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Bestia | República Cinéfila

Bestia es un filme de aventuras con Idris Elba, un thriller con momentos de enorme tensión, a partir de un cautivante uso del plano secuencia y una narración que no da respiro, como se diría comúnmente, ir al hueso, en todo sentido. Porque en el mundo del séptimo arte hay una especie de segunda línea del cine de aventuras norteamericano donde el foco argumental y temático es el enfrentamiento entre el hombre y la naturaleza, o más bien, de un representante de la naturaleza.

Esta ha dado algunos exponentes ciertamente sólidos y potentes, como Infierno en La Tormenta, Miedo Profundo y El Líder, películas donde las voluntades de ambas partes eran puestas al límite y que, en el fondo, no dejaban de ser dramas íntimos y morales. Bestia se suma a esta pequeña lista, a partir de un relato donde lo corporal expresa más que los diálogos. El filme del cineasta Baltasar Kormákur va delineando con paciencia y a la vez fluidez su conflicto central y sus protagonistas: un hombre (Idris Elba) retorna con sus dos hijas adolescentes a Sudáfrica, la tierra de origen de su esposa, de quien acaba de enviudar, para visitar una zona de caza controlada donde lo espera un amigo (Sharlto Copley), que es especialista en vida salvaje. Lo que ya era un viaje cargado de complicaciones, a partir de un vínculo paterno-filial repleto de tensiones por ausencias y cosas no dichas, se transforma en una experiencia aterradora cuando irrumpe un león que ha escapado de cazadores clandestinos y que se encuentra en una especie de raid asesino, cazando a cuanto humano se cruza.

La narración se permite darles un tiempo a los personajes para que expliciten sus dilemas existenciales, pero en cuanto cumple con ese objetivo inicial, pasa a transformarse en un thriller donde se combina lo vertiginoso con un suspenso electrizante, en los que incluso los momentos de quietud son puro nervio, sin por ello resignar el drama. El instrumento esencial al que recurre la puesta en escena de Kormákur es el plano secuencia, que no solo sirve como impacto audiovisual, sino también como una herramienta narrativa y hasta como una forma de encarar las conflictividades que anidan en los personajes.

Por ejemplo, en una escena donde se ven las consecuencias de una sangrienta masacre, que sirven para reflejar el miedo y la incertidumbre al padre que encarna Elba, además de cómo su autoridad está dañada en el vínculo que mantiene con sus hijas. O la del primer enfrentamiento con el león, que utiliza la mirada para indicar lo que no se ve, trabajar la tensión con el movimiento y finalmente revelar lo que no estaba viendo, aunque podía intuirse. No hay un regodeo estético, sino una decisión de construir los espacios y la incidencia de los cuerpos moviéndose a través del desplazamiento de la cámara, sin darle tregua a los protagonistas, pero tampoco al espectador.

De esta forma, Bestia se define rápidamente como una película que va -metafórica y literalmente- al hueso: cuenta sin muchas vueltas su duelo de voluntades central, pero también su drama familiar, que avanza con la acción, aprovechando sus noventa minutos al máximo. Del mismo modo, recurre a una violencia impactante, pero también matizada, que no se regodea en lo sanguinario porque entiende que con la tensión y el temor acumulados le basta y le sobra. Y ensambla de forma muy ajustada el fuera de campo, la noción de expectativa -por lo que se ve o se intuye, tanto por parte de los protagonistas como del público- y el desgaste corporal como reflejo de la mentalidad puesta al borde del agotamiento. Así, se constituye en parte de esa segunda línea hollywoodense que nos brinda alegrías de vez en cuando.

Y, por todo esto, en tiempos de dominancia de películas pensadas para el entretenimiento hogareño, nos muestra que la aventura cinematográfica, tan brutal como atrapante, todavía es posible. Bestia mueve a contemplar cómo es la jungla profunda, donde abundan bandidos que roban los tesoros que la naturaleza mantiene cautivos en un hábitat apartado. Es justo que, en ocasiones, los profanadores paguen con su vida. El competente actor Idris Elba estelariza la aventura llena de acción, con largos tramos de suspenso, en la que en su condición de viudo reciente, va de visita a la selva con sus dos hijas adolescentes, para visitar el pueblo de su difunta madre. Lo que parece ser una travesía de reencuentro con el árbol genealógico se transforma en una pesadilla, al ser acechados por un león enfurecido, que pudo escapar a una masacre de otros integrantes de la manada, pero por supuesto que la anécdota no podría desarrollarse, si no fuera por las tontas decisiones que se toman por montones, para comprometer la seguridad de todos los involucrados.

Bestia

Mi 8 de calificación a este emocionante y tenso largometraje en la que la trama de un padre y sus dos hijas adolescentes se enfrentan a un imponente león que no está dispuesto a dejar que los seres humanos sigan acabando con toda su especie. El director islandés Baltasar Kormákur ha mantenido una carrera estable como director de películas de acción y aventura en los Estados Unidos, con productos sólidos como Contraband, 2 Guns, Everest y Adrift. Continuando por esta línea, llega otra de estas películas y una de las mejores de su filmografía. El rey de la selva ha sido el protagonista de varias cintas animadas como El rey león, Madagascar o Salvaje; ha sido el eje central de documentales sobre la naturaleza como El león africano o Felinos en África de los estudios Disney; fue el protagonista de farsas cómicas como Clarence el león bizco, Atrapen al león (con los Tres Chiflados), George de la selva y Leones de segunda mano.

Pero también se ha convertido en el dolor de cabeza de cazadores y nativos, en películas de aventuras como Tarzán y su compañera, El león, Rugidos o El fantasma y la oscuridad. A esta última categoría pertenece Bestia, una cinta de suspenso y aventuras a la vieja usanza, protagonizada por Idris Elba. En ella, el siempre confiable actor británico interpreta a Nate Samuels, un médico que ha quedado viudo recientemente y quien ha decidido viajar a África con Meredith (Iyana Halley) y Norah (Leah Jeffries), sus dos hijas adolescentes. El propósito del viaje es doble. Por un lado, Nate quiere que sus hijas conozcan el lugar de origen de su madre fallecida y, por otro, visitar a su gran amigo Martin Battles (interpretado por Sharlto Copley, otro actor altamente confiable).

Martin es un hombre dedicado a proteger el hábitat natural de los leones y de impedir que los cazadores furtivos los eliminen para vender sus partes en el mercado negro el cual, inexplicablemente, todavía existe en el mundo real y en este. Martin desconoce que un grupo de estos cazadores ilegales ha eliminado a toda una manada de leonas y sus crías, lo que despierta la furia de un león macho dispuesto a acabar a los asesinos como si se tratara de un John Wick con melena. Por desgracia Nate, Meredith, Norah y Martin se cruzan en el camino de la bestia y deben luchar para sobrevivir. Algunos se quejarán del león creado por computador el cual, a veces, no es muy convincente. Pero los tiempos han cambiado y hoy en día está prohibido poner a un animal en riesgo así sea para satisfacer a unos espectadores voraces de aventura.

El consejo está en dejar de lado los efectos irregulares y dejar que la adrenalina fluya, gracias a la experta dirección de Kormákur, aderezada con la espléndida fotografía del maestro Philippe Rousselot y unas estupendas actuaciones por parte de todo el elenco. Bestia es entretenimiento de primera categoría en el fondo con una especie de venganza de la jungla para la reflexión sobre el precio que la naturaleza debe pagar ante la invasión de los hombres, que todo lo destruyen con su irracional ambición para obtener beneficios pecuniarios de los recursos naturales principalmente los animales, a los que atrapan y aniquilan sin misericordia, ante el acoso permanente de los humanos depredadores que todo lo destruyen, la jungla africana cobra venganza despiadada. A diferencia de otras historias similares, en las que el animal avieso representa el mal inexplicable que ataca irracionalmente, en esta el felino tiene un motivo. Hay cazadores furtivos que los matan, para comerciar con sus cuerpos, tomando como mercancía sus cabezas, garras, colmillos, pieles, huesos. Como si tuviera consciencia de la presencia maligna de los hombres que cargan fusiles y que diezman la población en la sabana, este enorme león ataca para vindicar la especie. Matando a los intrusos, despedazándolos con furia, ajusta cuentas con la civilización, regresándole a los habitantes de la ciudad el daño que ha provocado entre las arboledas.

Kormákur hace maravillas con un guion de pocos personajes en el que sobresale, por encima de toda la producción, el astuto manejo de la cámara. Los encuadres nunca se quedan estáticos. Las imágenes están en perpetuo movimiento como una anticipación de los esperados sobresaltos que provocará la fiera, que se encuentra permanentemente al acecho. Hay personajes que entran y salen, desvaneciéndose sin explicación, pero lo que importa es ver el asedio a los integrantes de la familia que deben derrotar con astucia al atemorizante animal, que parece estar programado para la aniquilación violenta de personas, sin distinción. La cinta se concentra en una sola situación de supervivencia hasta llegar al esperado desenlace de la confrontación, que se resuelve con satisfacción. Aunque se presentan situaciones ya muy vistas en otras historias similares de tiburones, o lagartos o hasta un enorme perro en Cujo (1983), pero la novedad es la crítica hacia la afectación de los ecosistemas en el contexto del calentamiento global y el desorden de la explotación de las áreas verdes del planeta.

Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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