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Cobra Kai | República Cinéfila

Dentro de la ola nostálgica que actualmente vivimos no solo en el mundo del cine sino también en la televisión por la década de años ochenta que se viene dando en los últimos años y de la que “Stranger Things” es posiblemente el ejemplo más exitoso, Cobra Kai” es de las que mejor supo conectar elementos de ese pasado con la contemporaneidad.
 
Lo consiguió en base a una estrategia simple y a la vez compleja: estableciendo un diálogo, una interpelación mutua entre épocas y generaciones, donde se procura responder si todavía es posible aplicar los preceptos que guiaron a la saga fílmica de “Karate Kid” que es un pequeño clásico -repleto de defectos, hay que decirlo-, cuyo discurso entre deportivo y didáctico puede parecer algo anticuado en la actualidad, pero que aún así posee elementos decisivos a la hora de permanecer en la memoria del espectador: un tono progresivamente épico, personajes atractivos en sus dilemas y un puñado de secuencias e imágenes icónicas, prácticamente inolvidables, que ayudaron a definir una época y un subgénero como el deportivo, donde siempre la figura del maestro o técnico, o entrenador es decisiva.
 
Cobra Kai
 
Buena parte del mérito quizás se deba a la labor del director John G. Avildsen, realizador también de “Rocky” y que, a pesar de poseer una carrera cuando menos despareja, supo colaborar en la construcción de un lenguaje donde el deporte, la docencia y lo cinematográfico confluían. Sin embargo, a pesar del éxito que tuvo el remake estrenado en el 2010, la saga parecía haber encontrado un límite en su propósito que fuera más allá de la nostalgia y cierta actualización vacua. Entonces, ¿para qué “Cobra Kai”? Esa operación se da mediante una vuelta de tuerca sumamente interesante que la popular serie televisiva explota muy bien: el verdadero protagonista es Johnny Lawrence con un notable William Zabka, como el joven villano de la primera parte de la franquicia cinematográfica, que ya de adulto busca salir de su pozo económico y existencial reabriendo el Dojo Cobra Kai.
 
Con ese acto, revive esa bella filosofía que enuncia: “Golpea primero. Golpea fuerte. Sin piedad”, pero también aquella vieja rivalidad con Daniel LaRusso un muy efectivo Ralph Macchio, quien a su vez decide revivir el Dojo Miyagi. La lucha entre “buenos” y “malos” vuelve a activarse, pero reconfigurada y pasando a ser un antagonismo donde las fronteras son mucho más difusas no solo porque Johnny está lejos de ser un mal tipo -por más que apele a métodos muchas veces crueles-, sino también porque Daniel lejos está de ser perfecto. Ambos son sujetos que miran al pasado con una gran melancolía y que procuran reacomodarse a un presente que muchas veces les es esquivo. Las diferencias surgen desde las formas en que contemplan y operan en sus contextos, además de ciertas dosis de suerte: Johnny pagó muy caro sus errores, mientras que Daniel siempre supo estar en el momento y lugar indicados. Y si el primero quiere revancha -en las artes marciales y también en la vida-, el segundo desea mostrarse a sí mismo que puede volver a ganar, en lo deportivo y en lo espiritual. Desde estos dos polos no tan opuestos, la serie de televisión va armando una galería de personajes donde circulan intereses románticos, hijos y alumnos -que en algunos casos son casi hijos adoptivos- que van conformando tramas casi de telenovela pero cimentadas desde la dosis justa de autoconsciencia.
 
Y claro, las figuras que evocan al pasado: el despiadado maestro John Kreese -que en la segunda temporada cumple un rol directamente maquiavélico-; el fantasma siempre presente que es el Maestro Miyagi; hasta la chance y oportunidad latente de la vuelta del personaje de Ali ¿retornará la actriz Elizabeth Shue? Con sus episodios de media hora a los que casi nunca le sobran minutos, “Cobra Kai” va consolidando sus ejes dramáticos sin resignar nunca la comedia -de hecho, Zakba muestra ser un estupendo comediante- y mostrando un gran cariño por todos sus protagonistas, incluso en los pasajes más desparejos. Porque la serie televisiva secuela de “Karate Kid”, recién emigrada a Netflix, ha superado las expectativas a base de cuestionar al filme original y sus narrativas de triunfo. A primera vista, “Cobra Kai” da pereza. Y es probable que esa pereza afecte sobre todo a quienes son lo bastante jóvenes como para no haber visto nunca “Karate Kid” en la cartelera de un cine, o para no haberla visto en absoluto. En lo que a puretas se refiere, por otra parte,  cualquier espectador de retina encallecida por el cinismo describirá la serie que ahora triunfa en Netflix tras abandonar la parrilla de YouTube Premium como el intento de las viejas glorias Ralph Macchio y William Zabka por pagar las facturas retomando sus papeles de la saga karateka: no en vano ambos protagonistas ejercen como productores ejecutivos además de como actores. Es posible que ambas facciones con la de los millennials y postmillennials y la de los maduritos sin ganas de revival tengan razón. Pero solo la tendrán a medias: si se rasca su barniz nostálgico, el reencuentro del angelical Danny LaRusso (Macchio) y el malo malísimo Johnny Lawrence (Zabka), ambos ya en la edad del climaterio, funciona sobre todo como una deconstrucción irónica pero no demasiado de muchos tópicos del cine ochentero.
 
Y sobre todo de esa dinámica entre ‘ganadores’ y ‘perdedores’ que tan tramposa fue en su día y cuyas costuras se notan ahora más que nunca. Empresarialmente, el origen de esta serie televisiva es un poco más complejo, incluyendo una llamada a Zabka de los productores Josh Heald, John Horrowitz y Hayden Shclossberg, la aquiescencia de Ralph Macchio y una puja entre varios servicios de VOD, Netflix entre ellos por hacerse con los derechos del proyecto. Pero el quid de la cuestión es que llegado mayo de 2018, cuando la primera temporada debutó en YouTube, los titulares se llenaron de pasmo ante la evidencia innegable de que aquello realmente gustaba. Ahora bien, ¿Qué historias nos contaron Danny LaRusso y Johnny Lawrence 34 años después de su primer combate? Pues, como ya señalábamos antes, una que le hace la peineta a las narrativas comunes en el cine adolescente de los 80. Tengamos presente que, salvo unos pocos ejemplos que apostaban por los matices sí, estamos pensando en John Hughes con sus películas juveniles de aquellos años tan entrañables que solía apostar por mostrarnos a un perdedor simpático, como el personaje de Macchio, que superaba su condición de paria con esfuerzo y tesón (¿recuerdas lo de “dar cera, quitar cera”?) hasta coronar su victoria llevándose a la chica (Elisabeth Shue) y apalizando al abusón de turno en un apoteósico torneo. Así pues, la pregunta que plantea Cobra Kai es muy pertinente: ¿Qué les ocurre al héroe y al villano de “Karate Kid” cuando los años pasan y descubren que esas promesas de triunfo eran un mero señuelo? Así pues, los protagonistas de “Cobra Kai” solo tienen un modo de superar sus respectivos marasmos existenciales: volviendo al tatami.
 
Cobra Kai
 
Mi 8 y 9 de calificación personal tanto a la primera y segunda temporadas de “Cobra Kai” que de paso nos revela que el universo de la franquicia cinematográfica de “Karate Kid”, que parecía haberse quedado anclada en un pasado quizás demasiado idealizado, todavía tiene cosas interesantes y llamativas para dar en un presente que necesita de menos cinismo y más épica marcial. 
 
Esta continuación de la saga de “Karate Kid” revive filosofías y rivalidades, pero también les otorga nuevos matices a sus protagonistas, a partir de una acertada combinación de géneros entre el drama y la comedia porque jamás hubiéramos esperado que la resurrección pop más interesante llegase haciendo el salto de la grulla e invocando al fantasma de ese señor Miyagi cuyo intérprete, Pat Morita, falleció en el año de 2005.
 
Pero el caso es que lo hizo: mientras The AV Club se sorprendía de que una serie sobre “dos tipos blancos de mediana edad” pudiera resultar tan cautivadora, IndieWire elogiaba sus “pequeños momentos de subversión” pese a deplorar su “orientalismo” y la falta de fuste de los personajes femeninos. En la época actual, que una web esté dispuesta a perdonar esos dos pecados para ponerle a la serie un notable bajo quiere decir mucho. E IndieWire no fue la única: en Rotten Tomatoes, la nota de la primera temporada de “Cobra Kai” llegó a un 98% de opiniones positivas, y si bien su segunda etapa se llevó menos aplausos, quedó en el cuadro de honor con un 88%. Toda una lección viniendo de un producto aparentemente de derribo, y una prueba de que como señaló en su momento la crítica de Film School Rejects “el hecho de que dos personajes estén pasados de moda no quiere decir que no tengan historias interesantes que contar”. Quién sabe qué ingredientes necesita tener una película para insertarse dentro del diccionario de la cultura popular actual. Porque el espectador tiende a recordar frases y villanos memorables, pero no basta con tener uno u otro. Lo más chocante de esta serie, vista con ojos de 2020, es lo poco que se ajusta a los parámetros de la TV ‘de calidad’: las dos temporadas que hemos visto hasta ahora dejan claro que su producción va justita de medios visualmente, eso sí, es más lujosa que un show de 1984. La serie nos ofrece esa respuesta nada más comenzar su primer capítulo, cuando vemos a Johnny Lawrence convertido en despojo humano. O, como prefiere definirlo William Zabka, “un hombre analógico en el mundo digital”, que no sabe lo que es una red social ni está dispuesto a renunciar a su virilidad desfasada. Siempre con la botella bien a mano, el malo de la Karate Kid original sobrevive a base de hacer chapuzas a domicilio, marcado para siempre como ‘loser’ tanto por la sociedad que le rodea como por sí mismo y por su muy acomodada familia. 
 

En cuanto a su viejo enemigo, goza de una situación económica mucho mejor como próspero vendedor de coches, pero su estado emocional tampoco es para tirar cohetes: el primer triunfo de Cobra Kai llega cuando descubrimos que, si bien Danny LaRusso nada en la abundancia y la placidez a niveles que dan hasta rabia, ese triunfo sobre sus orígenes proletarios le ha arrojado al tedio de una existencia burguesa totalmente privada de emociones fuertes. Él también, a su modo, es una reliquia.Y eso tiene sentido porque, hasta donde sabemos, “Cobra Kai” nació como una broma incubada, para colmo, en el plató de “Cómo Conocí a tu Madre”. ¿Recuerdan la teoría de Barney Stinson (Neil Patrick Harris) sobre Johnny Lawrence como verdadero héroe de “The Karate Kid”? ¿Y la intervención de Macchio y Zabka como estrellas invitadas en ese mismo capítulo? Pues ahí, en el reencuentro de los dos viejos compañeros de reparto, está la génesis de todo esto. ¿Cuántas películas de esta década que acaba serán recordadas en veinte años? Probablemente pocas. La cosecha de los años noventa es igual de escasa.
 
No obstante, tanto los setenta como los ochenta tienen -quizás porque ha pasado más tiempo- un mayor número de películas que podrían entrar en esa lista. No debe sorprendernos que sigamos recordando a tantas cintas de la década anterior al presidente Ronald Reagan. El cine norteamericano vivía su apogeo artístico. En cuestión de solo diez años, Estados Unidos vio nacer los talentos de Francis Ford Coppola, Brian DePalma, Paul Schrader, Martin Scorsese, Steven Spielberg y George Lucas. La sorpresa es que aún recordemos tantas cintas de los ochenta, esa década que fue, para muchos, el nadir de la creatividad cinematográfica en Hollywood con diez años de producciones frívolas, de premisas absurdas; el campanazo de la plaga de secuelas que sigue afectando la calidad del cine hollywoodense hoy en día. No obstante, son esas cintas –aquellas cuyo concepto no encontraría cabida en un cine del 2010- las que siguen siendo recordadas. Los tres científicos neoyorquinos que deciden dedicarse a cazar fantasmas y que terminan salvando a la Gran Manzana del ataque de un gigantesco malvavisco; la historia de un adolescente que viaja en el tiempo con ayuda de un DeLorean; el arqueólogo de sombrero y látigo que lucha contra nazis en busca de objetos míticos; y, sí, la historia de un chico de la ciudad de Nueva Jersey que se muda a California, aprende karate de la mano de un Yoda japonés llamado Miyagi y queda en primer lugar de un torneo.
 
Cinta dirigida en 1984 por el formidable cineasta estadounidense John G. Avildsen con el mismo pulso con el que dirigió “Rocky” (1976), “The Karate Kid” es parte indiscutible de nuestro imaginario colectivo. Y como toda propiedad histórica de Hollywood, la cinta de Avildsen acaba de recibir su obligatorio remake. Más allá del éxito que pueda tener la nueva versión de la serie “Cobra Kai” que hasta ahora ha recibido muy buenas críticas y un raiting en la plataforma de Netflix saludable, vale la pena preguntarnos qué hizo de “The Karate Kid” una película merecedora de tal longevidad. La revista Slate nos ofreció un análisis de los villanos tridimensionales a los que se enfrenta Daniel Larusso, explicando cómo la cinta puede ser vista desde un ángulo distinto al del protagónico. Y The A.V. Club nos entrega una entrevista con William Zabka, director nominado al premio Óscar, mejor conocido por interpretar el papel de Johnny Lawrence, el villano principal de “The Karate Kid”.
 
Cobra Kai
 
La primer película de la saga tiene un innegable armado palomero, hecha para llenar butacas y dejar satisfechos a los espectadores, “The Karate Kid” ha logrado mantenerse en los gustos del público por más de 25 años. Lo que de momento la serie “Cobra Kai” ha logrado algo similar. Treinta y cuatro años después de los eventos del torneo de karate All Valley de 1984, Johnny Lawrence busca la redención al abrir un dojo Cobra Kai, reavivando su rivalidad con un exitoso Daniel LaRusso.En resumidas cuentas, y sea cual sea tu edad, “Cobra Kai” es uno de los mejores productos que puedes consumir hoy en streaming si buscas un entretenimiento ligero, pero nutritivo y que no te mire con condescendencia. En espera de ver cómo sale ese viaje de Danny LaRusso a Japón que servirá de eje a la tercera temporada, solo le pedimos a sus responsables que, por favor, incluyan en alguno de sus episodios una escena a los sones de la canción “Cruel Summer” de la banda pop femenina Bananarama. Que sea por los viejos tiempos.
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la seccion y columna periodistica.

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