40 años de El Imperio Contraataca | República Cinéfila
A 40 años de haberse estrenado el excelente filme de El Imperio Contraataca, nada mejor que mirar hacia atrás y repensar el anterior quinto episodio de la que es una de las sagas más importantes, influyentes y populares de la historia del cine, repleta de personajes emblemáticos como Luke Skywalker, Darth Vader, el Emperador, la Princesa Leia, Han Solo, Obi Wan Kenobi y Yoda. No se ha dicho en vano que el segundo título de la popular saga y franquicia de “Star Wars” es el más logrado de la trilogía inaugural, pero también es cierto que a “El Imperio Contraataca”, estrenada originalmente en 1980, la benefició una coyuntura muy particular.
Por un lado y gracias al enorme éxito de la primer cinta “La Guerra de Las Galaxias” en el año de 1977, que había dado el puntapié inicial tres años antes con unas asfixiantes limitaciones presupuestarias, esta segunda película gozó de 30 millones de dólares en su producción fílmica, que le permitieron trasplantar las naves, criaturas y planetas de la imaginativa mente de su creador George Lucas a la pantalla grande con mayor precisión. Por el otro, el instinto puramente comercial como empresario de Lucas aún no había madurado lo suficiente como para obturar la frescura de la historia con aires de fábula moral y mística, como ocurrió con el posterior capítulo de la trilogía, “El Regreso del Jedi” en 1983.
En “El Imperio Contraataca” profundiza con vigor las características que hicieron de “Star Wars” una leyenda de la cinematografía norteamericana. Ya fue señalado que la cruzada cósmica de Luke Skywalker (Mark Hamill), Han Solo (Harrison Ford) y la princesa Leia (Carrie Fisher) contra las fuerzas del Imperio comandadas por el villano Darth Vader quien bebe generosamente de otros tantos mitos previos, dentro y fuera de la gran pantalla. Desde la leyenda del rey Arturo (que vendría a encarnar Luke, con Han Solo como Lancelot y Leia como la reina Genoveva) hasta la del Quijote y Sancho, pasando por tenaces héroes de los comics como Flash Gordon y por el western que se asoma en Han, quien anda, viste y desenfunda como un cowboy cósmico. La primera clave, empero, parece mucho más pedestre.
Lo que hizo Lucas e Irvin Kershner como cineasta que la dirigió por su cuenta y con el orden, fue llevar a una galaxia muy lejana… los bienamados rituales de cualquier muchachito de barrio. El episodio V de “El Imperio Contraataca” en esta segunda entrega de la saga “Star Wars“ forma parte de la rica tradición de las pocas segundas partes que superan a sus predecesoras, integrada también por filmes como “El Padrino II”, “Volver al Futuro II”, “Aliens”, “Terminator 2: El Dia del Juicio Final”, “Batman Returns”, “Spider-Man 2”, “Viaje a Las Estrellas II: La Ira de Khan”, “Capitan America: Winter Soldier” y “El Señor de Los Anillos: Las Dos Torres”.
Es decir, estas son películas que ahondan en personajes previamente presentados, enriqueciendo sus matices, engrandeciendo las experiencias de los espectadores, redoblando apuestas y llevando los horizontes de expectativa mucho más allá de lo esperado inicialmente. Durante los años ochenta, la influencia de “Star Wars” se vio más en otras películas, que siguieron la tendencia del blockbuster inaugurado por Lucas y su colega Steven Spielberg y que hoy se ha convertido en Hollywood actual que ha marginado otras formas de hacer cine allá. Fuera de la serie de “Indiana Jones”, Lucasfilm no produjo ninguna película memorable en ese tiempo, y de sus otros proyectos tal vez lo mejor fue un puñado de episodios de una serie infantil, “Ewoks”, que recuperaban algo del ambiente fantástico, de cuento de hadas, que es parte central del atractivo de las películas a pesar de su apariencia de space opera. Los mitos solían tener un final, y éste era parte esencial de su sentido, pero la idea de un final se opone a la ambición de explotación continua y eterna de las empresas del pop, como “Star Wars”.
Ahí está la relación de Han Solo con su nave: el joven se la pasa recauchutando a su Millenium Falcon –que oportunamente alcanzará la velocidad de la luz– como si fuera un Fitito desvencijado. Ahí está su relación con Leia, la Princesa, especie de candorosa chica de zaguán, que se hace rogar para transar al fin, tras haber demostrado que no es de las “chicas fáciles”. Los zaguanes, claro está, son los fugaces respiros que se toman Leia y Han entre una y otra batalla contra las fuerzas de “El Imperio Contraataca” que es la fusión total entre los “chicos de la esquina” –los chicos buenos de la esquina, que de los otros se ocupa el cine de gángsters– y los “héroes de película”, hasta entonces inalcanzables por definición. Con la misma libertad, Luke, Han y Leia encarnan otra dualidad igualmente asombrosa. Sin dejar de ser adultos, se asumen como niños, nutriéndose de la experiencia de sus mayores, a los que, llegado el punto, están llamados a superar. O a relevar al menos. Luke recurre a un elfo de 800 años, el maestro Yoda, para que lo guíe por los caminos de la Fuerza y lo convierta en todo un caballero Jedi, y hasta extrae lecciones del propio Darth Vader, con esa oscura y reluciente fortaleza de latón. Y no hay una sola cara del Imperio en la gigantesca nave-ciudad que es la Estrella de la Muerte, precursora de las cintas de “Alien” y “Día de La Independencia” que no contraste, por vetusta, con la rozagante juventud de los protagonistas.
La estructura narrativa de la película desempolva las supuestamente “obsoletas” transiciones por barrido –en las que un plano entra desplazando al anterior– que las viejas series de televisión habían influido de los aun más añejos seriales del cine. La trabajosa conversión de Luke en Jedi, que arranca en el planeta Dagobah, una selva de pantanos neblinosos, y el enfrentamiento de Han y Leia con los imperiales, que transcurre en una fascinante ciudad-planeta, avanzan largamente por carriles separados, alternados oportunamente por esos barridos, que aparecen en los momentos de mayor tensión para postergar la resolución de ambas líneas dramáticas.
Entre las muchas categorías inauguradas por “Star Wars” tal vez haya que lamentar aquí la que deriva de “la Fuerza” –a la que aspira Luke–, madre a su modo del alienado misticismo que impera en el género fantástico-infantil actual en productos como los “Power Rangers”, en los que “el Poder” toma la posta de “la Fuerza”, y otros como “The Matrix”, que se la endosa a un insulso semidiós interpretado por el actor Keanu Reeves. Y agradecer, sin duda alguna, que el famoso aggiornamiento computarizado que presidió el reestreno del filme en 1997 no haya pasado de un puñado de retoques aleatorios, ya que, por otra parte, no hacía falta nada más.
En el estupendo “Episodio V” todo, absolutamente todo, está perfecto: la trama general, con el Imperio demostrando que es capaz de conservar la iniciativa a pesar de su derrota en el filme anterior; el proceso de aprendizaje de Luke para convertirse en Jedi; la risueña aparición de Yoda, convertido en personaje legendario desde la primera vez que se lo ve; la gran screwball comedy que es la historia de amor que va creciendo entre Han Solo y Leia con los estupendos actores Harrison Ford y Carrie Fisher, ya apropiándose de sus papeles por completo; o los aportes de secundarios como Lando Calrissian en el equivalente aburguesado de Han Solo, aunque después demuestre que todavía tenía mucho para dar y el entrañable Chewbacca. Y claro, ese primer gran duelo entre Darth Vader y Luke, con la revelación paternal más impactante de la historia del cine: eso “soy tu padre”, tan básico, tan elemental, tan sanguíneo, cobraba multiplicidad de significados, le brindaba a Vader una relevancia mucho mayor, elevaba a la saga a nuevos niveles y terminaba de cerrar un lazo irrompible con los fanáticos. “Star Wars” siempre se trató en el fondo, de los emotivos lazos familiares.
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.
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