Bárbaro | República Cinéfila
Bárbaro es una película que desde el punto de vista del lado visual funciona mucho mejor cuando trabaja la inquietud desde indicios puntuales y sustentados en sus herramientas formales, que cuando hace explícita su construcción ideológica. Como cinefilo siempre me he preguntado qué hace que una película de horror y terror funcione, en primer lugar de la respuesta, está la imprevisibilidad.
El factor sorpresa es definitivo para crear una atmósfera de desequilibrio e inseguridad, donde cualquier cosa pueda pasar. En segundo lugar, una película de terror debe tener personajes que nos preocupen y con los cuales nos sintamos identificados, ya que la empatía es la clave para involucrarnos emocionalmente con la historia. En tercer lugar, una buena cinta de terror debe tener subtexto, es decir, una crítica sociopolítica que haga pensar al espectador y lo lleve más allá del efectismo. Pero, en esencia, una buena película de terror debe asustarnos. Y mucho. Al igual que X, El teléfono negro y ¡Nop!, Bárbaro cumple con todas estas características. Su título hace referencia al invasor, a un sujeto que trae consigo tiranía, violencia, caos y desorden a un mundo supuestamente democrático, amable, estructurado y racional.
El significado del título es lo máximo que se puede revelar de la trama, ya que contar lo más mínimo de esta película, estropearía su experiencia. Así de imprevisible es. Bárbaro tiene tres personajes carismáticos que despiertan nuestro interés. Ellos son Tess (una estupenda Georgina Campbell), Keith (un perturbador Bill Skarsgård de It) y AJ (Justin Long interpretando a un sujeto caído en desagracia). Al igual que Jordan Peele, el nuevo maestro del género, Zach Cregger es un actor que viene del mundo de la comedia para la televisión (The Whitest Kids U’ Know) y quien ahora se reinventa como director y guionista de terror, tomando prestados elementos de los clásicos del género como lo son Psicosis y Masacre en Texas. Emular a los maestros del género como Alfred Hitchcock y Tobe Hooper puede llegar a ser estimulante y altamente efectivo, siempre y cuando el homenaje se haga con amor y cuidado, intentando encontrar una voz propia en el camino.
Bárbaro es una cinta que también sigue al pie de la letra la lección impartida por el maestro George A. Romero: Una película de terror debe decirnos algo además de asustarnos. La cinta de Cregger nos habla sobre la desconfianza, la decadencia y sobre los esqueletos que todos guardamos en el armario. Pero también llega a ser un comentario feminista sobre el profundo temor que, a lo largo del tiempo han tenido y tienen las mujeres ante la amenaza masculina. No por nada en muchas de las películas de terror existe un personaje conocido como la Final girl, la mujer que sola debe enfrentarse a un monstruo del sexo opuesto que la ve como presa y víctima. Y lo más importante para muchos es saber de Bárbaro es una experiencia tremendamente escalofriante y aterradora. Si usted es de los que nunca ha utilizado los servicios de un Airbnb, luego de ver esta cinta, probablemente no lo haga jamás. ¡Ups! Ya se ha dicho demasiado. Lo mejor es no revelar nada más e invitar al espectador a un viaje delirante y por momentos absurdo, pero que le pondrá los pelos de punta. Es una experiencia impredecible y escalofriante de la que es mejor no revelar nada.
Mi 8.5 de calificación a esta muy buena cinta, porque hay actualmente una corriente del cine de terror cuyos realizadores parecieran buscar que sus películas sean “más que una de terror” y que sean obras, desde lo formal y temático, que sean evocaciones de algo mucho más profundo que simplemente el miedo, el temor o la angustia. Es un cine que muchas veces parece dirigirse a un público que siente un poco de culpa por ver un género al que suele considerar menor, un “terror para los que no les gusta el terror” y del cual podría decirse que forman parte cineastas como Jordan Peele, Ari Aster, Robert Eggers y Alex Garland.
Ha dado, es innegable, algunas películas potentes e interesantes, aún en sus defectos, como El legado del diablo (2018) y ¡Huye! (2017), pero también sigue una agenda que en muchas ocasiones pone los mensajes por delante de la historia, el gesto sociológico antes que los personajes y que hasta subestima su propia materialidad. A esta nueva senda se suma Zach Cregger con Bárbaro, una película que trabaja con una premisa mínima a la que le va agregando vueltas de tuerca y capas de sentido, en el sentido tanto positivo como negativo. El relato se centra en una joven (Georgina Campbell) que viaja a Detroit para una entrevista de trabajo y que alquila una casa a través de Airbnb, pero que cuando llega, en una noche lluviosa, descubre que ya está ocupada por otro joven (Bill Skarsgård), quien le sugiere quedarse, ya que no hay otras alternativas de alojamiento.
Pero en el sótano de esa casa, que parece común y corriente -aunque está ubicada en un barrio que es tierra arrasada-, la protagonista descubre una puerta secreta que conduce a un tétrico pasadizo, que aloja un secreto bastante horripilante. El filme se toma su tiempo para desencadenar por completo su conflicto, incluso subvirtiendo expectativas a partir de cómo posterga el estallido pleno del horror. Eso no le impide generar tensión, sino que incluso favorece ese objetivo: Cregger maneja muy bien las posibilidades expresivas de los espacios vacíos -que incluyen el paisaje decadente y derruido que rodea la casa-, la profundidad de campo y los sonidos, que encima se potencian gracias a una banda sonora que logra grandes momentos de inquietud.
Asimismo, la premisa inicial da paso a giros temporales que le dan a la narración un sesgo mucho más ambicioso, a partir de cómo indaga en conceptos vinculados a las masculinidades tóxicas, con la introducción de un personaje interpretado por Justin Long que es clave. Es probablemente este último aspecto el más problemático, porque coloca al film en una posición mensajística y queriendo prenderse a la ola woke, que no suele preferir las construcciones narrativas sutiles. En el último tercio del metraje, todo lo que estaba implícito o apenas insinuado pasa a quedar completamente explícito, lo cual no solo incluye la mirada sobre el machismo, sino también sobre esa parte de la sociedad estadounidense que se ha caído del tejido social, las maternidades retorcidas y la indiferencia ante la violencia. Ahí es donde Bárbaro se vuelve demasiado obvia y hasta innecesariamente canchera en su visión sobre el horror, con vueltas de tuerca que dejan en claro que a Cregger le importa más el contenido ideológico -y, por ende, en apuntar a un público con una formación supuestamente “progresista”- que los personajes. En ese afán por ser algo más que “una de terror”, en mostrarse “distinta”, es que termina cambiando una serie de lugares comunes por otros y que pierde la oportunidad de ser esa gran película de horror que amagaba con ser en su primera mitad, pero aun si es bastante cumplidora con los clichés y lugares comunes en el popular genero del cine de horror, misterio, suspenso y terror. P.D.: eviten ver el tráiler oficial y por favor, no le revelen nada a los que no la hayan visto todavía.
Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.