Amazon StudiosCineOpiniónRepública CinéfilaReseñas

Borat 2 (2020) | República Cinéfila

Borat, la polémica película del comediante inglés Sacha Baron Cohen en el año de 2006, que desde su estreno en Estados Unidos ha causado entradas millonarias y reacciones de repudio fue un largometraje dirigido por Larry Charles, guionista de algunos episodios de “Seinfeld” y director de “Curb Your Enthusiasm”, dos series de televisión que comparten la premisa del humor de Baron Cohen: un hombre se vuelve ridículo en el momento en el que los demás fingen que no se percatan del absurdo a su alrededor.
 
Borat sigue el esquema del programa de televisión que dio origen a la película a través de un hilo conductor simplón. El supuesto “reportero kazajo” cruza Estados Unidos para obtener lecciones de civilidad y progreso que beneficien a su país y de paso casarse con Pamela Anderson, de quien se enamora en una repetición de Guardianes de la bahía. A partir de entrevistas con personas que aún no se han enterado de que Borat es un personaje ficticio, Baron Cohen consigue que un vendedor de armas le aconseje sobre la mejor pistola para matar judíos, que uno de coches lo asesore sobre qué marca es un “imantacoños”, que el dueño de un rodeo le sugiera rasurarse el bigote para no ser confundido con un “maldito musulmán”, y que tres estudiantes borrachos se lamenten de que en Estados Unidos ya no exista la esclavitud.
 
En Borat, la película, congela la sangre la condescendencia con la que un grupo de personas convocadas a una cena comenta “la gran grieta cultural” que existe entre ellos y el bigotón que visita el baño de la anfitriona y regresa a la mesa con una bolsita que parece contener sus heces. Catalogada por críticos y espectadores bajo el rubro de “cringe comedy” –que puede traducirse como “comedia de pena ajena”– Borat es disfrutable desde una sensibilidad masoquista. O sádica, cuando los blancos del “reportero” son feministas furibundas a priori, que brincan de su asiento cuando les dice que en su país se considera que las mujeres tienen el cerebro más chico que el de una ardilla, o un profesor de humor que enrojece de ira cuando Borat es incapaz de entender los distintos tipos de chistes que existen. Pero quizá otra faceta de Borat es la clave del éxito de una presencia que ridiculiza a todo un país: no tanto que el periodista kazajo catalice prejuicios atroces, sino que recupera lo que la tiranía de la corrección política ha arrebatado a las relaciones humanas, lo que incluye funciones orgánicas, deseos incivilizados y cierta libertad de actuar.
 
Cuando una sociedad es capaz de negar el sexo en una tienda de lencería, pero tiene la manía de husmearlo en los lugares más improbables –una estudiante universitaria puede demandar a un tutor por acoso sexual si éste cierra la puerta del cubículo– se hace un vacío enloquecedor entre el estímulo del ambiente y el impulso de reaccionar. Incluso en su catálogo de prejuicios inaceptables, existe dentro de Borat una congruencia entre las ideas y la acción: no deja de apuntar las discrepancias entre discurso y realidad. El personaje de la película, incapaz de detectar los dobleces de la moral pública gringa, señala los cortos circuitos de un código que exige asepsia en la práctica de la animalidad.
 
Borat Subsequent Moviefilm
Courtesy of Amazon Studios
 
En tiempos de hipocresía desmedida, se necesita un bufón o un loco para atreverse a señalar la desnudez del emperador. Y es que lo haga Sacha Baron Cohen o lo haga Marcelo Tinelli, el recurso de la cámara oculta resulta siempre un procedimiento cuestionable desde lo ético. Hay gente que se ofrece a aparecer ante cámaras con un fin, que no es el mismo que persigue el que produce el evento. Y eso significa una trampa. Sin embargo, en el trabajo de Sacha Baron Cohen hay una vuelta de tuerca que, en todo caso, lo dignifica. Porque a partir de esa cámara que se inmiscuye en lo más profundo del territorio norteamericano (que no está técnicamente oculta, convengamos), hay un espacio para que personajes de lo más conservadores digan lo suyo sin mayor filtro. Lo discutible es en todo caso para qué se usan esas imágenes y ahí entramos, tal vez, en otro debate.
 
En las películas de Borat se dicen cosas tremendas desde la autoconsciencia, en el caso del comediante, y desde la más brutal de las honestidades, en el caso de todos los que se prestan a aparecer. Y “Borat Subsequent Moviefilm” es no solo otro ejemplo de la efectividad cómica del recurso, sino además una demostración de la locura progresiva en la que ha ingresado el mundo desde la primera película de Borat allá por 2006. Si bien cuando se estrenó Borat en Estados Unidos gobernaba el presidente George W. Bush y las cosas no eran del todo normales porque estábamos en la era del post 2001, en todo caso fue una gestión republicana más o menos coherente dentro de la propia lógica que manejan los republicanos. Sin embargo, a cada kilómetro que avanzaba el personaje en aquella road movie se podía intuir el entramado de locura conservadora que terminaría instalando en el poder a un personaje como Donald Trump. Los 14 años que separan a ambas películas sirven como termómetro del grado de decadencia en el que puede ingresar una sociedad, pero también de los límites de un artista que comienza a verse involucrado en un tipo de compromiso -si se quiere- proselitista, como le pasa a Sacha Baron Cohen aquí. Es decir, mientras la primer película del año 2006 era un registro de Norteamérica pero también uno de tema universal, que nos interpelaba a través de la risa sobre los resabios intolerantes que residen en todos nosotros y que además nos sorprendía como un puñetazo; el actor en ese tiempo no era demasiado conocido, esa universalidad se borronea un poco en la secuela, pero logra otras metas.                                                                      
 
Borat
 
Mi 9 de calificación a “Borat Subsequent Moviefilm” que es una película mucho más urgente y preocupada en el aquí y ahora. Y eso la vuelve perecedera a su pesar con esta estupenda continuación porque se burla y a la vez critica los prejuicios de la sociedad norteamericana, hoy más arraigados que nunca. Ahora bien, “Borat Subsequent Moviefilm” parece estar construida en dos partes, donde una de ellas podría no estar sin dañar el conjunto. Nos referimos especialmente a los momentos con Mike Pence en la convención republicana o el tan comentado (e incómodo) momento con Rudolph Giuliani, dos secuencias de alto impacto pero que en el fondo no son más que pirotecnia electoralista (si nos atenemos a algunas denuncias contra Joe Biden, Borat podría haber hecho lo mismo en un encuentro demócrata, pero no…).
 
Si por algo va a ser recordada Borat 2 es, entre otras cosas, por habernos descubierto a Maria Bakalova, la actriz detrás de Tutar, la peculiar hija del protagonista al que da vida Sacha Baron Cohen. A sus 24 años de edad, la actriz búlgara es la protagonista indiscutible de la secuela de Borat, de cuya existencia nos enteramos cuando ya estaba a punto de estrenarse en la plataforma en servicio de streaming Amazon Prime Video. Recordemos que, como ocurría en el filme original de 2006, gran parte del metraje de Borat 2 está formado por escenas de cámara oculta en las que Baron Cohen y ahora Bakalova ponen en aprietos a las personas con las que se van topando. En este caso, uno de ellos ha sido Rudy Giuliani, ex alcalde de Nueva York y uno de los principales partidarios de Donald Trump
 
El político republicano de 76 años se ha visto involucrado en una escena muy comprometida del filme, en la que, tras una entrevista falsa, sube con Tutar a una habitación de hotel a tomarse una copa. En la estancia, que tiene una cámara oculta, Giuliani se tumba en la cama frente a la actriz y se mete las manos dentro de los pantalones. Justo entonces irrumpe Borat gritando: “Tiene 15 años, es demasiado vieja para ti”. Giuliani termina llamando a la policía. El inconveniente de Borat Subsequent Moviefilm es que ambas secuencias terminen invisibilizando los logros reales de la película, que están en aquellas otras secuencias menos brutales y más sutiles en cuanto al procedimiento cinematográfico. El encuentro con una sobreviviente del Holocausto con la que Borat celebra que eso haya sucedido realmente; el encuentro con dos republicanos extremistas que avalan todas las teorías conspirativas que andan por ahí; una canción absolutamente nazi que es celebrada en un encuentro contra las medidas de aislamiento por la pandemia; la represión contra el sexo de las organizaciones conservadoras; la actividad de entidades que reproducen usos y costumbres de siglos pasados.
 
Es en esos pasajes, y a partir de la intervención del propio Borat en esos espacios, donde Sacha Baron demuestra su talento, su forma de interpretar las diversas capas del lenguaje y el discurso sin dejar de ser hilarante, a lo que hay que sumarle el hallazgo de la bestial Maria Bakalova como la hija del periodista. Pero más allá de los segmentos documentales del filme del cineasta Jason Woliner, “Borat Subsequent Moviefilm” también funciona notablemente en su prólogo y epílogo -digamos los momentos de comedia más convencionales- donde el humor salvaje se da la mano con las invenciones más increíbles, incluyendo un giro final que es toda una maravilla. Es decir, cuando “Borat Subsequent Moviefilm” se olvida de ser una herramienta de campaña y se permite ser libre es toda una comedia salvaje sobre un mundo que está loco, loco, loco. Sacha Baron Cohen va en serio, como no podía ser de otra manera. Pese a la evidente sorna con la que “Borat: Subsequent Moviefilm” ha sido rodada, el cómico ha reconocido en una entrevista con The New York Times las evidentes diferencias entre este rodaje y el de la película original, “Borat” (Larry Charles, 2006).
 
Hay que recordar que tras convertirse en una irreverente estrella en Reino Unido gracias a “Da Ali G Show” (2000), y volverse internacional con la película “Ali G anda suelto” (Mark Mylod, 2002), demostró que podía convertirse en nuevos personajes capaces de engañar al personal con la irresistible “Borat” y la intensa -aunque menos redonda- “Brüno” (Larry Charles, 2009). La brillante serie televisiva de Showtime, “Who Is America?” (2018), demostró que aún le quedaban estamentos a los que poner en evidencia mientras se adelantaba un par de años a la destrucción del país más poderoso del mundo. En 2006, se necesitaba que un personaje como Borat que fuera misógino, racista y antisemita para que la gente revelara sus prejuicios internos. Ahora, esos prejuicios internos son evidentes, los racistas están orgullosos de ser racistas con el objetivo aquí que no era exponer el racismo y el antisemitismo, sino el de hacer reír a la gente, revelando la peligrosa tendencia hacia el autoritarismo de una potencia como lo es Estados Unidos y esta comedia en su tardía muy buena segunda parte, logra en el fondo tocar todos esos polémicos temas.
 
Borat
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

Un comentario en «Borat 2 (2020) | República Cinéfila»

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

SiteLock
LATEST NEWS