Aves de Presa | República Cinéfila
No hay mucho más en una película que, pretendiendo arreglar todos los desbarajustes de esa predecesora impresentable que fue “Escuadrón Suicida”, quiere hacer foco en ese personaje un tanto sobrevalorado que es Harley Quinn, sin dejar de conservar un abordaje grupal. Lo hace contando un montón de cosas y desplegando toda clase de elementos estéticos y narrativos, aunque progresivamente se va revelando como un objeto vacuo y superficial en el que la acumulación resta. La historia es sobre Quinn, luego de ser echada a patadas por el Guasón (quien convenientemente nunca aparece frente a cámara), queda a la deriva mientras la mitad de Ciudad Gótica quiere matarla; pero también la de Black Canary, Huntress y la Detective Renee Montoya, quienes terminan uniéndosele para salvar a una joven llamada Cassandra Cain de un enemigo común: Roman Sionis, alias Máscara Negra con un Ewan McGregor desatado, uno de los mafiosos más temibles y violentos de la urbe. Ahí ya tenemos un primer gran inconveniente de la película: muchos personajes nuevos a los que explica constantemente desde la palabra pero pocas veces desde la acción, como si solo pudieran desplegar un álbum de figuras colorido pero finalmente estático, sin un pulso verdaderamente cinematográfico, aún así el ritmo y los diálogos en sus personajes son buenos.
En realidad, la película dirigida por Cathy Yan (“Dead Pigs”) simboliza mucho mejor el concepto de antisistema del que tanto alardeaba el filme del Guason realizado por Todd Phillips sin necesidad de utilizar mensajes subrayados, simplemente abrazando la anarquía como núcleo constitutivo, tanto a nivel ideológico como estructural, de forma que la narración adopta con orgullo la deconstrucción y la libertad creativa a través de un constante y adictivo jugueteo desquiciado en el que no hay lugar para el orden y en el que late en toda su dimensión el delirium tremens, la fantasía y los fuegos artificiales de purpurina y confeti.
¿Alguna vez has oído el del policía, el pájaro cantor, el psicópata y la princesa de la mafia? “Aves de presa (y la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn)” es una historia retorcida contada por la propia Harley, pues sólo ella sabría contarla. Cuando el villano más nefasto y narcisista de Gotham, Roman Sionis, y su entusiasta mano derecha Zsasz, se pusieron como objetivo a una joven llamada Cass la ciudad se volcó para buscarla. Cuando los caminos de Harley, Huntress, Black Canary y Renee Montoya convergen este insólito cuarteto no tiene más remedio que unirse para derrotar a Roman.
Para los que quieran disfrutar del verdadero girl power en un espectáculo gamberro, imaginativo y colorista. Harley Quinn fue un personaje capaz de salir tan bien parado de la hecatombe que fue Escuadrón Suicida (2016) es un personaje que se ha ganado el cielo. Lo que en el idioma cinematográfico se traduce en una película propia. Hace cuatro años, la Harley Quinn de Margot Robbie y sus coletas bicolor fueron un oasis de diversión contagiosa, ternura psicótica y carisma de voz aguda entre tanto villano desaprovechado. Aquel pastiche insalvable de antagonistas en busca de redención era hija de una DC que había dado luz meses antes al momento “Martha” de Batman vs Superman.
Aves de presa, sin embargo, pertenece a la era Warner de ¡Shazam!, y eso se nota. Al filme dirigido por la casi novata Cathy Yan le sobran los ovarios que le faltaban no solo a Escuadrón Suicida, sino a muchas otras producciones de DC y Warner Bros. demasiado preocupadas por agradar al mercado con su sobredosis de intensidad y oscuridad nolanianas. La expsiquiatra pasada por residuos tóxicos, aquí soltera y más desenfrenada al no tener que preocuparse por eso de hacer ‘una película para todos los públicos’, sigue acaparando focos con Robbie, siempre entregada y magnética en una apuesta más modesta pero efectiva, y que funciona como la desquiciante mente de la protagonista y se nota que las chicas tienen el control, al frente y detrás de las cámaras. Su voz en off narra frenética, bipolar, saltando del presente al futuro para después rebobinar al pasado, intercalando rupturas de la cuarta pared, dibujos en rosa chicle y secuencias animadas.
Una ‘deadpoolada’ pasada por el ingenio de una Harley para adultos, de profesión buscadora de objetos perdidos, mercenaria, paseadora de perros, destroza-piernas su especialidad y, sobre todo, mujer superviviente en proceso de empoderamiento en un mundo de hombres. Porque Aves de presa no se conforma con ser otra película feminista más: además de abrazar la camaradería entre justicieras ninguneadas, muestra con valentía el machismo en su forma más cruda. Esta no es una producción ambiciosa, ni busca serlo. No hay reflexiones grandilocuente para que nos rebanemos los sesos, sino un relato sencillo en el mejor de los sentidos: las protagonistas, todas blanco del mismo villano, tienen que aunar fuerzas para proteger a una niña con la mano muy larga.
Esa simplicidad es su baza ganadora: a falta de grupos testosterónicos, tenemos a unas aves enjauladas que gritan (mención especial para la asesina de la ballesta, alias la Cazadora, diestra en la lucha, maravillosamente inepta en las relaciones sociales); a falta de malos fuertotes, nos ponen a un maniático de la limpieza (un Ewan McGregor que lo mismo manda despellejar personas que se asusta frente a un moco); y a falta de una Gotham de batmóviles, tenemos una periferia de mercadillos, hienas llamadas Bruce, castores disecados con tutú, ataques de agraviados, y bocadillos de huevo, queso caducado y bacon lo más parecido a una historia de amor que hay en la película con los eventos que se suceden de manera caótica, peligrosamente desordenada en medio de escenas de acción que se suceden sin tregua y con respaldo de animaciones y grafías. La anécdota que cuenta la guionista Christina Hodson (“BumbleBee”), a través de la voz de la misma Harley, da saltos en el tiempo muy abruptos y repentinos que pueden desorientar al cinéfilo desprevenido.
El que parpadea se pierde. Por supuesto, también hay lugar para el obvio y lógico mensaje feminista, pero sin peroratas aleccionadoras. Las mujeres de esta película luchan por liberarse de las ataduras de los hombres y del estigma de su protección con furia y atrevimiento. Y no es una batalla fácil, las estructuras sociales siguen constituyendo una barrera infranqueable, por eso la única solución es una alianza entre todas. Así, la película sigue por separado los diferentes itinerarios de cada una de ellas hasta la fusión final. Todas se encuentran de alguna manera oprimidas por el sistema patriarcal: Canario Negro (Jurnee Smollett-Bell) tendrá que hacer frente a su jefe psicópata, Black Mask (un Ewan McGregor que recupera de forma gloriosa su registro más gamberro), Renée Montoya (Rosie Perez) nunca es reconocida en el cuerpo de policía al que pertenece quedándose con sus méritos sus compañeros hombres, mientras que La Cazadora (Mary Elizabeth Winstead) ha tomado el camino de la venganza desde que una organización de mafiosos asesinara a su familia (atención al flashback tarantiniano).
En cuanto a Harley, tendrá que demostrar que no necesita estar al amparo del Joker para salir adelante por sí misma logrando emancipar finalmente a la figura femenina en una industria hollywoodense que no les había permitido brillar en el cine de acción. Finalmente, DC y Warner Bros. descubrieron la razón principal de esos grandes fracasos cinematográficos que tuvo en el pasado con su saga de superhéroes en el espíritu trasgresor de sus personajes que no pueden filmarse en películas de superhéroes masticadas y fáciles de digerir. Las historias de todos ellos pueden y deben retar a los espectadores ya que lo único que el estudio cinematográfico debe hacer es dejarlos en libertad para que exploren lugares a donde otros no se han atrevido a llegar. Quizás el gran problema de fondo del film de Cathy Yan sea ese intento por ser una reversión de Deadpool pero en clave femenina y feminista, con buena parte de la mitología de DC como base.
Si ya la primera película de Marvel con Ryan Reynolds en 2016 era una acumulación algo cansadora de guiños, canchereadas y chistes autoconscientes, donde la narración quedaba casi anulada en favor de la pose constante –aunque había una violenta energía que la salvaba de sus numerosos baches-, lo de Aves de presa es una repetición de ese esquema sin ninguna vuelta de tuerca que la haga mínimamente original. La voz over de Harley Quinn va pautando todo lo que pasa, hay un montón de idas y vueltas temporales, mucho colorinche, un montaje algo frenético, bastante sarcasmo, una banda sonora ciertamente gritona, unas cuantas puteadas y algo de humor físico, pero sin un propósito real y concreto.
Tanto el guión de Christina Hodson como la puesta en escena de Yan son un permanente barajar y dar de nuevo, un arrojar ideas en la pantalla sin una verdadera direccionalidad, contando muchas cosas y a la vez ninguna, porque en el fondo no se anima a ir a fondo con ninguno de sus puntos de partida. Es cierto que “Aves de Presa” es un filme algo más coherente que ese caos narrativo y estético que era “Escuadrón Suicida”, cuya pretensión fallida era convertirse en el equivalente a Guardianes de la Galaxia pero en el Universo Extendido de DC. Pero lo logra al precio de ser una cinta donde prevalece un desorden calculado y artificial, donde las protagonistas se la pasan hablan de ser libres y tomar el mando de sus vidas, de emprender caminos propios, de romper los esquemas, mientras se conducen de manera extremadamente previsible. En Aves de presa no hay sorpresas ni creatividad, solo un ejercicio de autoindulgencia que no llega a irritar porque todo pasa tan rápido que ni siquiera permite la elaboración de sensaciones. Si DC, con las producciones fílmicas de “Aquaman” (2018) y “Shazam!” (2019), venían amagando con crear algo propio y sin ataduras, aquí vuelve a retroceder al cálculo y la copia. Aun así es un filme muy divertido/entretenido.




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