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Doctor Strange en el Multiverso de la locura | República Cinéfila

El director Sam Raimi retorna al mundo de los superhéroes de Marvel con Doctor Strange en el Multiverso de la locura un más que correcto filme donde logra en unos cuantos pasajes al unir su mirada personal sobre el cine comercial con las demandas de una franquicia gigantesca.

Y es que debo admitir que soy de los que le gusta bastante la trilogía de El Hombre Araña (2002/2004/2007) dirigida por Raimi, no solo de la tercera parte a la que prácticamente nadie defiende, sino también de las dos primeras. Sí, incluso de El Hombre Araña 2, a la que casi todos aman como yo y la considero la mejor.

Porque cuando se habla de la obra de Raimi quien acaba de estrenar Doctor Strange en el Multiverso de la locura, se suelen mencionar a las trilogías de Evil Dead (1982/1987/1993) y El Hombre Araña, a Darkman (1990), incluso a Un plan simple (1998) y Arrástrame al infierno (2009). Eso no está mal -todas son obras fílmicas interesantes, aún con sus imperfecciones-, pero hay un conjunto de filmes que suelen quedar relegados injustamente como por ejemplo el de las cintas Rápida y mortal (1995), Enamorado (1999) y Premonición (2000). Todos ellas fueron, en mayor o menor medida, y quizás no tan casualmente, fracasos comerciales.

Es que, si en el cine de Raimi siempre hay una tensión entre forma y fondo, entre lo que se cuenta y cómo se cuenta, porque hay un sendero muy fino que el realizador suele transitar con arrojo y riesgo, casi siempre al borde del desbarranco, en las películas sobre el hombre arácnido no llegaba a haber una fluidez total. Eso restaba potencia y solidez a los conflictos personales -o los hacía caer en subrayados- en las dos primeras películas, mientras que en la tercera había una acumulación de recursos que el relato no conseguía ordenar. De ahí que la perspectiva de Doctor Strange en el Multiverso de la locura, que insinuaba una apuesta al terror, pero también la necesidad de plegarse a la nueva vía argumental del Universo Cinemático de Marvel -que hasta ahora ha progresado de forma muy despareja- me generara bastante incertidumbre.

Hay que decir que Raimi pasa el examen de su vuelta al mundo de los superhéroes con cierta holgura, precisamente porque encuentra unas cuantas instancias donde la forma y el fondo confluyen adecuadamente. Lo cual no significa que Doctor Strange en el Multiverso de la locura no sea un espectáculo desparejo, en el que hay una multitud de elementos puestos en juego. La estructura es casi la de una especie de road-movie, en primera instancia, interdimensional, en la trama, el Doctor Strange (Benedict Cumberbatch) deberá ayudar a America Chávez (Xochitl Gomez), una joven con el poder -que no puede dominar- de pasar un universo a otro y que es perseguida por una entidad maligna que es mucho más cercana de lo que podría presumir inicialmente.

Pero el viaje que emprende Strange también será ético, moral y afectivo, porque esos saltos de un mundo a otro lo pondrán frente a elecciones de todo tipo, que pondrán a prueba su carácter y su mirada sobre el poder. Donde la película de Raimi -y en particular el guion de Michael Waldron– acierta es que hay un antagonismo claro y, especialmente, único, que encarrila la narración hacia una confrontación bien definida. A la vez, Strange encuentra en Wanda Maximoff/Bruja Escarlata (Elizabeth Olsen) un espejo que lo interpela no solo desde los poderes mágicos que ambos ostentan, sino también desde los deseos íntimos que en cierto modo los ligan.

Si Wanda quiere poder ejercer sus capacidades sin culpa y se aferra a la idea del reencuentro con sus hijos que ya venía arrastrando desde la formidable serie de televisión WandaVision, Strange también arrastra ese amor no concretado por la Doctora Christine Palmer (Rachel McAdams), con lo que no puede evitar verse reflejado en esa conflictividad, en el deseo por algo que luce imposible a primera vista, pero que se revela como realizable, aunque a un costo altísimo para los equilibrios espacio-temporales.

Raimi aprovecha mucho ese juego de espejos -de hecho, es un tema que está muy presente en casi toda su filmografía- y lo lleva a fondo en la puesta en escena, no solo desde lo objetual, sino también desde la mirada, apropiándose de la materialidad de la historia e incluso permitiéndose ingresar en el territorio de lo macabro e inquietante con resultados auspiciosos. Claro que esa apropiación toma un tiempo considerable y en unos cuantos pasajes queda subordinada a todos los elementos marvelianos que trae la película. En Doctor Strange y el Multiverso de la locura pasan un montón de cosas, desfilan una multitud de personajes emblemáticos -muchos de ellos para que la fanaticada aplauda al instante, como acto reflejo y sin preguntarse realmente qué están aplaudiendo- y se introducen quizás demasiados conceptos, hasta convertir a poco mas de dos horas de metraje en una experiencia algo confusa, e incluso extenuante. Allí es donde Raimi parece quedar excesivamente subordinado a las necesidades de una franquicia gigantesca y un poco condenado a volcar una gran cantidad de información sin un criterio consistente, perdiendo incluso el eje de los conflictos principales pero por suerte, hacia el final, Raimi vuelve a encontrar el equilibrio entre la forma y el fondo, donde termina de convertir a Strange y Wanda en personajes tan trágicos como coherentes en sus decisiones, y hasta se permite dejar algunas huellas productivas de su autoría en el relato.

Doctor Strange y el Multiverso de la locura no llega a ser un filme tan distintivo en el Universo Cinemático de Marvel, pero sí muestra una solidez innegable y le otorga nuevas dimensiones a su protagonista. Y no solo dimensiones espaciales y temporales, sino también sentimentales, lo cual no deja de ser un logro considerable. Recordar que el Doctor Strange, el personaje creado por Steve Ditko en el año de 1963 para la revista antológica Strange Tales, obtuvo una inyección de vitalidad y popularidad, debido a la película del 2016 protagonizada por el estupendo actor británico Benedict Cumberbatch, en una de las mejores elecciones de casting en la historia del actual cine de superhéroes. Sin embargo, la última vez que vimos al hechicero de Marvel no fue en esta cinta, sino en la exitosísima Spider-Man No Way Home (2021) en donde gracias a su intervención, el Hombre Araña del Universo cinematográfico extendido e interconectado de Marvel (Tom Holland), pudo encontrarse con las anteriores encarnaciones del popular superhéroe, quienes supuestamente habitan en otros mundos del multiverso.

Esto significó para los marvelitas que las tres entregas de Spider-Man protagonizadas por Tobey Maguire y las dos cintas protagonizadas por Andrew Garfield, ahora pertenecen al canon de las películas de Disney. El filme Doctor Strange in the Multiverse of Madness es otro ejemplo de por qué Marvel tiene un problema con sus directores, porque ya seas una leyenda de terror de culto que revolucionó las películas de superhéroes o un extravagante director de comedia de Nueva Zelanda, aún debes seguir las reglas de MCU al colorear dentro de sus líneas.

Elizabeth Olsen as Wanda Maximoff in Marvel Studios’ DOCTOR STRANGE IN THE MULTIVERSE OF MADNESS. Photo courtesy of Marvel Studios. ©Marvel Studios 2022. All Rights Reserved.

Mi 8.5 de calificación a esta más que buena y correcta producción fílmica, en donde ahora, para la nueva entrega del Doctor Strange, se retoma la idea del multiverso y Sam Raimi, el director de las primeras películas del Hombre Araña, sale de su retiro de casi una década, ya que su último trabajo como director fue una mediocre precuela de El Mago de Oz (2013), para volver a incursionar en el género de superhéroes, porque recordamos que su primera cinta del género fue la magnífica Darkman.

La pelicula Doctor Strange en el multiverso de la locura se siente como una recopilación de grandes éxitos de Raimi. Los elementos característicos de su estilo, los cuales se evidenciaron principalmente en la trilogía de Evil Dead y en los clásicos de culto Crimewave (1984), The Quick and the Dead, The Gift y Drag Me To Hell, están presentes en esta cinta de alto presupuesto, pero que posee un espíritu de cinta clase B. El principal antagonista de Doctor Strange en la película de Raimi no es Mordo (Chiwetel Ejiofor), el enemigo jurado del hechicero, sino Wanda Maximoff con una estupenda Elizabeth Olsen, la ex Avenger que, como vimos en la surrealista serie de televisión WandaVision, perdió la razón y el contacto con la realidad, debido a su arduo deseo de ser una madre. Wanda ahora se hace llamar La Bruja Escarlata porque recordemos que, en los cómics de la editorial Marvel, este personaje inició siendo un villano, y con el poder adquirido por un libro de brujería llamado The Darkhold (piensen en el Necronomicón ex mortus de Evil Dead), la superheroína convertida en villana, va a hacer todo lo posible para recuperar a sus hijos, como si se tratara de una especie de Llorona postmoderna.

La clave para la misión de Wanda la tiene América Chávez (Xochitl Gómez), una misteriosa adolescente que tiene el poder de viajar entre dos diversos mundos del multiverso. Como lo hizo con el joven Peter Parker, Strange va a apadrinar a la chica y junto a Wong (Benedict Wong), el antiguo ayudante del Doctor y ahora convertido en Hechicero Supremo, van a buscar la manera de detener a la poderosa Bruja Escarlata quien, por sus propósitos egoístas, ha puesto en jaque a todo el multiverso. Y esto es todo lo que se puede decir de la historia de esta trama para no afectar el disfrute de la película, ya que como sucedió con Spider-Man: No Way Home, está llena de muchas sorpresas y de personajes nuevos y antiguos del universo Marvel, que se hacen presentes en esta cinta. Lo que se puede decir es que esta es una película de Raimi de cabo a rabo con los muertos vivientes, las criaturas lovecraftianas, los ritos ocultos, las escenas delirantes y de su actor fetiche Bruce Campbell, hacen parte esencial de esta película de Marvel, la cual se siente como si se tratara de un cómic lisérgico dibujado por Jack Kirby, Jim Steranko o Kelley Jones.

Quizás el talón de Aquiles de Doctor Strange es el mismo de Raimi: La falta de lógica y los huecos argumentales. ¿No vimos en la serie televisiva de Loki a unos guardianes que velaban por la estabilidad del multiverso? ¿Dónde están los otros Avengers? ¿Dónde está el esposo de Wanda? ¿Por qué los personajes introducidos en Shang-Chi y Eternals no están presentes? En los cómics, la imaginación es el límite. En las películas, la limitante no solo tiene que ver con la falta de imaginación, sino con el presupuesto y la disponibilidad de los actores. *P.D. En una de las dos escenas postcréditos, se introduce a un personaje esencial en el universo del Doctor Strange, interpretado por una actriz de primer nivel.

Benedict Cumberbatch as Dr. Stephen Strange and Xochitl Gomez as America Chavez in Marvel Studios’ DOCTOR STRANGE IN THE MULTIVERSE OF MADNESS. Photo by Jay Maidment. ©Marvel Studios 2022. All Rights Reserved.

Como diría el creador intelectual de casi todos los personajes, Stan Lee: ¡Excelsior! *De todos los cameos sorpresa que complacen a la multitud incluidos en Doctor Strange en el Multiverso de la locura de Marvel, solo uno provocará un sentimiento nostálgico e involuntario de ciertos miembros de la audiencia. Esa sería la escena en la que Bruce Campbell, el comediante físico más talentoso en el cine del terror de culto, entra para interpretar a un civil odioso que termina defendiéndose de los ataques con su propia mano. Es el Maestro de las Artes Místicas quien lo somete a este (auto) abuso, respondiendo a la beligerancia de Campbell con el equivalente mágico de «deja de golpearte a ti mismo».

Pero el verdadero hombre responsable es el que está detrás de la cámara: el mismísimo maestro de Evil Dead, Sam Raimi, que marca su regreso al cine al someter brevemente a Ash Williams a otro tormento de payasadas. Sin embargo, a pesar de todos sus destellos de inspiración macabra, a pesar de todo el espantoso spray pintado en los márgenes de su trama, Doctor Strange en el Multiverso de la locura no puede ser realmente una película de Sam Raimi. Apenas puede ser su propia película. Después de todo, esta es la última entrega del MCU, una franquicia que ha llevado la serialización a un nuevo extremo en la pantalla grande. No es solo que estas películas se alimenten unas a otras para siempre, siempre compensando viejos puntos de la trama y configurando otros nuevos, existiendo en un estado de incompleto perpetuo. También es que valoran la continuidad por encima de todo; están diseñados, como iPhones o Big Macs, para ofrecer más o menos la misma experiencia cada vez. Y ver a un director insertar una personalidad genuina alrededor de sus bordes, como lo hace Raimi aquí, solo subraya cuán homogéneos tienden a ser en su centro.

La cuestión de la autoría, de cuánto control creativo puede ejercer un director al frente de una de estas películas, se ha cernido sobre el MCU durante años. Marvel, para su crédito, ha contratado con frecuencia a cineastas con estilos distintivos, o al menos a los que han hecho películas interesantes. Y no es como si el estudio aplanara por completo la voz de los directores: no es necesario entrecerrar los ojos para ver la sensibilidad sarcástica de Shane Black en Iron Man 3, el tonto sentido del humor de Taika Waititi en Thor: Ragnarok, o el instinto dramático y la conciencia social de Ryan Coogler en Black Panther. Aún así, ha habido diferencias creativas detrás de escena. Han enviado a algunos cineastas, como Edgar Wright, corriendo hacia la salida. Raimi, de hecho, solo ingresó a Multiverse después de que otro director, Scott Derickson, lo abandonara prematuramente en la producción. Incluso las entradas más relativamente impulsadas por el autor en la MCU muestran signos claros de compromiso, sus cualidades más idiosincrásicas en guerra con el modelo de franquicia.

En otras palabras, Marvel les da a sus cineastas algo de espacio para jugar: establecer escenas de acción con canciones pop de los años 70, elegir a los miembros del elenco de Community en partes pequeñas, incluso a veces filmar en el lugar, pero siempre dentro de los parámetros bastante estrictos. de su fórmula. La directiva del director parece ser: Vuélvete loco… pero, en realidad, solo colorea dentro de las líneas. Sí, Ragnarok es divertido. También incluye un cameo de promoción cruzada de Doctor Strange y termina con una gran secuencia de acción CGI que muy bien puede haber sido concebida por un equipo de previsualización. Al final, todos todavía tienen que hacer una película de Marvel. Multiverse of Madness es uno de los más maravillosos de todos: una trama intrincada que se ejecuta en MacGuffins y apariciones de invitados en el servicio de fans, y que requiere familiaridad con un plan de estudios completo de aventuras pasadas. Al llegar a casi 30 entradas en lo profundo de una serie que es realmente, en la jerga de los cómics, un evento cruzado sin fin, la película tiene que funcionar como una secuela de propósito general, continuando los eventos del primer Doctor Strange, el último Spider-Man, los dos últimos Vengadores y un par de temporadas de televisión.

Las motivaciones del villano están tan vinculadas a la historia de fondo que el guion, que Raimi estaba reescribiendo durante la producción, no se molesta mucho en desarrollarlo o incluso venderlo. Y hay una secuencia que es literalmente solo un desfile de presentaciones, con pausas para aplausos. Raimi, por su parte, se comporta como un espíritu diabólico, poseyendo la película cada vez que puede con un caos macabro de dibujos animados y terror. Hay mucho de él en esta película, al menos a borbotones; él realmente pone el cadáver en el exquisito modelo narrativo de cadáveres que Marvel ha alimentado. Ocasionalmente, uno incluso tiene la sensación de que está usando las obligaciones de este aparato de gran éxito como una puerta trasera para la diversión malévola: la lista de cameos de criminales antes mencionada conduce, diabólicamente, a una de las secuencias más espantosas en la historia del MCU. Más que la mayoría de los cineastas absorbidos por los engranajes de la máquina Marvel, Raimi encuentra formas de afirmar su personalidad excéntrica mientras sigue atendiendo las diversas tareas de progreso de la franquicia de la tarea.

A scene from Marvel Studios’ DOCTOR STRANGE IN THE MULTIVERSE OF MADNESS. Photo courtesy of Marvel Studios 2022. ©Marvel Studios 2022. All Rights Reserved.

Pero en cierto modo, la relativa singularidad de la película, su relativa Raimi-ness, podría dejar a los fanáticos del director anhelando un proyecto que no tratara sus contribuciones como un acento o una mera porción de sabor exótico. Dejando de lado el extraño movimiento enérgico de la cámara, Multiverse en su mayoría se parece a cualquier otra entrega de esta serie; tiene la misma paleta digital monótona, la misma estética de VFX de pantalla verde, el mismo tramo mediocre del centro de Manhattan. La vitalidad de las películas de Spider-Man de Raimi es un recuerdo lejano. Esas películas fueron, por supuesto, productos de compromiso por derecho propio. Casi cualquier producción de Hollywood de gran presupuesto va a serlo.

Pero los tres sí, incluso el tercero, una famosa víctima creativa de la mano dura de Sony Pictures fueron claramente obra del amante de los monstruos y entusiasta de los Tres Chiflados que los dirigió. En aquel entonces, todavía era posible que Raimi construyera sus películas de superhéroes desde cero. Hoy, ha vuelto a entrar en un género (y un sistema) que ha sido controlado por calidad en un estado de uniformidad deliberada. Y aunque es alentador tenerlo de vuelta, es difícil no sentir nostalgia por un éxito de taquilla de Sam Raimi que exuda su manía característica en cada cuadro, no solo en los que muestran a un demonio sonriente o Bruce Campbell. Que uno pueda describir su último como «Doctor Strange de Kevin Feige» es una prueba de lo difícil que es, en el mundo de Marvel, hacer uno para ti en lugar de solo otro para ellos. Esta es realmente una mas que buena y correcta película que sobresale del popular taquillero MCU.

Lic. Ernesto Lerma, titular de la sección y columna periodística.

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