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Shazam: La furia de los dioses | República Cinéfila

Si la cinta de ¡Shazam! en 2019 se planteaba, con relativo éxito, como una pequeña comedia de aventuras adolescente en una línea ochentosa y contemporánea a la vez, su secuela no pretende innovar en demasía.

Ese gesto, donde la repetición convive con la profundización y expansión, le termina jugando a favor y la coloca en un lugar distintivo dentro del universo de DC, que está a punto de entrar en otra etapa de reformulación. ¡Shazam!: la furia de los dioses es honesta y consistente con su predecesora y consigo misma, incluso en sus defectos. Hoy que decir que, en su vocación por consolidar un tono juvenil y despreocupado, el filme del director David F. Sandberg (nuevamente a cargo de la dirección) va de menor a mayor.

El relato parte desde un momento de crisis para Billy Batson/Shazam: le cuesta erigirse como líder de su grupo de héroes (que a su vez es cuestionado por los habitantes de la ciudad donde viven), no consigue consolidar su propia identidad dentro de su familia adoptiva y su autoestima está en baja. Para colmo, la entrada a la adultez se aproxima rápidamente e indudablemente no se siente preparado para eso.

En ese contexto, irrumpen las Hijas de Atlas, un trío de antiguas diosas que arriban a la Tierra buscando la magia que les fue robada hace un largo tiempo. A partir de ahí, se desatará una batalla por los poderes de los protagonistas, pero también por sus vidas y hasta por la supervivencia del planeta. A la película le cuesta plantear su conflicto central, en buena medida porque la abundancia de personajes lleva a un despliegue de subtramas a las que les lleva un tiempo amoldarse entre sí.

Pero pasado el primer tercio, se hace cargo de lo que debe contar y avanza sin culpa ni solemnidad, priorizando un sentido donde lo lúdico y la comicidad van de la mano. De hecho, la cantidad de idas y vueltas que hay con el argumento solo podrían sostenerse desde una apuesta constante al disparate, y la puesta en escena de Sandberg se muestra plenamente consciente de ello, aunque sin caer en una canchereada cínica.

Y eso sucede porque el relato transmite un cariño innegable por los distintos personajes, que son cabalmente el centro de todo lo que vemos: por más que haya referencias a otras figuras de DC, lo que importa es lo que les pasa a Billy y sus amigos, a esa pequeña familia ensamblada desde la amistad y un heroísmo casi involuntario, pero aún así sincero.

Ese acto de aferrarse a sus jóvenes protagonistas, a sus amoríos, dudas, deseos, dramas y gestos heroicos, conducen a que, al momento de arribar a las resoluciones, ¡Shazam!: la furia de los dioses alcance un cierto nivel épico y hasta conmueva un poco. Sin ser una maravilla, a pesar de sus baches y arbitrariedades narrativas, esta secuela mejora a su predecesora y redondea apropiadamente el recorrido de aprendizaje de sus personajes principales e incorpora a otros relativamente atractivos.

Es difícil que, con los nuevos planes de DC Studios, la saga de Shazam siga adelante, como bien lo indica esta nota, pero quizás eso no deje de ser una buena noticia: al fin y al cabo, Billy Batson y sus compañeros de aventuras alcanzaron la madurez justo a tiempo.

Explicar por qué ¡Shazam! resultó una sorpresa tan bienvenida en 2019 justificará digresiones en futuras historias del cine de superhéroes. Habrá que explicar, por ejemplo, lo marciana que resultaba aquella película tan alegre y disparatada en el seno de una DC sumida en la oscuridad snyderista, o cómo la interpretación de Zachary Levi parecía carne de Oscar en comparación con algunas otras que poblaban aquel universo. Cuatro años, una pandemia, un fracaso monumental (el de Black Adam) y un inminente reboot masivo separan a La furia de los dioses de una predecesora que ya parece historia antigua.

Y, por desgracia, esa brecha se hace notar. No solo porque la chavalada (con Asher Angel y Jack Dylan Grazer al frente) se coma ya el pan con corteza, sino también porque los intentos de hacer que la historia crezca al mismo ritmo que sus protagonistas no termina de salir bien. Si el primer filme de la saga era la historia de un niño que asumía a trompicones unos cambios que no acababa de entender, este filme se centra en la cuestión de cómo vivir con dichos cambios. Esto deja a La furia de los dioses en una incómoda tierra de nadie, limitada en un extremo por la chifladura entrañable de la primera parte (incluyendo una estilográfica sabelotodo que no desentonaría en Hogwarts), y en otro por los presuntos requisitos de un género que exige épica a cascoporro.

De esta manera, la cinta resulta una amalgama de ideas que no acaban de despuntar. A uno le apetecería tanto saber más sobre esa gruta mágica que el héroe y sus hermanos han convertido en leonera (el olor a tigre no traspasa la pantalla, pero nos lo imaginamos), y también le gustaría que el enfrentamiento con las villanas (con Lucy Liu y Helen Mirren como cabezas visibles, más esa Rachel Zegler cuyo rol ya no es spoiler) tuviese algo más de sustancia.

Pero el metraje da para lo que da, los torbellinos en los despachos del estudio son los que son y las ganas de dejar contentos a todos los sectores del público resultan un corsé del que David F. Sandberg y sus guionistas no saben zafarse.

A lo esto hay que sumar cierto product placement bochornoso y algunas concesiones a la siempre odiosa continuidad: un cameo que sirve de parche argumental, y una escena postcréditos que a estas alturas, mueve más al ‘facepalm’ que a la expectación.

De esta manera, aciertos como la crisis existencial que aqueja al personaje de Levi y Angel, o las tramas protagonizadas por Grazer y su álter ego Adam Brody (una historia de amor teen y otra de descubrimiento e iniciación compartida con Djimon Hounsou) se quedan en meros embriones.

Tanto como esas referencias a la mitología clásica que podrían haber dado mucho más de sí. Rutinaria en su apartado visual, y con una puesta en escena resultona, pero poco más, ¡Shazam! La furia de los dioses acaba quedándose en un producto destinado a rellenar el calendario de estrenos y estirar los beneficios de un lanzamiento anterior. Si su predecesora quedará como una bienvenida excepción, es demasiado probable que aquí estemos hablando de una nota a pie de página.

Shazam: La furia de los dioses

Mi 8 de calificacion a esta cinta de ¡Shazam! La furia de los dioses, porque antes que el DCU reorganice, tenemos una secuela muy entretenida protagonizada por un grupo de niños superhéroes con cuerpos de adultos.

El universo cinematográfico de DC se encuentra en crisis. Peter Safran y James Gunn, el director responsable del éxito de Guardianes de la galaxia para Marvel y la persona detrás de la estupenda secuela de El escuadrón suicida y de la hilarante serie Peacemaker, son ahora los equivalentes del Monitor y Anti-Monitor en lo referente al futuro de los superhéroes de DC en el cine y la televisión.

En sus papeles como nuevos jefes de los estudios DC para Warner Discovery, Safran y Gunn anunciaron una reestructuración casi total del DCU. Al parecer, tendremos una nueva saga de Superman (adiós a Henry Cavill), una nueva saga de Batman (con un nuevo actor), una nueva saga de La Mujer Maravilla (todavía no sabemos si Gal Gadot continuará con el papel) y el futuro de Jason Momoa como Aquaman se encuentra en entredicho. La dupla asumió su nuevo cargo en medio del caos, ya que quedan algunos cabos sueltos por atar.

La primera película de Flash en solitario (con un malogrado Ezra Miller), una cinta sobre el superhéroe latino Blue Beetle (¿será sepultada como Batichica?) y una secuela de Aquaman (los rumores dicen que no está para nada bien) están próximas a estrenarse.

Por lo anterior, se pone en duda si estas cintas se integrarán al universo cinematográfico “postcrisis” o si, por el contrario, se presentarán en las salas de cine como si se tratara de una especie de testamento a una larga saga que se inició con la película Hombre de acero de Zack Snyder en el 2013. Quienes esperan con ansias la secuela de Joker con Joaquin Phoenix y Lady Gaga y la segunda parte de The Batman con Robert Pattinson, no deben preocuparse, ya que cada una de ellas pertenece a multiversos diferentes (¡!).

Esto nos lleva otra cinta problemática, y esa es la secuela de ¡Shazam!, una de las mejores y más modestas películas del fallido universo extendido e interconectado de DC. Por fortuna, el director David F. Sanberg y el elenco original regresan para esta cinta y el resultado, aunque termina siendo inferior al de su predecesora, no llega a ser decepcionante como la inexplicable película sobre Black Adam, el principal enemigo de Shazam en los cómics.

Al parecer, por una cuestión de ego por parte del actor Dwayne Johnson (¡La Roca nunca será un personaje secundario!), Black Adam terminó separado de las cintas de Sandberg. De todas maneras, Gunn y Safran anunciaron que “La Roca” ya no hará parte del nuevo DCU y por eso nunca veremos a Shazam y a Adam enfrentados (olvídense también del enfrentamiento con Superman que se prometía en la escena postcréditos). La primera entrega, estrenada hace cuatro años, nos mostraba a un niño llamado Billy Batson (Asher Angel), quien al exclamar la palabra ¡Shazam!, terminaba convirtiéndose en superhéroe (un estupendo Zachary Levi), gracias a los poderes otorgados por un misterioso hechicero (Djimon Hounsou).

En la cinta, todo se llevó a cabo más o menos de acuerdo con lo planteado en los cómics publicados por la editorial Fawcett desde 1940 (esta empresa sería absorbida por DC Comics en 1972). Batson decide compartir su inmenso poder con sus amigos. Eso lleva a que los adolescentes Freddy Freeman (Jack Dylan Glazer), Mary Bromfield (Grace Caroline Currey), Darla Dudley (Faithe Herman), Eugene Choi (Ian Chen) y Pedro Peña (Jovan Armand), se conviertan en la familia ¡Shazam! (Adam Brody, Michelle Borth, Meagan Goode, Ross Butler y D.J. Cotrona interpretan a las correspondientes contrapartes adultas).

La “familia Marvel” (como se llamaba originalmente, hasta que un conflicto de derechos con Marvel Comics acabó con el nombre), es un poco más extensa que la original (Billy, Mary, Freddy y los poco conocidos tenientes Marvel, conformarían la familia original en los cómics). Sin embargo, en estos tiempos de inclusión, es más que apropiado que exista una superheroína afroamericana y dos superhéroes, uno de origen asiático y otro latino (que además es gay), entre sus miembros.

En la cinta original, la “familia” se enfrentaba al malvado Dr. Sivana (un divertido Mark Strong). Pero ahora, con el científico loco en prisión y Black Adam fuera del mapa, ¿Quién será el nuevo villano? Los cómics de ¡Shazam! poseen una galería de villanos variopinta: El Señor Mente, el capitán Nazi, Sabbac (que apareció en Black Adam), Ibac, Oggar (relacionado con un violín ardiente) y el Señor Atómico, son algunos de los más importantes. Curiosamente, ninguno de ellos hace parte de la secuela de ¡Shazam!

En su reemplazo encontramos a la gran Helen Mirren y a Lucy Liu encarnando a Hespera y Calipso, las hijas de Atlas, quienes están furiosas porque el mago robó el poder a su padre y ahora lo posee la familia de superhéroes. Los amantes de los cómics se preguntarán que hacen estas diosas en este relato, cuando se sienten mucho más cercanas al contexto de la Mujer Maravilla.

La gran fortaleza del guion de Henry Gayden (también autor de la primera parte) y Chris Morgan, está en la autoconsciencia de los errores cometidos y de los problemas de lógica de la historia, y cómo estos se expresan con un cándido sentido del humor.

Los miembros de la familia le hacen ver a Billy que la inteligencia de Salomón (de ahí la “S” de Shazam) está prácticamente ausente en el bien intencionado chico; Billy discute con Hespera sobre la importancia de la “familia” haciendo referencia Toretto en Rápido y furioso (Mirren también ha participado en esa saga); Víctor Vásquez (Cooper Andrews), el padre adoptivo de los chicos, se pregunta por qué en su casa caen tantos rayos; el hechicero advierte sobre la ferocidad y maldad de los unicornios, como si se tratara de Tim, el mago de Monty Python y el Santo Grial hablando sobre el sanguinario conejo Caerbannog; y Michael Gray, el actor que interpretó a Billy Batson en la serie de Shazam en los años setenta, hace una breve aparición con todo y la clásica camiseta roja de cuello amarillo.

Pero el talón de Aquiles del guion es el mismo de siempre en todas las películas del cuasi difunto DCU, y tiene que ver con un exceso de personajes, cuyas historias y personalidades individuales jamás se desarrollan, convirtiéndolos en meros bosquejos. A la familia Shazam le hubiera favorecido mucho el formato de serie de televisión, para conocer un poco mejor a Mary, Freddy, Darla, Eugene, Pedro y, por supuesto, a Billy (Asher Angel casi que ni aparece en toda la película).

La presencia de Helen Mirren ayuda mucho a darle dignidad a la película, como también un conmovedor momento en el que Rosa Vásquez (Marta Milans), la madre adoptiva de los chicos, le pide a Shazam que se convierta en Billy, para poder reconocer al niño detrás de la fachada. Pero el colapso inminente del DCU hace que muchos personajes claves estén ausentes de la historia.

En un momento en el que las hijas de Atlas están provocando el caos en la ciudad de Filadelfia, es inevitable preguntarse ¿Dónde está la Liga de la Justicia, la Sociedad de la Justicia, el Escuadrón Suicida y Black Adam? La respuesta ya la sabemos. ¡Shazam! La furia de los dioses es, como los cómics de Fawcett, un producto dirigido a un público infantil que sueña, no en ser adultos para convertirse en Superman y Batman, sino en convertirse en un poderoso superhéroe con cuerpo de adulto y mente de niño.

Este irresistible encanto fue lo que llevó a que los cómics de ¡Shazam! llegaran en su momento, a superar en ventas a los cómics de Superman. Ojalá que esta adorable familia sobreviva a la reestructuración propuesta por Gunn y Safran. P.D. Hay dos escenas post-créditos que avecinan nuevos peligros y colaboraciones, pero queda en duda si lo revelado se desarrollará alguna vez, o quedará en el limbo como los planes de Deathstroke y Luthor de conformar la Legión del Mal, la aparición de Lynda Carter (la Mujer Maravilla original), como el personaje de Asteria; o el ya mencionado enfrentamiento entre los superheroes de Superman y Black Adam. Buena segunda parte aunque es muy probable que no veremos una tercera parte en el futuro.

 

Lic. Ernesto Lerma, titular de la seccion y columna periodistica.

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