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República Cinéfila | Nace una Estrella

Con ciertas expectativas como cinefilo tuve la oportunidad de ver esta gran cinta que ha venido promoviendo la compañía cinematográfica productora Warner Bros. que realizaron de “Nace una Estrella”, el reciente remake de la película del cineasta Frank Pierson de 1976, que fue protagonizada por Barbra Streisand y Kris Kristofferson a su vez inspirada en la cinta original de 1937. Esta nueva versión es dirigida por el actor Bradley Cooper y en los papeles estelares contamos con Lady Gaga y el mismo Cooper, acompañados de Dave Chapelle y Sam Elliot
 
Ante la negativa de la cantante Beyoncé para protagonizar el filme con la que debuta como director, Cooper ha llamado a Lady Gaga para el mismo papel y ella ha dicho que sí. En consecuencia, ella se convertirá en la protagonista de la nueva versión. En la sinopsis oficial de la trama de esta historia, es la del cantante llamado Jackson Maine (Bradley Cooper) quien descubre y eventualmente se enamora de una joven promesa musical llamada Ally (Lady Gaga). Mientras la carrera de Ally despega, la relación personal de estos dos músicos se desmorona poco a poco, sumando a todo el tremendo alcoholismo del que él es víctima. Esther, una cantante amateur que es descubierta por el cantante alcohólico Maine, quien a últimas fechas ha visto caer su tremenda popularidad. Maine encumbra a Esther y la convierte en una verdadera estrella y ambos contraen matrimonio. Sin embargo, mientras la carrera de ella toma velocidades insospechadas, la de él se hunde cada vez más en el lodo. 
 
Lady Gaga ha comprobado ya que puede actuar por lo menos decentemente con sus anteriores participaciones en las producciones fílmicas de “Machete Kills” (2013) y “Sin City: una dama por la que mataría” (2014), a la que hay que sumar su participación en la popular serie televisiva “American Horror Story: Hotel”, en la que por cierto, por la que recibió un premio Globo de Oro como Mejor ActrizEs precisamente por ello que los reflectores están sobre Cooper ante esta nueva versión de “Nace una Estrella” que se suma a las cintas protagonizadas por Judy Garland y Fredric March en 1954, junto a la de Kris Kristofferson y Barbra Streisand.
 
Uno disfruta viendo como en esta cuarta “A Star Is Born” salen airosos dos talentos a los que muchos esperaban ya con el hacha alzada, por aquello de ser demasiado famosos. Estamos ante uno de esos casos en que un intérprete da el paso de lanzarse a dirigir y no sólo calla todas las bocas empeñadas en negar a los integrantes de ese gremio y no digamos si son figurones; como Robert De Niro, Al Pacino, Tom Hanks, George Clooney, Angelina Jolie o Ben Affeck, la mera posibilidad de ser entes reflexivos y articulados más allá de sus mañas actorales, sino que, además, logra que su credibilidad dramática acabe saliendo reforzada. Debutar como cineasta filmando una historia que a priori podría tacharse de desfasada, dado lo mucho que han cambiado los entresijos en el actual mundo del espectáculo, conllevaba para Bradley Cooper un riesgo de fracaso considerable como ejemplo, véase la desdichada versión de 1976, y más teniendo en cuenta que a la vez asumía el personaje masculino principal y como coprotagonista tenía una mega estrella pop con poca o nula experiencia como actriz. Lo obtenido, aunque a algunos les cueste aceptarlo, forma parte de ese reducido grupo de sorpresas agradables que aún proporciona a veces el cine comercial hollywoodense de masas con un mas que solvente melodrama musical, con más entrañas que canciones, asentado sobre la obligación de resultar accesible para el más común de los mortales, pero que, rara vez ni se acerca a la vulgaridad en ninguno de sus apartados, ya sean formales o de contenido. Así que estamos ante una película que seguramente destacara en las nominaciones a los premios Globos de Oro y Oscar 2019.
 
Nace una Estrella
Bradley Cooper y Lady Gaga en “Nace una Estrella”
 
Se que exigimos demasiado a las películas, cuando el placer que nos brindan al poder observar rostros hermosos a tamaño gigante en una sala a oscuras debería bastarnos. Así llega “Nace una Estrella”, que es un romance dramático musical donde por encima de todo abundan los primeros planos de sus dos protagonistas, Bradley Cooper y Lady Gaga, mientras se desarrolla una historia de amor ya contada en muchas ocasiones anteriores; tres de ellas, con el mismo título incluso. ¿Pero qué importa esa repetición cuando el relato base engancha en cualquier circunstancia? Nada, cuando tenemos a dos personajes del todo ajenos a nuestra cotidianeidad –dos estrellas mundiales en la realidad, dos músicos talentosísimos en la ficción– experimentando algo tan mundano como enamorarse. Los primeros 30 o 40 minutos del filme son magistrales, en su registro del flechazo en tiempo real entre un cantante de música country rock en decadencia (Cooper) y una camarera con potencial para convertirse en una supernova de la canción (Gaga).
 
Porque desde que los protagonistas se conocen hasta que comparten escenario ante un público multitudinario en apenas 24 horas, la labor de Cooper debutando detrás de la cámara resulta impresionante en su dominio del espacio, el ángulo espontáneo, el acompañamiento de la emoción. Contribuye también que en el plano dramático el actor también hace el mejor trabajo de su carrera como un rockero alcohólico atormentado –el catálogo de referentes puede ser infinito–, que Lady Gaga demuestre que, si quiere, tiene por delante una prometedora carrera en Hollywood como actriz o la presencia de secundarios todo terreno siempre bien afinados como el veterano actor Sam Elliott. La canción principal como una power ballad de Bradley Cooper y Lady Gaga puede enamorarte a ti tanto como a millones de personas. Es cierto también que después de ese prometedor inicio, la narración empieza a desinflarse por los clichés y lugares comunes típicos en este tipo de tramas, con los temas de fondo como las reprimendas sobre la fama y las turbulencias de alcoholismo. Pero el hechizo ya está hecho y el sensacional montaje del editor Jay Cassidy, que termina de brillar en una escena final de libro, ayuda a tragar lo que queda con la misma facilidad con la que la rola de “Shallow” que se instala para siempre en el cerebro. Tiene sus altibajos por supuesto, pero en esos momentos de Cooper y Gaga cantando a dúo, captados con la inmediatez como lo hacia un cineasta como Jonathan Demme entregado sobre el escenario y con el chisporroteo sexual de aquel vídeo clip de Nick Cave con PJ Harvey, cuando nacen estrellas y llueven miles de cometas, podemos sentirnos testigos privilegiados de algo muy hermoso, a tamaño gigante, en una sala a oscuras.
 
Está claro que la estrella del título es sin duda Lady Gaga, pero la estrella del filme como su realizador es sin duda Bradley Cooper. Es impresionante como un hombre destrozado por traumas emocionales de toda la vida —la muerte de su madre, la adicción de su padre y el zumbido debilitante que sufre en los oídos desde que nació—, con un dolor evidente que se muestra en sus ojos, metido en la base del cuello cuando se inclina para ponerse su sombrero vaquero. Ally no está preparada para lidiar con su manera de beber y el dolor que encubre (“¿No crees que bebe demasiado?”, le pregunta su hermano Bobby, un fenomenal Sam Elliot, mientras lleva a un inconsciente Jackson a la cama. “Querido, no tienes idea”). Pero lo que está claro es que Ally es lo más esperanzador que le ha sucedido en años, y la verdadera tragedia se encuentra entre el nacimiento de esa esperanza y su lenta muerte conforme su carrera lo jala de nuevo al fondo de la botella, mientras que la de Ally la planta en los espectaculares anuncios en la ciudad de Los Ángeles, California.
 
Nace una Estrella
 
Mi 9 de calificación a esta que no es una película que se debería tomar muy a la ligera, presentando un peso muy específico a partir de una historia muy particular para quien desea lograr su éxito profesional hasta llegar a la meta. Se trata de la cuarta versión de “A Star Is Born” que llega al mundo del séptimo arte. La versión de 1954 de George Cukor, estelarizada por la actriz del Hollywood clásico Judy Garland, ofreció el mayor impacto emocional, y esta versión de 2018 comparte mucho con esa película en su fondo y le da vida a dos personalidades que no parecen una pareja obvia, como lo son Bradley Cooper y Lady Gaga. Cuando nosotros y ella conocemos a la estrella Jackson Maine (Cooper), quien todavía llena estadios pero que evidentemente ya no está en la cumbre de su carrera, está inflado, pálido, bofo y con ojos que evidencian que es un alcohólico apenas funcional.
 
En muchos sentidos fundamentales, Cooper está irreconocible como el actor que conocemos. Y nunca tanto como cuando habla por primera vez con su voz que es un par de octavas más baja de lo normal. De inmediato queda cautivado por Ally (Lady Gaga), al igual que nosotros, cuando la ve por primera vez en un bar drag interpretando “La Vie En Rose” con cabello teñido de negro y unas cejas súper arqueadas. Hasta aquí, Lady Gaga. Y es esta la cuestión central ¿puede ella, en su primera película, interpretar a una chica normal, insegura, pero en el fondo segura de su talento, y que se repite constantemente los comentarios de los tipos de la industria —“te oyes bien pero no te ves tan bien”—? ¿Puede siquiera recordar a esa chica? La respuesta es sí. Su interpretación es cautivadora y tan bien lograda, que quizá se basa en su propio ascenso. Le da una ligereza y naturalidad que está alejada de su persona pública, una mezcla exquisita de incredulidad, cinismo, esperanza y vulnerabilidad. Bajo su bravuconería y valentía se encuentran las marcas de rechazos y desilusiones previas mientras su mundo cambia radicalmente. Pero también hay momentos donde la teatralidad se impone, como cuando se la ve tan cómoda frente a una gran multitud que Ally es eliminada y ya como Lady Gaga toma su lugar, el encanto se rompe momentáneamente. Aparte de esto, las escenas en vivo son electrizantes en las interpretaciones en concierto más creíbles, auténticas y dinámicas del cine. Un gran triunfo tanto para la interpretación como para la realización.
 
Aunque Gaga y Cooper realizan casi todo el trabajo pesado, se le debe dar crédito al trabajo de edición de Jay Cassidy (“Silver Linings Playbook”, “American Hustle”). Tonalmente, hay algunos tropezones. Rez (Rafi Gavron), el mánager de Ally se siente incómodamente cercano a un villano de pantomima con todo y su acento británico moldeándola en una artista que deja de lado su integridad por los éxitos y susurrando maliciosamente en el oído de Jackson. Una presentación en el programa televisivo Saturday Night Live y una escena en los premios Grammys son intrusiones brillantes de la realidad moderna, en una película que se siente retro en sentimiento y se beneficia de su paleta visual. Pero son tropezones muy menores. “A Star Is Born” puede ser un remake y haber tenido un nacimiento complicado, pero Cooper y Lady Gaga hacen que se sienta fresca, actual y llena de alma. Una película para este año y los tiempos por venir. Y cuando suelta el golpe emocional del final, te dejará saboreando la originalidad y corazón que muestra. Con mi veredicto de que es un impresionante debut de Bradley Cooper como director, quien transforma una interpretación parteaguas en su carrera junto a una prometedora Lady Gaga. Un remake que captura el tono y espíritu de películas previas, “A Star Is Born” brilla en su camino auténtico y emocional propios. Sin que su vocación popular implique una menor sinceridad creativa e incluso personal, por parte de sus muy implicados responsables, con esta película no ha nacido una estrella de cine, sino dos con una, delante, y, otra, detrás de la cámara con lo mejor de ver un debut doble en verdad asombroso. Pero también con lo peor, ya que tiene un metraje un poco excesivo que apelmaza algo su segunda mitad, en realidad ese es su único defecto. Sin lugar a dudas, este es uno de los mejores filmes vistos durante este año 2018.
 
Reseña Nace Una Estrella
 
Lic.Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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