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Soul (2020) | República Cinéfila

Soul, estupenda cinta animada con la presencia del realizador Pete Docter en la dirección, con la llamativa construcción de un mundo paralelo a lo terrenal que tiene vínculo con las emociones de los personajes y el diseño de ese universo tejen lazos ineludibles entre Soul e Intensa-Mente (2015), esa película problemática de Pixar.
 
Aquel filme, que indagaba en el subconsciente de una adolescente, resultó un éxito impensado, celebrado incluso por un público que suele minimizar el cine animado. Es lógico, el camino de Intensa-Mente comenzó con una ovación en el Festival de Cannes y eso le dio una suerte de credencial de obra mayor. No lo era, pero a través de ciertas analogías efectistas y su especulación pseudo-científica sobre las emociones disimulaba su pereza narrativa y visual, su subrayado y didactismo exacerbado, y se congraciaba con quienes buscan algo elevado y, claro que sí, un aforismo para pegar en la puerta de la heladera. Intensa-Mente estaba más cercana al universo diseñado al exceso de Christopher Nolan que de la emoción genuina pregonada históricamente por Pixar. Y su éxito abrió una brecha dentro de la compañía, una puerta peligrosa hacia la búsqueda de la trascendencia fofa. Hay que reconocer que los lazos que mencionábamos al comienzo de este texto son algo más que eso. El que hay es un lazo estético y temático, obvio, pero hay también una cuerda que vuelve a tocar Docter en función de llevar, innecesariamente, el universo Pixar a un terreno más pretencioso.
 
Sin embargo hay que reconocer que Soul, a diferencia de Intensa-Mente, tiene méritos más allá de su cháchara trascendentalista sobre la vida. En la trama de la película Joe, es un músico en aparente desgracia profesional vive la dificultad de realizar el sueño de convertirse en músico de jazz. Algunas luces iluminan su camino, como la estudiante talentosa en la banda escolar. Pero las sombras le impiden ver el resto del panorama. Es a partir de su propia muerte que Joe (estupendo trabajo de Jamie Foxx) se dará cuenta de las grietas que ha abierto en su vida. Lo hace al encontrarse cuánticamente con un alma que al contrario de él no quiere experimentar la vida material y prefiere mantenerse en estado incorpóreo (¿no nacer para no morir?).
 
 
Ella carente de nombre (y no) es 22, un alma vieja renuente a experimentar la vida dentro de un cuerpo. Joe persigue la vida en búsqueda de la realización del sueño que, paradójicamente terminaría con ella: convertirse en músico de jazz. 22 escapa de la vida desacreditando tercamente lo material, lo corpóreo, lo bestial de estar carnalmente vivo. Joe es a veces el Yo y 22 juega el contrapeso del Super Yo. Joe es a veces quien elabora el plan de regreso a su cuerpo y 22 se convierte en el espíritu a adiestrar. Joe huye de la muerte, 22 huye de la vida… Y viceversa.
 
En el hueco que esta relación enmarca aparecen las preguntas que son al mismo tiempo la solución de sus dudas existenciales: ¿la vida comienza al lograr ese único sueño o termina ahí? ¿Los placeres son menores o los hemos hecho menores al verlos en un esquema de metas únicas? ¿Cuántos matices de experiencia se pierden al buscar UN objetivo vital? ¿Es mejor la no-vida sin cuerpo que la vida dentro de uno? ¿Es egoísta quien niega la experiencia mortal o quien siendo mortal busca una sola meta? un docente de jazz a desgano está a punto de conseguir trabajo en la banda de su cantante favorita. Tan emocionado está, que no observa un hueco en la calle y termina cayendo y quedando en coma. Y mientras esto sucede, su espíritu viaja a una tierra donde se cruzan las almas a punto de morir y las que están a punto de nacer.
 

Es sí uno de esos espacios metafóricos con los que el cine se suele empantanar en explicaciones innecesarias y que presentan funcionamientos que, algunos autores, suponen que deben ser explicados. Docter es de esos. Como en Intensa-Mente, hay una mirada burocrática que piensa esos sistemas como espacios laborales, pero a diferencia, la relación de lo que sucede entre ambos mundos no es tan directa. O en todo caso no hay una relación de causa-efecto que vuelva todo evidente y rutinario. Una vez que Soul explicó lo suyo, juntó a los protagonistas y los soltó a la aventura, es cuando comienza a fluir narrativamente porque devuelve lo mejor de Pixar: el humor, el uso del slapstick, la sensibilidad y la capacidad para trabajar la emoción desde la gestualidad. Soul retoma algunos tópicos habituales de la compañía fílmica de animacion Pixar como son la vocación, las pasiones, la construcción de un destino personal. Claro que su pecado es no poder hacerlo del todo a través de la acción y la aventura algo que Docter supo hacer en las cintas de Monsters Inc. o en Up!, por ejemplo y cae en ocasiones en lo discursivo, como la frase que cierra la película. Ahora bien, Soul tiene una gran virtud, que es la de saber construir los espacios que habita el protagonista, quien en su viaje por la ciudad de una Nueva York resplandeciente y hasta hermosa, pero también algo melancólica termina justificando la epifanía final: una ciudad, sus rincones y su geografía, como cobijo identitario; su gente, con su pesares y alegrías, como nexo emocional donde reflejarse. Es ahí donde la película consigue una poética visual sólida, y no tanto en el más experimental mundo espiritual, donde algunas búsquedas lucen algo apuradas y sin demasiado desarrollo, pragmáticas y funcionales, como ese villano que no termina de definirse del todo.

 
 

Mi 9 de calificación a esta estupenda cinta animada que es finalmente una aventura urbana, que se esconde bastante en la promoción de la película en pos de explotar el costado más surrealista de su animación, la que emociona y hace vibrar a Soul. Porque el vibrar como algunas de sus notas musicales en su sólida banda sonora, como algunas imágenes poderosas de la ciudad y como el vínculo de esos dos personajes destinados a ser fundamentales uno en el otro y con el otro en la dualidad es otro de los valores de Pixar.

 
Es sí una película imperfecta, fallida en la relación algo forzada de dos universos, pero mucho más libre y menos atada a las explicaciones psicologistas de su propio sistema narrativo. Docter entiende en determinado momento, como su protagonista Joe, que debe soltar y dejar ser. Y ahí está finalmente la moraleja hecha acción de una película extraña, algo enrevesada, pero definitivamente querible. Y es que resulta simbólico que dos películas surgidas de los estudios Pixar se hayan convertido en las puertas de un año convulso y cruel. Cuando en febrero del pasado año 2020 la pandemia global de coronavirus atacaba con furia a Europa central el Festival Internacional de Cine de Berlín abría su edición 70 con la proyección del filme Onward, un amable recordatorio de lo valioso de nuestras diferencias. Hoy, con las primeras dosis de la vacuna que ayudará a restar violencia a la misma pandemia Pixar entrega Soul que en medio del llamado a revalorar matices en todos los aspectos de nuestras vidas (que amenazan con volver a activarse como si nada hubiese ocurrido) es tanto un bálsamo en medio de polarizaciones que se creían superadas como un botón de reinicio para lo que se puede o se podrá hacer una vez que las puertas de nuestras casas vuelvan a abrirse.
 

No es un discurso empapado en optimismo y frases de autoayuda. Eso habría sido un camino muy fácil de recorrer y quien vea eso en Soul se quedará en una superficie que la película quiere que abandonemos. Se trata de una comedia existencialista que entrega muchos más espacios desapegados de religiones, corrientes psicológicas, ideales y metas de vida (hoy tan fuera de lugar) para dejar que su atmósfera se manifieste a través de nuestras propias experiencias. Esta es una comedia existencialista. En el cuerpo de Soul caben tanto las punzantes comedias de Woody Allen como las descabelladas ideas del Monty Python más rabioso o las de los momentos más naif del Godard de Bande á part (Francia, 1964). Están también los ingredientes exitosos del micro universo Pixar: la personalidad dividida de Ratatouille (EUA, 2007), la lucha del encuentro personal “a pesar” de la familia de Coco (EUA, 2017), la exploración introspectiva de Intensa-Mente (EUA, 2015), el descubrimiento del futuro a partir del punto cero de WALL-E (EUA, 2008).
 
Pero nada sobra. Los ingredientes se dejan ver pero no son obvios. Soul no busca aleccionar con las respuestas. Su aproximación a estas dudas es casi circunstancial en la anécdota pero está presente de manera muy clara en su discurso fruto además de un manejo sencillo y brillante del lenguaje audiovisual. Ideas y miedos sobre la muerte, la transformación, la obsesión, el egoísmo, la responsabilidad; el esquema en que se nos ha hecho vivir, de metas únicas, de ultra especialización; la aniquilación de los matices; la idea impuesta de que la felicidad es algo, de que la muerte es algo, de que las cosas empiezan y terminan (la negación de la transformación) están presentes en las conversaciones cómicas de estos dos seres unidos más por sus dudas que por sus certezas. Soul es un llamado a la improvisación (¿la del jazz?) después de una era en la que todos creemos tener un objetivo único en la vida. Y logra exponerlo a través de una anécdota sencilla, elemental, que incluye puntos oscuros y de comedia inteligente, elementos inteligentes de conceptualización como las líneas y las texturas de ese limbo cuántico en el que se conocen Joe y 22, tan vacío como acogedor. 
 
Soul es el estreno que cierra un año muy duro, difícil, de limbos antes que de paisajes. Verla así puede entregarnos dudas mucho más valiosas que las certezas que se nos quieren imponer desde afuera… O desde arriba… O desde abajo… Desde siempre. Ello se debe a la idea central del discurso del cineasta Pete Docter con Mike Jones y Kemp Powers, autores del guion: olvidemos las metas absolutas, abandonemos la búsqueda de un objetivo vital. Esta es una gran película animada estadounidense con sus buenas dosis de aventura, drama y comedia muy bien dirigida por Docter y producida por Pixar Animation Studios, de lo mejor en animación del año pasado.
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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