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La Maldición Renace | República Cinéfila

El cine de terror ha vivido un resurgimiento importante en los últimos años, lo que ha provocado el regreso de algunas franquicias que parecían acabadas desde hace tiempo. Tal es el caso de “La Maldición”, reinvención americana de “Ju-on” que parecía haber llegado a su fin con su tercera entrega estrenada en 2009, pero que ahora busca una nueva oportunidad con “La maldición Renace”.
 
La saga original de “La Maldición” nace de la mente del director de cine japonés Takashi Shimizu a principios del año 2000 en que basa su guión en una idea de la cultura nipona por la cual, tras un asesinato de violencia extrema, puede aparecer una marca que haga que los espíritus de aquellos que fallecen permanezcan en el mundo real buscando venganza. El “Ju-on” que es el término japonés que da nombre a la saga y se traduce por maldición o rencor es, básicamente, una forma de referirse a una casa encantada. Con la actual película hollywoodense de “La Maldición Renace” asistimos al reboot del remake americano de la película original japonesa.
 
Asia siempre ha sido un hervidero de ideas y conceptos para Estados Unidos, especialmente en el género del cine de horror. La adaptación de 2004 salva los muebles usando una táctica infalible: ser un calco de la original. Hollywood contrataría a Shimizu para reproducir, prácticamente plano por plano, toda idea visual o narrativamente potente. Producida por el cineasta Sam Raimi, fue un éxito en taquilla que motivó otras dos secuelas: “The Grudge 2” (2006) y “The Grudge 3” (2009), esta última estrenada directamente en los formatos caseros de DVD y Blu-Ray. Nada de esto les importa realmente para sentarse a ver la cinta que ahora nos ocupa. Pero es que esta cinta no tiene mucho más que lo que ya se imaginan. Debatible es que la maldición que da título a la película surge de un suceso que no solo es excluido de la pantalla, sino que ni siquiera es explicado. Esta decisión afecta la comprensión de todos aquellos que no están familiarizados con el espectro de Kayako, pero también a los eternos aficionados que atestiguan una apropiación cultural extrema del mito yūrei, lo que implica fantasmas completamente occidentales y muy alejados de las escalofriantes apariciones asiáticas.
 
En una auténtica traición a los cimientos de la historia que lo inició todo porque se trata del enésimo refrito de un concepto que en su día funcionó bien, pero que por desgracia, no tiene el peso suficiente como para justificar carencias evidentes de un guion algo perezoso. Un guion que, como muchos, descuida a sus personajes en una película de historias cruzadas. Andrea Riseborough (“Mandy”) y Demián Bichir (“La Monja”) encabezan un solvente y amplio reparto de caras conocidas, que demuestra, junto a la presencia de Raimi de nuevo como productor, las ganas de Sony Pictures de que esto funcione. Y si bien la película gestiona tremendamente bien su tono y sus tiempos, aterra y es eficaz, al terminar deja un recuerdo que es, al contrario que la maldición original, completamente efímero. Como un susto en la vida real, trepidante y anodina “La Maldición Renace” intenta emular los horrores de la cinta original pero termina traicionando las bases de toda la franquicia. En la sinopsis oficial de la trama en esta historia, un espíritu en busca de venganza maldice a todos aquellos que entran en el hogar encantado en la que habita, lo que hace que todos tengan una muerte muy terrible con una casa maldita que parece infectar a toda una pequeña población cuyos habitantes ven como una presencia los castiga por sus pecados personales y aprovecha sus muy profundos miedos. 
 
La Maldición Renace
 
Después de llamar la atención de los aficionados y de Sam Raimi, que nada tiene de tonto con dos interesantes películas independientes de horror –“The Eyes of My Mother” y “Piercing”-, Nicolas Pesce debuta en el cine comercial, y lo hace, ni más ni menos, con una nueva entrega como una especie de inter-cuela de la franquicia “La Maldición”, que iniciara y explotara hasta la saciedad el japonés Takashi Shimizu allá por el año 2000, objeto de varios remakes y secuelas americanas.
 
Está claro que Pesce siente un profundo respeto por la fuente original de la saga, sabiendo adoptar y adaptar las maneras y manierismos del J-Horror sin por ello renunciar a su personalidad, que se inclina claramente o más bien oscuramente hacia una visión del género deprimente, sombría y profundamente pesimista. En efecto, aunque al principio la película parece tontear con el thriller de terror más o menos convencional, e incluso algunos de los sustos carecen del efecto que sería de desear debido a cierto efectismo demasiado predecible, poco a poco, amparándose tanto en su narrativa asincrónica y fragmentaria, con continuos saltos espacio-temporales que confluyen finalmente en la línea principal, como en un reparto excepcional donde destacan talludos actores de carácter como los veteranos William Sadler, Jacki Weaver y Demián Bichir, el filme se desliza al terreno del puro extrañamiento y el horror existencial, sin paliativo alguno para el confiado espectador, que espera inútilmente alguna solución, alivio o, al menos, esperanza.
 
Pero no. En el universo de “La Maldición”, que Pesce hace suyo, no hay salida. Como si hubiera estado leyendo últimamente a Thomas Ligotti, Pesce presenta una realidad espectral donde no existe perspectiva de salvación alguna, ni antes ni después de la muerte. De hecho, el mundo de los vivos resulta tanto o más terrible que el de los muertos que se niegan a abandonarlo. “La Maldición Renace” ofrece una galería de personajes con situaciones deprimentes y trágicas que raya en lo grotesco: enfermedades terminales, demencia senil, suicidios que salen mal, hombres y mujeres rodeados de dolor, soledad y miedo. Pero no sólo de miedo a lo sobrenatural, que también, sino a la vida misma. Una vida que es pura contingencia y que, finalmente, cuando llega a su término, ni siquiera encuentra la paz de la tumba sino que, en el colmo del horror existencial, se prolonga en venganza eterna eternamente insatisfecha, convertida en maldición vírica y contagiosa, como lo son la violencia, el odio y el mal mismo.
 
Pesce evita tanto los aburridos excesos del terror elevado, construyendo su intriga con eficacia y cebando bien el suspense, como el recurso al humor fácil y la carne joven, sustituyendo los habituales repartos juveniles por uno de personajes entrados en años, con rostros surcados por las huellas y arrugas del tiempo, el dolor y los dramas personales. Nos engaña haciéndonos creer que tal vez, como en la serie de Expediente Warren y Cía. en la saga “El Conjuro”, de la que se erige en perfecto negativo, la existencia de un mal sobrenatural entrañe la de un bien no menos ultramontano, quizá divino, que tarde o temprano habrá de intervenir. Para después demoler gozosamente cualquier perspectiva a lo New Age y oscurecer aún más el panorama infernal que nos dibuja con la mayor virtud de esta nueva entrega que es su capacidad para crear un buen ambiente de suspenso, lograda con una narrativa no lineal –una técnica empleada por la cinta original– que busca profundizar en las respectivas tragedias de las familias afectadas y una estupenda fotografía que se caracteriza por la creación de perturbadoras ilusiones ópticas a partir de imágenes que deambulan entre lo cotidiano y lo extraordinario. Todo esto apoyado por el buen trabajo de su experimentado elenco integrado por Andrea Riseborough, John Cho, Lin Shaye, Jacki Weaver y Demián Bichir, entre otros.

 
Mi personal 7.5 de calificación a esta cinta pese a sus defectos, que los tiene, en esta nueva producción fílmica “La Maldición Renace” que es una obra más que apreciable, que explota inteligentemente los tópicos del género espectral, partiendo del J-Horror y combinándolo con clásicos del cine de horror al estilo de “Al Final de La Escalera”, “Terror en Amityville” o “Muertos y Enterrados”, para ofrecernos una de las películas más desoladas y desoladoras de los últimos tiempos, que, parafraseando a Eugene Thacker, nos descubre súbitamente “que no sólo le somos indiferentes al mundo, sino que este es y ha sido siempre esencialmente inhumano. No es una idea reconfortante, pero ni la filosofía, ni la religión, ni el horror pretenden reconfortar.” Desde luego, al menos no el cine de terror según el director Nicolas Pesce.
 
Visto lo mejor en su implacable pesimismo y sentido del terror existencial, casi cósmico. Pero con lo peor en algunos momentos tópicos y predecibles en su primera mitad. Como un susto en la vida real, trepidante y anodina “La Maldición Renace” intenta emular los horrores de la cinta original japonesa pero termina en cierta manera traicionando las bases de toda la franquicia. Porque lejos de un reboot como se anunció originalmente, se trata de un spin-off velado que nos reintroduce por unos breves instantes a la residencia original para explorar la nueva venganza de Kayako Saeki, esta vez contra una mujer cuyo retorno a los Estados Unidos implica una exportación de la condena, su asentamiento en una casa americana y a la maldición de todo aquel que entre en ella. El hallazgo de la más reciente víctima detona la curiosidad de Muldoon (Andrea Riseborough), una detective novata que intentará resolver las conexiones, ignorante que esto le hará arriesgar su vida y peor aún, la de su propio hijo.
 
El guión de un tono muy pesimista y sombrío, se pierde porque su escritor y productor Nicolas Pesce (“The Eyes of My Mother”) cae en excesos innecesarios con un primer acto demasiado largo, lo que provoca que el interés generado en los primeros minutos se convierta en auténtico tedio con una trama que por momentos no parece conducir a ningún lado. Esto desemboca en el reciclaje de muchos elementos vistos en entregas anteriores, homenajes tan evidentes que más bien parecen calcas deslucidas, el uso recurrente de jump scares, lo cual crea una cinta genérica que invariablemente sucumbe ante todos los clichés y lugares comunes del género. Una consecuencia directa de que las tenues variantes en esta premisa no ofrezcan unas bases lo suficientemente sólidas para justificar una nueva historia. La edición atraviesa por un problema similar, pues el exceso de saltos temporales hacia la segunda mitad y la falta de diferenciaciones visuales entorpece el ritmo, la inmersión en la historia, así como la total conexión con los personajes. Este no es más que un pobre esfuerzo por retomar una historia extinta hace tiempo y un proyecto innecesario para un género que actualmente goza de propuestas mucho más interesantes, aunque quizá la paz que tanto anhelan Kayako y sus numerosas víctimas no se encuentre en nuevas entregas fílmicas, sino en dejar que su franquicia descanse en paz para siempre de una vez por todas. Esta es una cinta muy apta solo para los cinefilos de hueso colorado quienes no temen al horror de la filosofía ni a la filosofía del horror.
 
La Maldición Renace
 
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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