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Scream | República Cinéfila

Scream, taquillera película que a la vez es una secuela y reversión muestra nuevas potencialidades, pero también limitaciones de una popular saga juvenil armada desde la autoconsciencia sobre el género del cine de terror y sus espectadores con la historia que nos lleva a un nuevo asesino, quien comienza a perseguir a un nuevo grupo de adolescentes, han pasado 25 años desde los primeros crímenes en Woodsboro.

Uno ya puede intuir las virtudes, pero también los defectos, el rango de posibilidades, pero también los límites de Scream (Grita) en los taglines que aparecen en los pósters: “es siempre alguien que conoces” y “el asesino está en el póster”. Allí ya podemos ver el juego narrativo, la manipulación (divertida, estimulante incluso) de las expectativas, pero también la inevitable previsibilidad cuando se entra en la fase final de ese proceso lúdico. Quizás ese piso y ese techo, tan cercanos entre sí, estuvieron presentes siempre en la saga de Scream, pero en esta nueva entrega son más palpables que nunca, aunque eso no le quita interés e incluso, paradójicamente, lo fomenta aún más.

Si la primera parte de Scream era un meta-slasher que reformulaba el género desde la autoconsciencia que Wes Craven ya había insinuado en La nueva pesadilla; la segunda utilizaba a su favor todos los elementos posibles de las secuelas; y la tercera buscaba explorar los giros inevitables de las trilogías o franquicias extendidas. Si la cuestión del público, sus conocimientos y capacidad de influencia había estado siempre presente en la saga, la cuarta entrega ponía eso en primer plano, indagando en el papel de las redes sociales y los deseos de fama y exposición. Lo cierto es que esta quinta película realiza un movimiento que parece envolver, en diversas formas, a las búsquedas de todas sus predecesoras.

Por un lado, se propone como una secuela-legado autoconsciente, que introduce personajes nuevos, pero también trae varios de los originales, para así releer el pasado en función de crear un futuro posible para la franquicia. Por otro, hace hincapié en ese espectador entre fanático y nostálgico, que evoca los films originales como tesoros de sus infancias o adolescencias a los creen que no se puede mancillar, y que siempre necesita de un anclaje en ese pasado idealizado para aceptar que Hollywood siga explotando las propiedades.

Por eso el filme no se llama Scream 5, sino Scream, coqueteando con la repetición de la original, pero para darle pie al inicio de una nueva era. A la vez, establece un diálogo con revitalizaciones de franquicias como Halloween (quizás la más paradigmática), aunque también podríamos incluir otras recientes como Ghostbusters: el legado y Spider-Man: sin camino a casa. Y, de paso, tira un par de dardos contra ese público que gusta del cine de terror culto y algo culposo -como The Babadook, La bruja y El legado del diablo-, porque en el fondo desprecia al género y quiere pensar que también está viendo films con comentarios sociales, políticos, éticos y morales.

El retorno a Woodsboro -con toda su iconicidad a cuestas- que plantean los directores Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett es uno ácido y juguetón, pero también un poco contradictorio y hasta algo hipócrita, porque no deja de incurrir en lo mismo que parece criticar. Es que si el discurso de Scream (Grita) pareciera criticar a esa vertiente contemporánea donde el terror ha cobrado una solemnidad y pretenciosidad algo tóxica, lo cierto es que el film no puede evitar hacer sus propios comentarios seudo sociológicos y hasta delinear un drama entre psicológico y genético algo esquemático. Quizás esto suceda en buena medida porque los realizadores son parecidos a Wes Craven, un genial cineasta popular que a veces tenía demasiada necesidad de mostrarse inteligente y sagaz.

Bettinelli-Olpin y Gillett son directores con talento para la puesta en escena y la creación de atmósferas, aunque en varios pasajes se dejan llevar por la necesidad de explicar todo con diálogos o monólogos excesivamente astutos. De ahí que no extrañe que Scream (Grita) sea una película que funcione mucho mejor cuando narra desde el movimiento y la tensión, y que flaquee en sus últimos minutos, cuando se detiene y quiere explicarse solo desde el habla. Aún con esas salvedades, Scream (Grita) cumple con su objetivo, es decir, darle aire fresco a la saga sin dejar de evocar el espíritu original.

Scream

Y si por un lado deja flotando la duda sobre si hay más material narrativo o estético para abordar en futuras entregas, el conteo de cadáveres nos da pistas sobre posibilidades futuras: al fin y al cabo, todavía quedan varios cadáveres del pasado para seguir construyendo futuro. En su brillante comienzo, esta quinta entrega de la metarreferencial saga ideada por Kevin Williamson y puesta en imágenes por un inspirado Wes Craven pone todas sus cartas sobre la mesa clavándolas con un afilado puñal. En tiempos donde el “terror elevado” se ha estado comportando como un implacable asesino bajo la máscara de la trascendencia y del darle a todo un plus de lo que sea mientras termine con el sufijo –ismo, que la primera víctima potencial de Ghostface haga de su orgullosa ignorancia en el género y de su devoción por Hereditary o Babadook su única defensa resulta tan hilarante como terrorífico.

Scream se desarrolla en el territorio metalingüístico que más temían sus creadores: el de una masa de supuestos fans que destruyen, apuñalan y reconstruyen a sus deseos las películas “intrascendentes” de terror desde el anonimato de Internet. Un lugar donde se mira por encima del hombro a todo aquello que en el original era relatado con ironía y con respeto, porque la cinefilia mata, y más en el Woodsboro colectivo del slasher adolescente. En un malintencionado ejercicio de justicia, cada vez que los personajes de la película se empeñan en convertir a Ghostface en carne de TikTok o de reducirlo a estrella viral de un canal de Youtube, Scream le devuelve su mítica categoría de icono. Cada vez que se habla de imágenes rápidas y muertes rápidas que sean un Gif para consumir y sustituir por otro, el film se toma su tiempo giallo (la secuencia en la cocina, todo un pequeño prodigio de tensión y paciencia) en planificar cada asesinato en formato cinematográfico, como si la cosa realmente fuera entre lo que es el cine (de género) y lo que se empeñan algunos en que sea el cine (de género).

Recordar que en 1996, Wes Craven, el fallecido genio del cine de terror y autor de cintas memorables como La última casa a la izquierda y Las colinas tienen ojos, decidió resucitar el género slasher, del cual hizo parte en los años ochenta con Pesadilla sin fin. Su colaboración con el guionista Kevin Williamson (creador de la serie Dawson’s Creek), mezclaba asesinatos y humor por partes iguales. Su título original era Scary Movie, pero terminó convirtiéndose en Scream que obedece a la estructura narrativa de los slasher: un hombre enmascarado (Ghostface) mata con sevicia a un grupo de adolescentes odiosos y una chica (la “final girl”) sobrevive al final para enfrentarse al asesino. Lo original de la cinta de Wes Craven tiene que ver con que sus adolescentes son jóvenes que han visto muchos slashers y son conscientes de los lugares comunes de este tipo de películas (no te vayas solo al desván, no tengas sexo de manera irresponsable, no consumas sustancias psicoactivas, no te bañes, no digas que ya regresas y no te separes del grupo, porque de lo contrario, Ghostface te asesinará).

Scream es una cinta cargada de intertexto (bien puede pensarse como una hija bastarda del cine de Tarantino), que hace referencias explícitas a los clásicos del género como Halloween, Friday The 13th o Pesadilla sin fin, y que hace guiños implícitos como el de matar rápidamente al personaje interpretado por Drew Barrymore, del mismo modo como Hitchcock asesinó al personaje encarnado por Janet Leigh en su Psicosis.

El éxito de Scream llevó a la realización de tres secuelas todas dirigidas por Wes Craven y tres temporadas de una serie antológica muy irregular. En las películas para cine, se habla de una cinta ficticia llamada Stab, la cual es, supuestamente, la adaptación de los hechos ocurridos al interior de Scream en la secuela, Heather Graham interpretó a la actriz encargada de interpretar en Stab a Sidney, la final girl de Scream.

El metacine de Scream fue mucho más allá de la pantalla, ya que, en el año de 1998, Mario Padilla de 16 años de edad y su primo Samuel Ramírez de 14, asesinaron a la madre de Mario, apuñalándola 45 veces, supuestamente inspirados en Scream. Ahora llega a las salas de cine, 25 años después del estreno de la cinta original, una quinta entrega de Scream, la cual puede pensarse como una especie de “recuela”. Este neologismo, usado por uno de los personajes de la cinta, plantea que la tendencia del cine comercial actual consiste en evitar los reboots porque los fanáticos están cansados que sus franquicias favoritas se reinicien una y otra vez, para realizar una “secuela” que contenga algunas conexiones con las películas anteriores de una saga, pero que incluya a nuevos personajes, para actualizarla y darle así un nuevo respiro y en Scream se citan como ejemplos de recuelas a populares cintas hollywoodenses como Los Cazafantasmas, Viernes 13, La Guerra de Las Galaxias y, por supuesto, a la pelicula Halloween.

Ghostface

Le otorgo un 8.5 de calificacion, a esta Scream 2022 que se ha convertido en una gran sorpresa cinematográfica para los fans, quienes la califican como el mejor filme de la popular saga. Hace 25 años se estrenó Scream: grita antes de morir (1996) y ahora, en 2022 llego a la cartelera la nueva secuela de la franquicia. Scream (Grita) tiene en su historia a parte del elenco original, Neve Campbell como Sidney Prescott, David Arquette como Dewey Riley y Courteney Cox como Gale Weathers, además de nuevos actores que enfrentan el terror de Ghostface.

La historia nos lleva a un nuevo asesino, quien comienza a perseguir a un nuevo grupo de adolescentes, han pasado 25 años desde los primeros crímenes en Woodsboro. Sin embargo, el nuevo Ghostface parece tener una conexión secreta con los sobrevivientes de la primera historia. Sam Carpenter (Melissa Barrera) regresa a su ciudad natal después de que su hermana Tara (Jenna Ortega), es atacada por un nuevo homicida que ha decidido ponerse la máscara de Ghostface. Para descubrir quién está detrás del disfraz, Sam acude a Dewey Riley (David Arquette), quien habla y le escribe a Sidney (Neve Campbell) y Gale Weathers (Courteney Cox), para que vuelvan a la acción y enfrenten al nuevo criminal antes de que cobre más víctimas. Scream siempre ha combinado el terror con el cinismo tenebroso. Veremos mucha sangre derramada, un asesino casi predecible (el cual no te vamos a revelar), pero también hay una gran atención en los detalles, para entregarnos como resultado un filme singularmente entretenido, que los fanáticos de la franquicia van a amar.

También estamos seguros de que quienes no conocen la saga saldrán satisfechos con lo que acaban de ver en la pantalla grande. La nueva película de la icónica saga de terror noventera llegó a la cartelera de todo el país y aunque los fanáticos tenían muchas dudas con la nueva cinta porque las anteriores secuelas los habían dejado con mucho desencanto, Scream (Grita) 2022 ya es catalogada como el mejor filme de la franquicia, y eso se debe a que la historia mantiene la esencia que la volvió tan popular, además de que la quinta entrega vuelve con un nuevo equipo de cineastas, lo que le da la oportunidad de infundir nueva energía a la cinta asi que disfrútala con tus amigos. Los discretos méritos de esta Scream 5, aparentemente hecha para seguir exprimiendo el suceso de las anteriores porque aquí solo quedan algunas huellas de aquella creatividad que tan astutamente jugaba con el cine dentro del cine, el género dentro del género además de la presencia en el rol del productor del viejo conocido –para los fans del rubro, es digno de ser apreciado el detalle de que buena parte de la historia transcurre en los decorados donde se filmaba Stab 3, sobre la saga ensangrentada donde los crímenes van cambiando de autor, pero el autor no cambia de aspecto, siempre con la máscara y la túnica. Así, una de las mejores secuencias muestra a la sufrida Neve topándose con su antiguo cuarto de adolescente y rememorando amores hasta que…Obviamente, para saber si la chica sobrevive y quién es el matador esta vez, habrá que ver Scream 6.

Esta es una cinta sin demasiadas expectativas pero con la seguridad de pasar un amable recreo entre leves sobresaltos y salpicados de hemoglobina. Cinta apta para streamers muriendo en un directo con Ghostface sin haber entendido nada con lo mejor que fue volver a reivindicar a los maestros del giallo en sus escenas de asesinatos y lo peor en sus innecesarios esfuerzos para que no adivinemos que sí la sorpresa final. La nueva Scream nace de la conversión de la misma franquicia Scream en un meme y una iconografía más o menos vintage para camisetas y caretas de Halloween.

Nace, en la ficción del largometraje dirigido por los astutos Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett (Noche de Bodas), del legado de las secuelas de Puñalada, la película dentro de la película en la tetralogía dirigida por Wes Craven. Craven ya reflexionó sobre las invisibles líneas entre la creación audiovisual y el contenido de esta en La nueva pesadilla de Wes Craven. El Ghostface actual surge como surgía aquel Freddy Krueger ficticio en una realidad que no dejaba de ser una ficción. Incluso la aparición del terceto original formado por Neve Campbell, Courteney Cox y David Arquette resulta idéntica a la de Andrew Garfield y Tobey Maguire en Spider-Man: No Way Home: una llegada a un multiverso desconocido donde se sienten desubicados y donde no entienden qué narices hace Jamie Lee Curtis participando en más títulos de Halloween (el gag definitivo).

Es cierto que en todo momento se impone la diversión (la muerte de cretinos es la máxima expresión del término) en Scream con unos modos muy del neoslasher que han ido convirtiéndose en algo semejante a neoclásico en la puesta en escena y el look visual, y con una extraña ligereza en el juego de misterio que propone, el cual no deja de ser idéntico al de las charadas cinéfilas que escribieron Stephen Sondheim y Anthony Perkins para aquel Diez negritos del gossip Hollywood/Broadway tan de culto como es El fin de Sheila (Herbert Ross, 1973), pero diseñado por enfermos del selfie y de los likes. Casi cerrando el círculo, el largometraje no se ha mostrado a la prensa en España, pero sí se organizó con él un preestreno solamente para influencers que, más allá de los malvados pensamientos homicidas que le puedan asaltar a uno, resume a la perfección lo que es Scream: el monstruo de ficción interpretado por un actor en una realidad criminal que sigue siendo ficción mirándose al espejo (las redes sociales) y viendo su fin tan cercano e inevitable como el de Byron Orlok/Boris Karloff en El héroe anda suelto de Peter Bogdanovich. Pero con el tiempo suficiente para acabar con el villano (y sus followers).

Esta “recuela”, dirigida por Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett los artífices de Noche de Bodas, una divertida pero irregular película de terror intertextual, presenta a un nuevo grupo de adolescentes, que sigue la tradición iniciada por Neve Campbell (Party of Five) y Courtney Cox (Friends), ya que son extraídos de series de televisión, como es el caso de Melissa Barrera (Club de cuervos), Dylan Minnette (13 Reasons Why), Jenna Ortega (Stuck in the Middle), Jack Quaid (The Boys), Jasmin Savoy Brown (Yellowjackets), Mikey Madison (Better Things), Kyle Gallner (Interrogation) y Mason Gooding (Love, Victor). Estos jóvenes van a interactuar con los sobrevivientes del elenco original (que incluyen, junto a Campbell y Cox, a David Arquette, Marley Shelton y a Heather Matarazzo), con la intención de apelar a la nostalgia y, al mismo tiempo, actualizar la saga.

Como las “recuelas” casi son un remake de las cintas originales, esta Scream (que evita el número 5 en su título), inicia con una misteriosa llamada telefónica que recibe Tara (Ortega), en la que Ghostface amenaza a su víctima, a la vez que le hace preguntas sobre cine de terror (del mismo modo en que fue acosada Casey, el personaje de Drew Barrymore en la primera parte). Curiosamente, Tara confiesa odiar a los slashers, ya que prefiere un terror más elevado como el de Babadook, It Follows, The Witch y Hereditary (es imposible no sentir empatía por la precoz Tara). Vamos a conocer a Sam (Barrera), la hermana de Tara e hija de uno de los personajes originales de Scream; a Wes (Minnette), el hijo de la oficial de policía Judy (Shelton); a los hermanos gemelos Mindy (Savoy Brown) y Chad (Gooding), quienes nos hacen recordar que las personas que se esconden tras la máscara de Ghostface siempre son dos; a la protectora Amber (Madison) y a Richie (Quaid), el simpático novio de Sam.

Algunos serán las víctimas, otros serán los asesinos. Pero ellos no son los únicos que ven su vida en peligro, ya que Ghostface también busca asesinar a Sidney (Campbell), a la reportera Gale (Cox) y al expolicía Dewey (Arquette). La “recuela” de Scream es tan absurda o más que sus predecesoras porque está llena de situaciones disparatadas y truculentas y por momentos nos recuerda a Scooby-Doo.

Scream 2022

Pero lo que se logra aquí es llegar a asustar ya que aceptémoslo, las cintas de Scream no son realmente muy aterradoras que digamos, con la ayuda de un buen trabajo de fotografía y aumentando los niveles de brutalidad y violencia (esta es, definitivamente, la película más sangrienta de la saga). La “nueva” Scream no es una gran película y mucho menos puede considerarse como un clásico del cine de terror. Pero el esfuerzo de sus directores por adentrarse a la retorcida mente de Wes Craven, (lamentablemente el director falleció en el 2015), es admirable, y nos hace olvidar el desastre que terminaron siendo las “recuelas” de Halloween. ¿Ghostface ha muerto? ¡Claro que no!: ¡Larga vida a Ghostface!

Lic. Ernesto Lerma, titular de la seccion y columna periodistica.

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