro de la película por el motivo fundamental del robo con la voz quebrada de miedo y angustia, Benjamín revela una penosa verdad de que nunca hubo un móvil, no existía un verdadero motivo. El robo fue hijo del ocio y aburrimiento de un par de inmaduros amigos. Ya que más que ridículo, el hecho de que no exista un verdadero motivo para hurtar –porque no es de bajos recursos, vive con su familia, ha tenido una buena educación, tiene una carrera universitaria- brinda complejidad a la postura de Juan, fuerza que actúa como protagónica del filme. Si lo observamos a través del triángulo de actantes de todo drama, el protagonista debe tener un objeto de deseo y un antagonista que le impida obtenerlo; en “Museo”, el objeto de deseo de Juan son las piezas de la sala maya; sin embargo, no hay un antagonista más que sí mismo, al actuar impulsivamente y cometer el acto sin visionar las consecuencias.
 
República Cinéfila: Museo (2018)
 
 
Mi 9.5 de calificación para “Museo”, cinta que recrea el robo más espectacular en el México moderno sirviendole al competente director Alonso Ruizpalacios para bordar una explosiva y entretenida meditación sobre el fracaso, la amistad y la identidad cultural en una de las mejores películas del año y como dice el dicho que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo ve perdido”, ya que los mexicanos perdimos 140 piezas prehispánicas esa madrugada del 25 de diciembre de 1985, cuando esos dos sujetos robaron el Museo Nacional de Antropología aquí vemos una versión libre de aquellos hechos. Es de las mejores producciones nacionales que verás en el año, aunque se han hecho otras cintas basadas en hechos reales de nuestro país, Ruizpalacios nos entrega un filme ágil, entretenido y de grandes valores de producción. Vas a reírte y también querrás visitar pronto ese lugar del Museo con la historia que es como un diamante en bruto que logra su brillo debido al diseño de producción y la mezcla de sonido.
 
El ensamble de esta joya fílmica, y lo que termina de amarrarte, es la dinámica y creativa edición/montaje, especialmente al momento del atraco. Sumado esto a las reflexiones de una voz en off que aparece periódicamente para lanzarte una que otra frase abrumadora o irónica, la cinta reúne todo para convertirse en una noticia por sí misma. Pese a ser una réplica del hecho original, irónicamente, brilla por su autenticidad, en medio de todo eso “Museo” es muy divertida. Sin una imagen monocromática esta vez, Ruizpalacios aborda como lo hizo en su anterior película “Güeros” temas críticos y emocionales de una forma entretenida y con una Ciudad de México de fondo. Las carcajadas son cortesía de los matices en la lograda dinámica de los protagonistas, y a que los hermanos menores tienen prohibido referirse a los primogénitos por sus apodos, espera a oír el sobrenombre del personaje que brillantemente interpreta Gael Garcia Bernal. Ya que además de entregar a ese par de sujetos antipáticos por los que terminarás sintiendo algo de empatía, la fusión de la realidad y la ficción dan como resultado una historia muy ágil. Lo mismo señala las contradicciones de cada persona, que al desconocimiento que tenemos de nuestra cultura; desde momentos críticos familiares, hasta escenas de tensión propiciados por la persecución. Comienza un ir y venir entre la realidad y la ficción con imágenes de archivo para reforzar el sentido de veracidad y el contexto; mientras que para el resto de la historia pesa más la imaginación de Ruizpalacios y su coguionista Manuel Alcalá, especialmente a la relación y manejo de los protagonistas. El cineasta juega a presentarte así las motivaciones de sus personajes, pero todo es intencionalmente confuso y nada claro, pero no por ser una versión un tanto libre de los mencionados hechos, significa que carezca de relevancia o deje de parecerte interesante, incluso tiene la intención de serte familiar en algunos aspectos, como la forma en la que Ruizpalacios te acerca al relato. El recorrido por aquél surrealista pasaje de nuestra Historia comienza con las excursiones escolares infantiles algo desorientadas, en las que la visita al museo se reduce a copiar las fichas de las piezas y que, para muchos, es su primer acercamiento con el imponente Museo Nacional de Antropología. Es de lo mejor que hemos visto en este año 2018 en el cine nacional.
 
República Cinéfila: Museo (2018)
 
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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