República Cinéfila | Spider-Man: Lejos de Casa
Este pasado fin de semana vimos una formidable continuación a “Spider-Man: Homecoming” (2017) que llega a estar al nivel de ese filme y que incluso lo supera en una comedia romántica y de mucha acción con un Jake Gyllenhaal como villano sobresaliente que sigue las consecuencias de las taquilleras películas “Avengers: Infinity War” (2018) y sobre todo de “Avengers: Endgame” (2019) con Iron Man que se ha ido, pero ha dejado el Marvel Cinematic Universe como al mundo en buenas manos y telarañas.
Desde que en el año de 1962 Stan Lee y Steve Ditko apostaran todo a un jovenzuelo con traje de ojos saltones y picadura de araña radiactiva, Spider-Man es un nerd carismático donde los haya, porque sigue siendo uno de los personajes de Marvel Comics que mayor empatía provoca entre todos los fanáticos. Catalizador de los miedos y las emociones más humanas, conecta con el adolescente que todos fuimos. Así pues, no es de extrañar que sea la segunda aventura en solitario del superhéroe arácnido la que marque ahora ese necesario punto y seguido en el MCU tras la debacle de los Vengadores. En la sinopsis oficial de esta historia, tras los sucesos vistos en “Vengadores: Endgame”, Peter Parker (Tom Holland) hace lo que puede por adaptarse al nuevo mundo. Para ello, se dispone a tomarse unas merecidas vacaciones viajando por toda Europa junto con sus compañeros de instituto pero, tras varios ataques de unas criaturas llamadas Elementales cuyo personaje Mysterio (Jake Gyllenhaal) parece enfrentar y controlar, se verá obligado esta vez a ayudar a Nick Fury (Samuel L. Jackson) y compañía a salvar el planeta, otra vez. Imbuido por el espíritu juvenil, el MCU deja que el duelo en su mundo quede en el subconsciente juvenil de su héroe arácnido, prefiriendo, por supuesto, la fiesta, lo carnavalesco y una aparente ligereza.
Jon Watts y sus guionistas vuelven a incidir en el estado de aprendizaje de Spider-Man, paralelo a su mutante condición de adolescente en la edad de la punzada. Así, si la primera aventura en casi solitario del personaje en “Spider-Man: Homecoming” no dejaba de ser una película de John Hughes con el baile de fin de curso como clímax, en esta segunda concurrencia de Parker y compañía, el modelo es el de los viajes escolares ya presentes en la ciudad de Washington de la cinta anterior. Las vacaciones europeas de Spider-Man van saltando de localización a localización cual si estuviéramos en el tour desternillante y lleno de tópicos como postales veraniegas en suma, que habrían hecho las delicias de los cineastas Richard Donner y Richard Lester de la cinta de “Superman II” (1980), y que remiten a lo que la compañía editorial de Marvel Comics ha hecho toda la vida cuando llegaba a la traumática conclusión de alguna de sus sagas fundamentales con un episodio de relleno con una trama refrescante, en apariencia nada complicada. Lo que viene a ser, en suma, en uno de esos números especiales de historietas para leer a la sombra en la playa. Y sin embargo, por mucho que el tono de “Spider-Man: Lejos de Casa” sea conscientemente como el de una vitamínica tanda de episodios de la clásica teleserie de dibujos animados en la década de los años 60 como cada capital europea con su repetitivo villano elemental y su consiguiente duelo o el de filmes como “Superagente Cody Banks” con gadgets en las Stark Enterprises, en su devenir esconde varios giros y sorpresas que la convierten en una pieza importante como película en este universo de la saga Marvel.
Arrancamos en un mundo en el que la mayoría de sus protagonistas, desaparecidos durante cinco años tras el chasquido del gran villano espacial Thanos en los 2 últimos filmes de los Vengadores, tratan de reincorporarse a la vida diaria. Esa misma sociedad aquejada de una profunda crisis de identidad busca desesperadamente al nuevo Tony Stark en un Peter Parker al que la malla azul y roja le pesa más que nunca. “Spider-Man: Lejos de Casa” no pasa página de forma abrupta, sino que se toma el tiempo necesario para dejarnos sentir la añoranza del universo Marvel que fue y no volverá a ser, permitiéndonos mirar el mural del desaparecido Iron Man desde los ojos de Spider-Man.
Desde el logotipo de Marvel y ese In Memoriam al son de la canción “I Will Always love You” de la cantante pop Whitney Houston que es el mejor comienzo de un filme de los superhéroes de Marvel sin exagerar, hasta las escenas postcréditos que son más fundamentales que nunca para el futuro del MCU, Peter Parker se consolida como uno de los personajes que más ganas tenemos de seguir viendo en la Fase 4. Si con la cinta “Vengadores: Endgame” fue el adiós a 11 años de liderazgo de un multimillonario playboy, “Spider-Man: Lejos de Casa” sigue de luto, pero también abre las puertas a un nuevo comienzo, juvenil, refrescante y muy divertido. Spider-Man no será el Vengador más fuerte o el más experimentado, pero es el vengador que el MCU necesita para sobrevivir en un mundo sin Tony Stark (Iron Man) y Steve Rogers (Capitán América). Ademas, de que si hay una habilidad que elogiar en el cineasta Jon Watts, y de la que ya dio buena cuenta en “Spider-Man: Homecoming”, es la de ser capaz de cerrar “Avengers: Endgame” y adentrarnos en el año uno después de Iron Man sin perder por ello la identidad de su saga; hablo del ADN jovial e ingenuo de este aprendiz de héroe flacucho, bien encarnado por un Tom Holland que sigue sabiendo abrazar al personaje como ningún otro actor en gran pantalla.
La secuela arácnida bebe inevitablemente de lo acontecido en la batalla vengadora, pero, en esencia, funciona como toda una comedia romántica coming-of-age al igual que su predecesora de 2017, una historia sacada de la filmografía de John Hughes y pasada por el filtro EuroTrip. Y en ese tira y afloja de amores que nacen, entre centennials que se ponen de novios en un avión con Ned y Betty, adultos que flirtean como un par de adolescentes con la tia May y Happy Hogan y los protagonistas que se gustan y se buscan por Europa en Peter y MJ, lo superheroico recae sobre la capa del amigo y enemigo Mysterio. Con o sin pecera, un sobresaliente Jake Gyllenhaal se lo pasa genial distorsionando realidades y protagonizando escenas engañosamente magníficas, en un inesperado juego visual tan placentero como cualquier paseo de los alumnos del instituto Midtown por Venecia, Praga o Londres.
Porque es, simplemente, una alegoría de la experiencia de ser adolescente. La anécdota del superhéroe que a veces no quiere serlo lo lleva de vacaciones con sus amigos de la escuela en un viaje de fin de curso en el que recorrerán Europa. Tras ese planteamiento pareciera que su director Jon Watts (“El Payaso del Mal”, “Cop Car”) y sus guionistas Chris McKenna y Erik Sommers (“Spider-Man: Regreso A Casa”, “The Lego Batman Movie”) comprendieron a la perfección la combinación de fórmulas que deberían realizar esto a final de cuentas es cine comercial industrial y llevan a “Spider-Man. Lejos de Casa” desde la comedia juvenil de secundaria y equívocos menores ya probados y eficaces, hasta una especie de domesticación del humor desenfadado y explosivo de las series vacacionales que nos regaló la entrañable saga de comedias hollywoodenses “National Lampoon’s” en los años 70 y 80, siendo un enorme acierto. Pero sin embargo esta cinta no puede separarse tanto de las otras fórmulas, las que demandan las multitudes de fanboys a las que parece hablar cuando la película reconoce haberlas abandonado en pos de la comedia juvenil y entonces provoca que uno de sus personajes exclame en un momento decisivo “hay que llevar esto al nivel Avenger”. Los errores del cine de superhéroes aparecen y lo hacen escandalosamente con las ciudades que recuperan su ritmo a pesar de haber sido escenarios de destructivas peleas entre seres que gruñen y encapuchados que manotean al aire, la tecnología resuelve todo con una mano en la cintura, el discurso visual se violenta acercando sus cortes, digitalizando personajes y movimientos de cámara. Los errores, sin embargo, no son del todo imputables a la producción.
Así es y así quiere funcionar el Universo Cinematográfico de Marvel y ante la petición del superhéroe de mantener todo “a nivel de barrio, sin que esto tenga que ser otro fin del mundo”, la película deja clara una contradicción de tonos con uno certero y grato, el otro impostado y que se siente fuera de lugar. Ese choque da la impresión que este filme se cuestiona a sí mismo y se dirige a su público incondicional como los fanboys a quien le pide la retirada para que la dejen dialogar con su público natural que es el de los chicos y las chicas menores de 18 años de edad. El macguffin de la película que no revelare y que, además de verse como un divertido guiño a ni más ni menos que una obra magna del cómic y de la competencia como “Watchmen” de DC Comics, en el fondo nos está hablando de lo que significa idear, escribir, guionizar, planificar, dibujar, entintar, colorear, rotular y vender un cómic. Si eso no es ya lo metalingüístico llevado a la esencia, que baje Mysterio y lo vea. El otro, escondido entre brillantes secuencias de acción, de comedia adolescente incluso romántica y de excursión por el programa televisivo “Saturday Night Live” o las páginas de la revista de humor “Mad”, nos devuelve a Peter Parker y al dolor tras los decesos de “Vengadores: Endgame”. Casi sin darle importancia como no se la da nunca el filme ni los protagonistas, “Spider-Man: Lejos de Casa” habla del legado de Tony Stark/Iron Man, no por inteligente casualidad convertido ya en un nuevo tío Ben para Peter con un Tom Holland que nació para el papel. Y en esta búsqueda de un nuevo líder espiritual, lo que de verdad está ocurriendo es que el largometraje de Jon Watts muta en un nuevo Iron Man, el seminal y pilar año cero de la Marvel en las películas. Amén de un teaser hacia las galácticas alegrías que nos esperan, y de una mano agradecida tendida al pasado del trepamuros, concretamente al de la trilogía firmada por el director Sam Raimi.
Mi 8.5 de calificación a este película que es muy divertida, desenfadada, fugaz, pero que cuenta con un lastre que no lo merece, que no le pertenece y mucho menos le beneficia. La señal del choque está incluso en la música, que pelea entre una muy divertida banda sonora con el hit “Vacation” de la banda de pop-rock The Go-Go’s en sus créditos finales que retumba en medio de mambos italianos devolviendo el pensamiento al mejor filme de la saga “National Lampoon’s” y con una música incidental, grandilocuente, pesada, obtusa, ridiculizada incluso en una secuencia de -adivinaron- equívocos de películas de secundaria en la que Nick Fury es el ejecutor. Hay que pensarlo, aunque esa sugerencia llegue de manera involuntaria.
Mientras tanto, a disfrutar de una de las mejores comedias estudiantiles pero de superhéroes en los últimos veranos. Porque en su fondo en el pasaje de auto aceptación del adolescente que es Peter Parker y que es el público que lo ve, eso es un mensaje directo a ellos. Pero en el choque de tonos de la película y en las circunstancias de la secuencia pareciera también un mensaje en el que se cuestiona el amor a la ilusión fugaz del actual cine de superhéroes. “Avengers: Endgame” se vendió como el capítulo final de una saga que se volvió monstruosa. En esa frase y seguramente sin quererlo “Spider-Man: Lejos de Casa” pareciera cuestionar la manera como ese cine de superhéroes que es actualmente tenso, viejo, barbado, encapuchado, con capas inservibles y anticuadas, de voz impostada y miradas exaltadas hizo que se creyera en sus historias. Y pareciera también sugerir que esa necesidad de creer en lo que sea, en esas formas, debe terminar.
Tomémoslo como un mensaje al aire, como una sugerencia lanzada de forma involuntaria, audaz si se quiere. Pero la frase está y Spider-Man, sigue siendo el adolescente fresco y dolorido tras su paso por una aventura al nivel de Avengers que se siente feliz y aliviado de abandonarla. Eso debería hacer dudar a los fanboys de aquello en lo que creen y quizá hacerles ver que eso es lo que creen que quieren creer porque así de bueno es Misterio, el gran villano de esta historia. Como para turísticos compañeros de la juvenil madurez de Spider-Man con lo mejor visto en la primera escena postcréditos y con lo peor del filme que en su ligereza se crea ver una disneyización del personaje. ¿Quién elegiría una noche de ópera cuando en la calle aguarda un carnaval e incluso una batalla épica? Por ejemplo esta disyuntiva, planteada a Peter Parker y sus amigos en la escala checa en la ciudad de Praga de este particularísimo Eurotrip adolescente y superheroico que es esta producción fílmica, es exactamente la misma que el universo Marvel tenía ante sí tras la magnificencia wagneriana de “Vengadores: Endgame”. Esta es una muy buena secuela que a pesar de su tono en el fondo, por su forma logra su misión de divertir.
Por: Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.
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