9 años sin MOEBIUS, 10 de Marzo 2021

 

Jean Giraud, a contrapelo de otros grandes dibujantes de historieta, como Hugo Pratt, Milo Manara y Alberto Breccia -con quienes se le puede comparar-, incursionó en otras disciplinas y aportó grandes obras a la ilustración, en libros de arte como: Made in Los Ángeles, Venecia celeste, Moebius fusión, etc.; en la caricatura, véanse en los primeros libros de sus obras completas editadas por Les Humanoides Associes al Mayor Fatal, Grubert, Humberto Manteca; en el diseño, la publicidad; también implícitos en obras como Les yeuxs du chat, donde cada viñeta es un cartel; y en el cine o dibujos animados, con Little Nemo, Les maître du temps, Le garage hermétique…; aunque confesará siempre que, fuera de las historieta, el inquieto artista se siente como un hombre homeless.

Giraud, partiendo de las bases del dibujo que abrevó de su maestro Jijé, es decir, de la escuela franco-belga, subvertió la línea clara dilatándola con una trama y textura expresionistas nunca vistas, dando origen así al fantástico mundo de Moebius, y a una nueva visión de la historieta mundial, particularmente el género de ciencia-ficción.

 

A Giraud, con frecuencia la crítica amable le obsequia expresiones como “el Rimbaud de la bande dessinée”, o “el Picasso del comic”, con lo cual no deja de hacerse menos al artista, al tener que medirse con otros géneros para hacerlo valer. En esta hora de pesar por el último viaje de Moebius por este planeta, vuelve el controversial tópico de la historieta como arte mayor por sí misma, y del porqué este género solo puede comparar consigo mismo. El propio Giraud rechaza lo contrario, cuando se le sugiere un paralelismo con el trabajo y el valor de la obra de Pablo Picasso, advirtiendo que existe una concepción en un periodo de los vanguardistas de principios del siglo pasado, en la que proponen -como Tristan Tzara- “recortar y pegar” [o poner objetos en exposición], en lugar de trabajar.

Evidentemente hallaremos una gran injusticia si hacemos comparaciones ociosas con la historieta, pues unos tienen que trabajar mucho; imaginémonos en el arte secuencial toda la obra original de Pratt, Breccia, Manara, etc., y sobre todo, la del productivo Jean Giraud, quien tenía una gran capacidad de trabajo creativo y nos lega una vasta obra: alrededor de cuarenta libros de historieta, ¡sólo de la saga del Teniente Blueberry!; y otros, los pintores, en cambio con unas cuantas “viñetas” de narrativa sintética, reciben gran reconocimiento de la crítica, y compensación del mercado. Esta queja, por cierto, la recogen otros grandes artistas de la historieta mundial.

 

Se pueden decir muchas cosas de Giraud; por ejemplo, su actitud ante el arte: su mentalidad abierta siempre a otros campos, otras culturas, al futuro, a las técnicas y usos de instrumentos. Como cuando, a mediados de la última década del siglo pasado aplaudiera la llegada del manga a su país, lo que no fue impedimento para que, diez años después la rechazara, pues está en contra del dominio de una cultura por otra: el manga había pasado a ocupar algo más que un segmento de 20% del mercado francés, al que inicialmente tuvo acceso.

Igualmente fue crítico constante del modelo de comic de superhéroe norteamericano por manoseado, limitado y repetitivo, entre otras cosas, pero cuando Stan Lee, lo invita a participar en un episodio de Silver Surfer, acepta -“un capricho del artista”, como decía-, y ahí mismo, aprovechando una estancia en los Ángeles, lo dibuja. Siempre fue partidario de las historietas hachas a mano -gracias a ello nos deja un gran tesoro de originales-; pero cuando la tecnología avanza y pone en sus manos un nuevo instrumento para dibujar, la pluma electrónica y la paleta digital, no tiene inconveniente para valerse de ese recurso y dibujar más de veinte páginas virtuales de su intimista serie Inside Moebius, y más aún, aconsejar a los jóvenes a que constantemente estén explorando innovadoras posibilidades.

Atinaríamos, lo mismo, referirnos a los últimos tres libros de su clásica serie del Teniente Blueberry, Ok Corral, Dust y Apaches, (con ventas anuales de más de doscientos cincuenta mil ejemplares; solo superado por XIII, de William Vance- Van Hamme, en dibujo realista), con guiones del propio Giraud, desde la muerte de Jean Michel Charlier, cuya fuerza narrativa era capaz de dejarnos en el suspenso más inaudito, como cuando nos cuenta la novela histórica de la Revolución Mexicana a través de dos aventureros, en la serie Los Gringos, que inició con Víctor de la Fuente, y en la que, el segundo episodio termina cuando Huerta ha dado la orden de fusilar a Villa; y es hora que aún, a quince años de la aparición del tomo dos (de seis) no sepamos si finalmente Villa fue fusilado o no, porque la serie se suspendió. Los guiones de Giraud están a la altura de los del historiador, gran escritor y guionista Charlier, llenos de aventura, emoción y suspenso; solo que hay una pequeña diferencia: Giraud, fascinado por el chamanismo americano, lo ha introducido espontáneamente en la serie,con la aparición del indio Johny Ringo, quien intenta sacrificar en un rito satánico a la bailarina del Dunhill Hotel, Dorée Malone; esto, le ha originado un diferendo con los herederos de los derechos de Charlier, quienes aducen la no fidelidad por parte de Giraud al perfil del personaje definido por el escritor -véanse los comentarios sobre este asunto en mi Facebook de abril de 2001-. No creemos que esto haya modificado sustancialmente el carácter del personaje. Pero Moebius es así, iconoclasta hasta el final, con sus propias creaciones; recordémoslo ahora como aquella imagen en calzones haciendo poses, al igual que la plana mayor de dibujantes, en las páginas de Metal Hurlant.

 

Podríamos en fin, decir muchas cosas más, pero en sí lo que queremos comentar aquí, son aquellos detalles en los que el gran genio se manifiesta en lo cotidiano como el hombre simple, es decir, de carácter humano. Jean Giraud viene a México por casualidad, su madre se había casado con un maestro de esgrima mexicano. Muy joven aún, ingresa a las clases de dibujo con modelos del maestro Mario Falcón, con quien establece una muy cercana relación amistosa, y a quien Giraud reconocería posteriormente como uno de sus primeros maestros de arte.

Conversando en una ocasión con Giraud, le comento que había localizado a Mario, a quien yo hacía tiempo que había dejado de ver; fue tanta su emoción, que inmediatamente me pide su número para llamarle en ese momento. Y colgamos. Tiempo después, le pregunto a Mario sus impresiones: “Ah, ese pinche francesito -exclamó-, aún pregunta por él una de mis modelos”. Mario Falcón murió hace cuatro años, sin que Giraud se enterara. Y ahí permanecieron durante algunos años, sus murales con las grandes imágenes del Ché, Hó Chi Minh, Genaro, Marx y Lenin, en el edificio de posgrado de Ciudad Universitaria; hasta que alguna mano negra finalmente los tapó.

Me quedo con el recuerdo de Jean Giraud, departiendo en la exposición Les états d`art de la bande dessinée, el diez de enero de 2001, en la Fondation d´entreprise Coprim, de París, después de haberle visitado en su estudio de Montparnasse.