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Amor y Monstruos | República Cinéfila

Con un más que buen guion de Brian Duffield y Matthew Robinson la textura de esta película de Michael Matthews se parece bastante a la de tantas películas basadas en sagas literarias para adolescentes que se han hecho en los últimos años encima el protagonismo del joven actor norteamericano Dylan O’Brien, de Maze Runner, provoca la relación inmediata.
 
Pero acá no hay que rendirle pleitesía a ningún público cautivo, más bien la libertad para proponer un viaje junto al protagonista por un mundo imprevisible y hacer paradas en destinos que pueden provocar una enorme melancolía, como toda esa secuencia en la que Joel comparte un diálogo existencialista y sensible con un robot que le hace compañía mientras duren los pocos minutos de batería que le quedan. Si pensamos en descartarla de entrada, Amor y monstruos nos convence velozmente: hay aquí otra cosa, un relato de aventuras sumamente atractivo, una historia que piensa en los personajes antes que en la tecnocracia del CGI y que construye pequeñas y buenas secuencias de suspenso y acción. En la sinopsis oficial de la trama, han pasado 7 años desde que una horda de monstruos arrasó el mundo. Joel ha vivido estos años escondido en el subsuelo, pero, cuando consigue contactar por radio con su novia de la escuela, decide arriesgarlo todo y viajar 150 km. para verla. Porque ese evento que ha sido traumático para Joel que ha visto morir a sus padres por el ataque de un bicho enorme y ahora vive recluido en un bunker junto a un grupo humano que lo ha relegado a ser el cocinero, el que nunca sale de caza o a defender la guarida.
 
Amor y Monstruos
 
El actor estadounidense Dylan O’Brien, de la saga Maze Runner: El Corredor del Laberinto, deberá volver a correr para salvar su vida en un mundo postapocalíptico habitado por bestias gigantes en Love and Monsters, con el amor en una Tierra plagada de monstruos gigantes ha conseguido colarse entre los contenidos más vistos de Netflix en todo el mundo. Porque es el último bombazo estrenado en la plataforma, que se ha situado entre sus contenidos más vistos en todo el mundo. El mundo post apocalíptico y monstruoso en el que se ven inmersos Joel (Dylan O’Brien) y su amigo canino Boy ha conseguido enamorar al público, que se pregunta si su historia podría tener una continuación. Insectos gigantes, anfibios horripilantes o robots parlanchines, el filme muestra el viaje que Joel emprende desde el búnker en el que se oculta con su colonia, hasta el lugar donde sobrevive su amada Aimee (Jessica Henwick) en este horrible nuevo orden mundial. Por el camino se encuentra con su amigo perruno y con un par de personas que le enseñan a sobrevivir en la superficie, tras siete años encerrado y ajeno al exterior. Después de toda su peligrosa travesía y tras el plantón de Aimee, el protagonista decide regresar a su hogar, donde su colonia necesita su ayuda. Esta cinta estuvo nominada al premio Oscar 2021 a mejores efectos visuales.     
 

 
Mi 8 de calificación a esta cinta que desde el año pasado por la pandemia global de covid se vio de manera limitada en algunos cines y ya esta disponible en la plataforma de Netflix. Es que el mundo se defendió de un ataque provocando una tragedia mayor, y ahora los insectos se han convertido en bestias gigantescas que amenazan con exterminar a la población. Su deseo, ante la imposibilidad de que le acepten su rol de hombre de acción, es salir de ahí rumbo a otro bunker, donde vive su gran amor a quien no ve desde que comenzó todo esto, hace unos siete años. Si vamos a morir, piensa Joel, hagámoslo heroicamente en búsqueda de aquello que deseamos. Amor y monstruos es todo lo concreta que su título presenta: el amor es lo que motoriza el viaje del protagonista y los monstruos son quienes se interponen ante su objetivo. Y tiene la inteligencia para trabajar las emociones sin caer en excesos, aun cuando pone en primer plano a un personaje absolutamente enamoradizo. La esperanza en Amor y monstruos alcanza varios niveles.
 
Primero, la esperanza del protagonista, su optimismo medido de poder alcanzar un objetivo. Pero también la esperanza de saber que este tipo de relatos, que han sido profanados por una repetición de sagas sin sentido, todavía tiene novedades y sorpresas para dar. O, tal vez, la sorpresa sea encontrarse con un director capaz de darle un aire renovado a imágenes que están ahí y que solo necesitan alguien que las trate con cariño (hacer que una escena musicalizada con Stand by me no luzca grasa a esta altura es todo un logro). La otra esperanza funciona por contexto en una película filmada sin tener en cuenta todo lo que iba a pasar en el planeta. Y es la idea de una película que habla de salir del agujero y arriesgarse ahí, en la vida, mientras afuera, en lo real, el mundo que habitamos los espectadores está tan raro.
 
Y es que el fortalecimiento de su nueva valentía y su espíritu esperanzador lanzado a través de la radio a todas las colonias, hacen que todos vean la posibilidad de una forma diferente de vivir. De esta manera, el filme deja abierta numerosas tramas: la vida en el refugio en el norte de Clyde (Michael Rooker) y Minnow (Ariana Greenblatt); el beso entre Joel y Aimee, pese al rechazo de esta; y la salida de todos los supervivientes a la superficie. Un argumento que su director Michael Matthews podría haber dejado abierto para continuar este conmovedor y divertido relato, a medio camino entre las cintas Zombieland (2009) y Mad Max (1979). Por el momento, la posibilidad de una secuela todavía no está entre los planes de Matthews, pese a que este se ha mostrado más que dispuesto. La película ha supuesto también una nueva aparición de O’Brien, conocido por sus papeles en Maze Runner: El Corredor del Laberinto y Teen Wolf, quien además sufrió un fatal accidente en el set de El Corredor…, el cual casi le cuesta la vida. Ahora, Paramount Pictures distribuidora original y la plataforma de Netflix tienen la pelota en su tejado. ¿Volveremos a ver a O’Brien como Joel? Habrá que esperar a una secuela.
 
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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