CineOpiniónRepública CinéfilaReseñasTerrorUniversal Pictures

El Hombre Invisible | República Cinéfila

Revivir a los monstruos del cine clásico es un trabajo de riesgo, y más aún si se les intenta meter con calzador en modelos contemporáneos. Que se lo pregunten a los ejecutivos de la compañía fílmica Universal Pictures, aún magullados por aquel remake de “La Momia” (2017) con Tom Cruise de protagonista. A resultas de aquel batacazo, el estudio canceló su ‘Dark Universe’, que era un cosmos narrativo con criaturas de las tinieblas en vez de superhéroes.
 
Y, cuando ha querido desempolvar otro de sus terrores favoritos, ha prescindido de tonterías y llamado a dos expertos en sustos. Y un poco también en marketing. Los elegidos para resucitar a “El Hombre Invisible” han sido, por un lado, el productor Jason Blum siempre con un pie en los premios Oscar y otro en los programas dobles y, por otro, el director y guionista Leigh Whannell. Un tipo cuyo nombre no es de dominio público, pero cuya influencia sobre el cine de terror reciente es crucial: junto a su amigo James Wan, Whannell creó “Saw” e “Insidious”, dos de las sagas de terror muy rentables sobre todo la primera e interesantes sobre todo la segunda. Según ha comentado, el cineasta insistió en algo cuando le encargaron el proyecto: su versión del personaje no sería ni un antihéroe ni un incomprendido, sino un villano con todas las de la ley.
 
En esta versión de “El Hombre Invisible”, Whannell ha cumplido su promesa. En cuanto a trama y desarrollo, el filme no tiene apenas nada que ver con la novela original del escritor H. G. Wells (1897) ni con la película de James Whale que la adaptó en 1933, pero sí regresa a ellas cuando se trata de lo más importante: la monstruosidad del personaje titular no es de índole física, sino moral, y estaba presente desde antes de su metamorfosis. De hecho, el guion transporta esa vileza a un pánico contemporáneo como es la violencia machista. Y, haciéndolo, se sitúa más cerca de “Luz que Agoniza” (1944) la película que originó el término “gaslighting”, por el maltrato que cuestiona la salud mental de la víctima y de “El Ente” (1982) por cierto, es el filme de terror favorito del gran cineasta Martin Scorsese que de cualquiera de sus precursoras.
 
En la sinopsis oficial en esta trama de la historia, Cecilia (Elisabeth Moss) rehace su vida tras recibir la noticia de que su exnovio, un maltratador empedernido, ha fallecido. Sin embargo, su cordura comienza a tambalearse cuando empieza tener la certeza de que en realidad sigue vivo. Porque Cecilia Kass es una mujer atrapada en una relación muy violenta y tóxica con un científico brillante y con mucho dinero. La joven decide escapar en mitad de la noche de todo esto, con la ayuda de su hermana, su hija adolescente y un amigo de la infancia. Sin embargo, cuando su ex se suicida, ella recibe una fortuna. Esto hará que empiece a sospechar que su muerte ha sido un engaño y que él podría estar más cerca de lo que ella piensa.
 
Pronto, la línea entre la cordura y la locura se volverá muy fina. Y es que el cine de terror, al igual que la comedia, han sido vehículos para realizar comentarios políticos y sociales. Dos géneros denostados desde un principio. Seguramente, porque desde la solemnidad no se puede considerar que uno puede llegar a la reflexión mediante la risa o el miedo. Ignorando aquella frase del director Howard Hawks donde decía que el cine tiene 10 reglas, y 9 son entretener. A lo mejor, mediante aquellos dramas, uno puede captar aquella frase que se repite con dichas películas: “tiene un mensaje”. Obras que apelan al golpe bajo, las nominaciones y que finalmente terminan siendo olvidadas. Pero el género que nos convoca aquí es el terror llevado a un terreno de thriller. La película inspirada en la novela de H.G. Wells, que tiene la versión más reconocida de los 30’s de James Whale y la de Verhoeven en el 2000. Universal Pictures, tras haber fallado en su intento de emular a Marvel, con su “Dark Universe”, recurre a la opción B de seguir a DC con Joker. Una película que no intenta generar una puerta a otros personajes, teniendo una libre interpretación de construcción, y un presupuesto para nada exorbitante. Cayendo en las buenas manos de la productora Blumhouse, que junto a la empresa A24, van marcando la agenda del género.
 
El Hombre Invisible
Cecilia Kass (Elisabeth Moss, al centro) y oficiales de policía en “El Hombre Invisible,” escrita y dirigida por Leigh Whannell.
 
“El Hombre Invisible” inicia con una gran secuencia de suspenso, donde plantea los puntos hacia donde se dirigirá la película. Cecilia (Elisabeth Moss) huye de la casa de su pareja, tras años de abusos, principalmente psicológicos. A pesar de que está dormido, la idea de su presencia de alguna manera se mantiene en los pensamientos de Cecilia. Pensamientos que la acompañarán pese a lograr el escape, gracias a la ayuda de una amiga. Iniciando, según los amigos que la rodean, una paranoia sobre una persona que ya no puede hacerle daño.
 
La presentación del terror de manera visible, ahora llevada a lo que escapa de nuestros ojos. Leigh Whannell dirige en base a trabajos anteriores que ha hecho junto a James Wan, principalmente referido a lo paranormal (Insidious). Haciendo del terror un in crescendo, sumado a la buena actuación de Moss que desde su rostro, uno entiende todo. Además, la banda sonora que no trata de producir saltos e incluso por momentos calla. En palabras de Bernard Herrmann conversando con Hitchcock: “La música viene de donde uno pone la cámara”. Y en el caso de la composición de Benjamin Wallfisch, lo que podemos ver.
 
Whannell es un cineasta extraordinario. En solo tres películas este actor vuelto como director ha demostrado que está bastante por encima de la media. Esta vez, brilla especialmente en su descripción de los espacios que han sido tomados por la violencia y moviéndose a través de ellos de la mansión hi-tech del villano a la modesta casa donde se refugia la protagonista. También en su conversión del elemento desestabilizador más sutil de los objetos domésticos al vaho de una conversación en una noche fría en un motivo de impacto tan potente como el sobresalto, recurso del que, por otro lado, no abusa. Whannell encuentra la manera de expresar de forma visual y sonora el contraste entre una amenaza real y la imposibilidad de apresarla, comunicarla y hacer que el otro se la crea. Precisamente por esto, por la claridad y la contundencia con las que “El Hombre Invisible” lanza su mensaje mediante los recursos tanto visuales y sonoros del cine de terror, sabe tan mal que a veces gestione con cierta tosquedad el texto.
 
Quizá sea porque Whannell no acabe de creerse su don para la imagen aterradora sustancial, o porque considere que en este año de 2020 no hay que andarse con sutilezas para denunciar lo que está mal. Pero, aunque es un mal menor en una propuesta que merece trascender, sobre todo, por su enfoque de la historia, “El Hombre Invisible” se resiente de cierta tendencia a la explicación del miedo, la angustia y la frustración de la protagonista en unos códigos más propios del drama social poco sutil que del cine de terror. Ni son determinantes ni eclipsan los muchos aciertos de la película, pero esos desajustes están ahí y a ratos desestabilizan una propuesta muy valiosa pero también algo irregular.
 
Visto aquí lo mejor en su cambio del punto de vista del relato original. Pero con lo peor en ciertos deslices hacia el cine social menos sutil. El hecho de que la protagonista sea la actriz Elizabeth Moss, convertida en icono feminista por su papel en la formidable serie de televisión “El Cuento de La Criada”, no es nada casual. Narrados sin prisas y con abundancia de planos fijos, los sufrimientos de esta antiheroína resultan más espeluznantes cuanto más se atienen a la intimidad, al día a día de una mujer tan arrasada después de una relación abusiva que no tiene fuerzas ni para salir de casa. El CGI en sus efectos visuales se prodiga lo justo, y las escenas de acción son tan escasas como bien llevadas. Aquí marca la pauta un pánico que podría afectarnos a cualquiera: el de pedir ayuda y no ser creídos. Empatizar con los personajes de “El Hombre Invisible” es difícil y la película cuenta con un epílogo que alarga demasiado su resolución. Pero pese a esto, y aunque uno siga teniéndole más cariño a los vendajes que vuelan y a las huellas sobre la nieve, la película consigue su totalmente meta de actualizar a un clásico icono del cine de horror y terror, que la verdad; siendo sinceros no es poco logro.
 
El Hombre Invisible
Elisabeth Moss como Cecilia Kass en “El Hombre Invisible,” escrita y dirigida por Leigh Whannell.
 
Mi 8.5 de calificación a la nueva versión de “El Hombre Invisible” que tiene un concepto brillante pero una ejecución algo irregular. Porque su concepto no es tan común en el cine fantástico y de terror contemporáneo valioso por otras razones, que de alguna manera arrasa con todo.
 
La cinta del actor y director Leigh Whannell esta vez tiene mucho sentido, ya que hablar de la película de porque estamos ante una de las voces más estimulantes del cine de género actual recupere su magnífico thriller de ciencia ficción “Upgrade” (2018), cambian el enfoque y el planteamiento del relato original. Esta versión no está narrada desde el punto de vista del monstruo, aquí presentado –antes de su transición a Hombre Invisible– como un poderoso magnate de la óptica. Está narrada desde el punto de vista de su víctima, su pareja con una magnífica Elisabeth Moss, a la que maltrata tanto antes como una vez convertido en villano incorpóreo.
 
“El Hombre Invisible” va más allá del cine de terror que capta el sentir del momento. No es cine metafórico, es más bien todo lo contrario: es un cine extremadamente concreto. La propuesta de Whannell no es una película de terror que encierra una alegoría sobre la violencia machista. Es una película sobre violencia machista que pone toda la artillería en el genero del cine de terror al servicio de la expresión del sufrimiento y del miedo de las víctimas. Aunque suene a tópico, siento que es importante concretar que es una película nacida del movimiento Me Too.
 
Hay que ponerlo por escrito para dejar constancia del impacto del movimiento en el cine, de cómo ha abierto una puerta a la revisión y reformulación de las historias y los géneros. “El Hombre Invisible” es una película sobre la violencia machista, sobre el maltrato, sobre el silencio y sobre la importancia de creer a las víctimas con la formidable actuación de Elisabeth Moss
 
No es para nada un secreto que desde hace ya varios meses se hablaba de una nueva versión y expectativas con esta cinta, principalmente para que quienes tuvimos la desgracia de ver el horror que significó la película del gran cineasta Paul Verhoeven, a quien de seguro le ataron las manos al realizarla, nosotros lo defendemos a muerte y con el actor Kevin Bacon en el 2000, “Hollow Man”.
 
Pues bien, con la famosa casa productora Blumhouse ahora empeñada en resucitar al Dark Universe de la Universal en un proyecto que fracasó en taquilla tras la presentación de “La Momia” con Tom Cruise, ahora podremos ver una nueva versión de la historia de “El Hombre Invisible”. El hecho está confirmado con todo y el nombre de la protagonista Elisabeth Moss, algo que sin duda nos hizo guardar grandes esperanzas alrededor del proyecto. La película fue bien escrita y competentemente dirigida por Leigh Whannell, responsable de “Insidious: Capítulo 3” y “Upgrade”. Basada en una novela de HG Wells, “El Hombre Invisible” cuenta la historia de un científico que tras trabajosos experimentos y una prolongada investigación alrededor de la óptica consigue la forma de hacer invisibles seres orgánicos, incluido él mismo. Los monstruos van cambiando, reinterpretando miedos que nos acompañan desde el inicio de la humanidad. Los clásicos de la Universal, basándose en las obras literarias de Bram Stoker, Mary Shelley y el mencionado H.G Wells, pueden tener el rostro de Drácula y Frankenstein. Figuras que en nuestra infancia hacían que nos ocultáramos bajo las sábanas, pero al crecer dichos miedos evolucionan a lo que no vemos pero podemos sufrir: el acoso, no sentirse entendido, el prejuicio, perder el control sobre uno mismo. Miedos que están distribuidos de manera acorde en “El Hombre Invisible”. La empresa fílmica Blumhouse lleva todo esto al terreno del terror con esta que es una propuesta muy atractiva tanto en forma y sobre todo en fondo.
 
El Hombre Invisible
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

Un comentario en «El Hombre Invisible | República Cinéfila»

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

SiteLock
LATEST NEWS